El teatro para María Garay da la libertad de conocerte a ti mismo, enfrentar tus miedos y explorar cada rincón de tu cuerpo, alma y corazón, a tal grado de entender que tu único obstáculo en tus sueños eres tú mismo.
Garay es originaria de Celaya, Guanajuato, pero vivió su niñez en la Ciudad de México y su adolescencia y el desarrollo de su carrera en Querétaro.
Es actriz de teatro y una profesora entregada a la transformación personal de sus alumnos de preparatoria en el Colegio de Bachilleres. Desde pequeña se sintió atraída por la actuación e inició realizando castings para Plaza Sésamo y más adelante en el Cedart. Finalmente estudió la carrera de Teatro en la Casa del Teatro en la CDMX.
Es una mujer entregada por completo a la actuación, la cual define como su pasión y estilo de vida.
“Si no me hubiera dedicado al teatro creo que no me habría dedicado a nada más, tengo muy claro lo que siento y lo que esta disciplina representa para mí. Me ha hecho crecer de muchas maneras y es algo que seguiré desarrollado año con año”.
En entrevista exclusiva para EL UNIVERSAL Querétaro, María nos compartió las expericencias que la han llevado a tener éxito y convertirse en la mujer que es hoy, además de la pasión y la magia que vive dentro del teatro.
¿Cómo fue tu trayectoria para estudiar artes escénicas?
—Cuando iba a entrar a la secundaria yo quería entrar al Cedart pero mi madre no me dejó, fue hasta la prepa que después de insistirle bastante me permitió entrar. En la prepa estuve en teatro y después Ruy Nieves nos invitó a participar en Cómicos de la Legua, donde había un grupo juvenil de artes escénicas.
¿Cómo fue tu formación en Cómicos de la Legua?
—Nos íbamos a la Sierra a presentar Los Pasos de Lupe de Rueda, era muy callejero y con máscaras, por lo que ahí tuve mis primeros conocimientos de manejo personal para la actuación.
¿En la preparatoria cuál fue tu formación?
—En el primer año llevábamos tronco común con la intención de que conociéramos de todo y pudiéramos definir nuestra especialidad con mayor claridad. El segundo año nos enseñaban más la farsa y la comedia y en el tercer año era realismo, aunque no fue suficiente, solo una embarrada de lo que es.
¿Es díficil la formación como actor?
—Sí, es una disciplina de entrega total, es de las disciplinas más fuertes pues debes enfrentarte a ti mismo, adquirir seguridad, perder el miedo y conocerte al 100%. En el teatro nunca sabes que va a pasar, sin embargo, es muy divertido y gozoso.
¿En qué momento decides estudiar el teatro de manera profesional?
—Fue hasta los 18 años que decidí estudiar una carrera especializada en teatro. Realicé el proceso de admisión en el Centro Universitario de Teatro (CUT) y la Casa del Teatro y quedé en la segunda opción, donde cursé de 2007-2011. Este proceso fue difícil, pues yo era muy joven y la mayoría de los que iban ya eran mayores, por lo que tenían un poco más de experiencia.
¿En este proceso, cuál fue la reacción y/o apoyo de tus padres?
—Mis padres nunca me cortaron las alas, a pesar de que mi padre me decía que me enfocara en una carrera siempre me alentó. Fue mi madre a la que le costó mucho más, por ser la menor de cuatro hermanos y que tan chica decidiera dedicarme a la actuación. Sin embargo les agradezco todo el apoyo pues gracias a ellos soy lo que soy.
Una vez en la universidad, ¿tuviste una experiencia que te marcara dentro de tu formación?
—Sí, en la Casa del Teatro tuve un choque emocional fuerte, ya que debes conocerte a ti mismo, sino no podrás hacer nada. Es mucha la demanda física y mental por el manejo del espacio y de tu cuerpo, parece que no pero no tenemos idea de todo lo que tenemos en el cuerpo. También trabajábamos voz, respiración y actuación enfocada a la indeterminación para liberar emociones. Recuerdo que tuve muchos topes emocionales, pues notas cómo tú mismo te limitas a hacer ciertas cosas por prejuicios y estereotipos; aprendí que mi único obstáculo soy yo misma.
