Después de 20 años de recorrer la legua, Paco Rabell decidió iniciar su propia historia teatral. La noche del 19 de diciembre de 1980 la familia Rabell presentó un festín de teatro clásico español en el patio de su casa, patio que hoy es reconocido internacionalmente como el Corral de Comedias de Querétaro.
Han realizado ocho giras a Europa, su aventura más reciente incluyó una función especial de Se Casó Taco con Tencha la del Ocho, en un lugar que pocos han usado como espacio teatral, la Basílica de Sant'Andrea della Valle, en Roma, en donde actuaron para embajadores de Costa Rica y El Salvador, religiosas y otras personalidad del Vaticano.
Son más de 100 obras las que se han montado en el Corral de Comedias, su última producción es Fuenteovejuna. Breve tratado sobre las ovejas domésticas, en colaboración con la compañía catalana Obskené y la dirección de Ricard Soler i Mallol.
Un teatro en casa
Paco Rabell inició su carrera teatral con los Cómicos de la Legua, agrupación a la que permaneció por 20 años, actuando en los atrios de las iglesias, en las plazas públicas, en la calle. “Cumplí 20 años en los Cómicos sin cobrar, y yo lo que ya quería era vivir del teatro, pues tomé esos 20 años como una experiencia de servicio social, de aprendizaje, y comencé mi propio camino”, platica con lujo de detalle Paco Rabell a EL UNIVERSAL Querétaro.
Sus planes eran claros, tenía ya un trato para vender su casa de Querétaro, una casona del siglo XVIII, y había encontrado un lugar para vivir en la ciudad de México en donde ya tenía trabajo, actuaba en la obra de teatro El Extensionista, aunque con pocas ganancias, “pero me encantaba, es una obra en la que hubiera pagado por actuar”.
Pero en la vida como en el teatro, el protagonista desconoce lo que sucederá en el segundo acto. Paco enfermó, un ataque generalizado de gota le impidió la movilidad, las últimas funciones las dio en silla de rueda. Dejó la obra y volvió a Querétaro.
“¿Y ahora qué hacemos? “Había vendido la librería Sancho Panza, con la venta de la librería me compré un cochecito que se acabó de vuelta y vuelta para ir a México a ensayar. Ya tenía tratada en venta la casa, aunque no me habían dado ningún anticipo, y cuando vimos la posibilidad de crear el teatro empezamos a hacer un retrato hablado del lugar y el retrato hablado era el patio de la casa y ya no vendí”.
Paco y esposa Anita, sus hijos Luis, Paco, Enrique, y con ayuda de amigos, amantes también del teatro, impulsaron en 1980 el nacimiento del Corral de Comedias, ubicado en la calle Venustiano Carranza 39, Barrio de la Cruz, Centro Histórico de Querétaro.
¿En la época en que abren el Corral, no había ningún otro teatro en la ciudad?
—No, no había ninguno. Los únicos dos que había era el Teatro del Seguro Social que en aquella época eso quedaba fuera de la ciudad, y el Teatro de la República que en ese entonces lo declaran monumento nacional y empezaron a poner restricciones y era muy difícil que lo prestaran, aunque un tiempo tenían hasta box y lucha libre, eran unas pachangas, pero con el nombramiento lo dignificaron y empezaron a poner muchas restricciones.
Con los Cómicos actuábamos en el Jardín Obregón, rinconada de San Francisco, Patio de los Naranjos, escalera del Museo Regional, en el atrio de Santa Rosa de Viterbo, en donde fuera, no había teatros pero el chiste es querer hacer realmente las cosas, eso sí, era toda una locura. Hoy afortunadamente hay muchos teatros, y teatros que nacieron así como nosotros, que empezaron en el patio de la casa, que fueron adaptando espacios, por ejemplo los que están en la calle 5 de Mayo, en donde se ha formado un pasaje teatral muy bueno.
¿Qué le comentaron sus hijos al saber que iba a montar un teatro en la casa?
—Se solidarizaron mucho y enseguida comenzamos a hacer el retrato hablado del teatro que resultó ser la casa. ¿Lo hacemos?, nos preguntamos. Lo hacemos, total qué más da, si fracasamos en seis meses o un año volvemos a poner en venta la casa. Pues órale y así fue.
