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En todo el mundo hay vinos de precio alto; sin embargo, Francia tiene la supremacía en este tema, seguido por España e Italia y, más recientemente se agregó Estados Unidos. Entre las características principales de estas producciones se considera su historia y la gran tradición para realizarlas, pero sobre todo, su gran calidad y que son ediciones limitadas.
En la región de Borgoña, ubicada en el centro-noreste de Francia, se encuentran los viñedos de Domaine de la Romanée-Conti, donde se hacen los néctares más caros del mundo. “Son 25 ó 30 viñedos, donde fabrican vinos clasificados como gran clase, Grand Cru. Sólo tiene 1.8 hectáreas, 18 mil metros cuadrados, donde se producen cada año alrededor de cinco o seis mil botellas. Con uva Pinot Noir se hacen los tintos y con Chadonnay, los blancos”, explica el Maitre sommelier Pedro Poncelis.
¿Por qué tan caros?
La bodega que produce estos vinos se localiza en el municipio de Vosne-Romanée, en la zona de la Côte de Nuits. Ahí están las viñas Romanée-Conti; pero también las monopole o de propietario único, como La Tâche, gran parte de Richebourg, Romanée St. Vivant, Grands Echézeaux, Echézeaux y Le Montrachet.
Romanée-Conti es una de las denominaciones más pequeñas de toda Francia, para una gran parte de los cultivos utilizan un sistema de producción biodinámico que pone atención en el clima, los ciclos lunares y la preparación de los suelos con determinados componentes. Las uvas son seleccionadas con sumo cuidado, se fermentan a baja temperatura, sin quitarles el tallo. Además, el proceso de envejecimiento de los vinos se realiza en barriles de roble entre 16 y 20 meses antes de hacer el embotellamiento.
La Tâche tiene alrededor de 50 años y mide poco más de seis hectáreas, produce cerca de 20 mil botellas anualmente.
Richebourg se extiende en 3.5 hectáreas, hace cerca de 11 mil botellas al año; De Romanée Saint Vivant crea una media de 18 mil botellas anuales en 5.2 hectáreas. Grands-Echézeaux y Échézeaux, de 3.4 y 5.6 hectáreas respectivamente, producen entre 11 y 15 mil botellas. Y Le Montrachet, famoso por sus vinos blancos, hace entre tres y cuatro mil botellas por año.
“Son vinos perfectos hechos con uvas que se desarrollan en un clima excelente a la temperatura adecuada, se cosechan a mano y se llevan a un proceso artesanal y cuidadoso para lograr la calidad que ofrecen. Por eso son los más caros del mundo y la gente paga por ellos”, afirma Rubén Villegas, sommelier que ha participado 13 años consecutivos como jurado en el Concurso Mundial de Bruselas.
De acuerdo con los expertos, en México, una de estas botellas puede costar alrededor de 150 mil pesos si se compra directamente con un distribuidor y casi el doble dentro de un restaurante.
¿Quién da más?
Otra forma de que los vinos alcancen un precio elevado es a través de una puja. “Los vinos adquieren precios estratosféricos sobre todo cuando son añadas calificadas, se van guardando y se van haciendo más demandados y más valiosos en las subastas. No necesariamente son vinos de colección, quien los llega a comprar es porque tienen vida, sólo deben checar las condiciones de guarda y cuánto tiempo más se pueden guardar, hay algunos que se conservan hasta 50 años”, asegura Poncelis.
Respecto a las añadas, Villegas, explica que hay cinco clases, “año pequeño, año mayor, buen año, gran año y año excepcional. Estos últimos son los más buscados. Es mentira que entre más viejo mejor, el vino nace, crece, llega a su punto máximo y muere, así que hay que estar seguros antes de abrir una botella de este tipo.
“Una vez pagaron 28 mil dólares por un Chateau cosecha 1806, pero quisieron tomarlo y ya no era posible. En ese caso su valor va aumentando mientras no se abra, pero ya no son vinos que se puedan beber”, afirma Rubén.
Sin embargo, relata, “se encontraron dos botellas de vino, como ánforas, en las cuevas del Mar Mediterráneo del tiempo de los fenicios. Los estudiosos lo encontraron en perfectas condiciones, aunque era de dos mil años antes de Cristo; a veces, así es así es de impredecible”.
Finalmente, el reconocido sommelier Miguel Ángel Cooley dice que “en muchas cosas el precio no es una idea absoluta, es muy subjetivo, aunque es una referencia muy importante para determinarlo. Por algo vale 5 mil, 20 mil o 200 mil pesos, pero la percepción es personal y es lo que más cuenta. Puedes recurrir al concepto precio-calidad, para comprobar si lo que te ofrece respecto al precio te satisface o no y decir vale cada peso que pagué o, incluso, vale más de lo que pagué, porque es una bebida que satisface realmente todos tus sentidos”.