Las boticas, también conocidas como droguerías, son toda una tradición en Querétaro que sigue vigente a pesar de la gran cantidad de farmacias existentes en la ciudad y han logrado sobrevivir debido a los productos que ofertan, mismos que son difíciles de adquirir en otros lugares.
“En una botica se venden materias primas a parte de extractos de plantas y, más que nada, se preparan fórmulas magistrales que existen en la farmacopea, un libro muy antiguo que se renueva a través de los años”, dice Sergio Balandra, propietario de la botica Balandra, fundada hace 70 años.
Las fórmulas que se preparan en estos sitios suelen ser de dos tipos, “las magistrales y oficinales, que son las que recetan los doctores o los dermatólogos y que no las hay de patente”, refiere Clementina Vázquez, dueña de La Divina Providencia, con más de 40 años de existencia.
“En las boticas vendemos la materia prima para mucha gente que se dedica a hacer cremas, y productos que no tienen en ninguna farmacia los tenemos nosotros”, agrega Gonzalo Sánchez, quien cuida del negocio familiar La Guadalupana, fundada hace más de 80 años y que cuenta con una sucursal atendida por su hijo, Adrián Sánchez, por lo que es la tercera generación de la familia que continúa con este negocio.
Aunque las boticas sí son un negocio redituable, coinciden los entrevistados, se dedican a ello por gusto, porque es un oficio que, en la mayoría de los casos, viene de herencia. “Aquí, la experiencia es la que nos ha dado el conocimiento del negocio, tantos años de estar aquí”, dice Sergio, quien recuerda que el fundador de la Balandra fue su padre.
“Cuando él era joven cerraron la universidad y con sus conocimientos adquiridos como empleado de una botica compró esta farmacia, misma que ya existía, pero como propiedad de la familia estamos hablando aproximadamente de 75 años”, reitera Sergio Balandra, uno de 15 hermanos que se quedó a cargo del negocio, luego del fallecimiento de su padre.
Por su parte, considera Gonzalo, que “para poder formar parte de este negocio, se requiere conocer bastante de los productos o sustancias químicas que vendemos, porque a nadie en la escuela le enseñan todo esto, se va adquiriendo poco a poco”, al tiempo que recuerda que la Guadalupana la fundó su padre el 12 de enero de 1926. “Él comenzó con los conocimientos adquiridos como trabajador en una farmacia de escuela militar; en un principio pagaba una módica renta por el lugar, después el negocio poco a poco fue creciendo y nos cambiamos a este lugar (en el Centro Histórico) que era casa, mi padre la renovó y la hizo farmacia y ahora estamos aquí desde 1943”, comenta.
El negocio tiene que continuar
En el caso de La Divina Providencia, Clementina revela que su marido, el ingeniero químico Ramiro Vargas, y su mamá, doctora en partos, iniciaron con el comercio. “Fue una bonita combinación, mi esposo fue el responsable por muchos años y él, desgraciadamente, acaba de fallecer, pero aquí seguimos, la farmacia tiene que seguir”.
Los propietarios de estas droguerías no ven como competencia a las farmacias, pues “la gente que nos conoce acude a nosotros porque, además de vender cosas de marca, ofertamos cosas naturales, como óxido de zinc, ácido bórico, cremas, éter, azufre en polvo, talco”, comenta Balandra.
La competencia entre boticas existe, pero es muy poca, señala Gonzalo, “porque, en la actualidad, muchas ya cerraron sus puertas, además nosotros siempre tenemos novedad y los proveedores nos buscan para comercializar los productos de mayor impacto”, expresa.
Productos milenarios
Entre los principales productos que la Farmacia Guadalupana ofrece se encuentra el Tricofero de barry, el Flor essence, equipos ortopédicos y material de laboratorio.
A decir del experto, el Tricofero de barry es poco conocido, “porque si hicieran publicidad aumentaría el costo y hasta la fecha se ha vendido muy bien”.
En cambio, en la Farmacia Balandra, dice Sergio que “la verdad tampoco vendemos productos milagro, puras cosas normalitas”, entre ellas una pomada para evitar la caída de las pestañas y un shampoo para la caída del cabello que es de lo más solicitado.