¿Fue complicado empezar a vivir del teatro?
—¿Quién va a pagar por vernos?, era la pregunta que nos hacíamos. En 20 años en el grupo de Cómicos dábamos las funciones en los atrios de las iglesias, en la cárcel, en los patios de los conventos, actuábamos en donde quiera y gratis, gratis y gratis, entonces a la hora de empezar el Corral y cobrar, mucha gente nos decía: ¿y ahora por qué cobran? Pues ya vamos a tratar de vivir del teatro. Algunos no entendían, otros nos decían: sí, tienen razón, pagaban su boleto. Pero no fue fácil.
¿Grandes personalidades han pasado por aquí, verdad?
—Sí claro, grandes amigos, una de las primeras obras fue con Bonilla. Una vez que fuimos a ver una obra de teatro a la ciudad de México me encontré con Héctor Bonilla y le dije: ya convertimos la casa en Corral de Comedias te invito, te quedas y te ofrezco una función. Me dijo que sí. Cuando llegó le pusimos su botellita de vino, sus chesos y la carta de teatro, ¿qué quiere ver? Sancho Panza en la Ínsula Barataria. ¡Muchachos en 10 minutos Sancho Panza en la Ínsula, vístanse todos! Empezamos la representación para Bonilla y acabando la función brinca al escenario y se me queda viendo y me dice: yo ya no puedo resistir, tengo que actual aquí, escoge la obra y yo la actúo, el papel que quieras darme. Yo automáticamente pensé: ¿y con qué te pago? No te cobró ni un centavo, me contestó. Escogí El gran teatro del mundo, por cierto lo iba a dirigir Bichir, pero se fue a Oaxaca, mi hijo Luis que apenas tenía 19 años, me dijo: Yo la dirijo. Y me lo dijo tan seguro que le comenté a Bonilla y él dijo: sí, que la dirija él.
¿Sus hijos, sus nietos y hasta su bisnieta ha pisado el escenario del Corral, qué sentimiento le deja que sigan sus pasos?
—Es algo normal para ellos porque han nacido en medio de este ambiente de teatro, es lógico y además me da mucho gusto, yo nunca los he forzado, nunca les he dicho hagan esto, yo les trato de enseñar que sean libres, si deciden teatro yo encantado de la vida porque al final te identificas con ellos, como ahora con mi nieto Fernando Rabell Mandujano que se reveló como un buen actor, lo estamos viendo en Fuenteovejuna. Mis tres hijos han actuado aquí, Luis, Paco y Enrique, aunque luego ya se han ido saliendo, Quique se dedica más a la administración del Corral, Paco tiene un bazar de antigüedades. De los hijos de Luis: Diego, Jerónimo y Flavita, en un momento estuvieron los tres actuando, pero Diego está ahorita un poco alejado. De los de Paco, Valente y Leonardo, a esos si no les gustó el teatro para nada, el único que se dedica es Fernando, aunque también hace danza y es muy bueno.
¿Satisfecho por estos 35 años?
—Si, cómo no. Bueno nunca te conformas siempre quieres más, ahora mismo estamos buscando extender nuestros tentáculos, queremos crecer todo el tiempo y estamos por concretar unos proyectos, nuevas obras y presentaciones en otros lados. Hemos hecho muchas giras a Europa, recientemente actuamos en el Vaticano, llevamos Se casó Tacho con Tencha la del ocho, fue algo maravilloso.
¿De aquí han salido varios actores?
—Sí, muchos, eso es otro tema de orgullo, porque antes salían de los Cómicos para nutrir a los grupos de fuera, y ahora vemos a mucha gente de aquí en otras compañías, es raro ver una compañía que no tenga un elemento que haya pasado por el Corral de Comedias.
¿Habrá festejo para el próximo 19 de diciembre?
—No, no lo sé, yo creo que no. Es muy engorroso hacer una celebración, porque hay que mandar hacer placa, buscar quien la devele, son muchas cosas, pero bueno nosotros celebramos cada vez que tenemos una función.