¿Cómo fueron las presentaciones que realizaste durante tu carrera?
—En el primer año estuvimos en la Ciudad de México. En el segundo año nos mandaron al Centro Dramático (CeDram) de Pátzcuaro, Michoacán; ahí vivíamos en comunidad, algo así como un curso de verano en el que todos nos levantábamos a las siete a trotar, de ahí a meditación, después desayunábamos, íbamos a clases de 10-2, y mientras comíamos nos leían y de 4-8 eran clases con García González (GarGon)
No te dejaban presentarte por fuera, pues buscaban lograr la neutralidad en los estudiantes, para después desarrollar más detalles. Fue hasta tercer año que se realizó un montaje entre la generación. Fue Los mansos de Alejandro Tantaniani y lo dirigió Mariana García Franco. La obra está basada en El Idiota de Dostoievski y mi papel fue de Nastacia.
¿Cómo defines la representación de tu primer papel?
—Fue único, pero difícil porque te preguntas si lo estás haciendo bien, si eres buena y es mucha presión, por ello más adelante te das cuenta que no se trata de hacerlo perfecto sino de liberarse para encontrar ese punto en el que el personaje fluya.
El último año regresamos al CeDram para realizar nuestro montaje final que fue Las mujeres sabias y el Misántropo de Moliere, teniendo a Martín Acosta como director; mi papel fue Enriqueta, que era una mujer muy inocente hasta quizás un poco tonta.
¿Cómo era el teatro del CeDram?
—Es un teatro “Rocinante”, un tráiler que se abre y lo montas como teatro y que va de comunidad a comunidad dando funciones. Técnicamente vivíamos en el teatro, pues en ese tiempo estaba muy fuerte lo del narcotráfico y era preferible que estuviéramos tranquilos.
Platícanos acerca de tu experiencia laboral
—Estuve trabajando en Puebla con un compañero de Casa del Teatro en una obra de monólogos que se llamaba Epitafios. Después hicimos una adaptación en Espacio 1900 en el estado de Puebla, ésta era El Viaje de H de Hamlet. Gracias a eso adquirí una beca que me obligó a vivir en Puebla por un año.
En 2012 regresé a Querétaro para tomar una beca de educación artística que consistía en dar clases en primarias con actividades teatrales. Después de eso estuve viajando a la Ciudad de México con Clandestinas Cabaret en la que nos dirigía Alberto Rosas, quien había sido nuestro maestro de música. Era un espectáculo de sátira política, ya que en ese tiempo eran las elecciones de Josefina, Quadri, Obrador y Peña.
El recuento de los daños estuvo en 2013 y se presentó tres meses. Después fue Ni muy allá, ni muy acá, pero cerquita en donde se tocaba el tema del presidente electo Enrique Peña Nieto, que desde que entró dio mucho de qué hablar.
¿En qué año regresas a Querétaro y con qué planes?
—Llegué en 2014 a Teatro de Contacto que inició en 2003 en la Ciudad de México y llegó a Querétaro en 2005. La compañía es representativa del Instituto de Experimentación y Formación Artística A.C. y su Centro Cultural La Otra Banda, con sede en Teatrópolis.
Empecé con Hamlet bajo la dirección de Ruy Nieves, en donde realicé el papel de Ofelia. Después Firmezas de Isabela escrita por Luis de Góngora y Argote, en la que tardamos dos años en montarla por la complejidad del lenguaje, el cual a veces ni nosotros lográbamos descifrar. Finalmente estamos con Las brujas de Salem bajo la dirección de Abelardo.
¿Cuál ha sido tu mayor reto?
—El estar desde muy joven lejos de mi familia, ya que mi carrera requiere mucha demanda y mis tiempos a pesar de que mi familia vive en Querétaro son muy limitados.
¿Proyectos personales más allá del teatro?
—Creo que es en las últimas cosas que pienso siempre, no sé si sea lejano o cercano, pero supongo que a veces también me gustaría una casa, esposo, hijos y no sé cómo se lidiaría con todo eso a la par de las funciones clases y demás, pero he visto gente que lo hace. Para viajar por ejemplo me gustaría ir acompañada y no sola.
Ella es María, una mujer que ha tenido que enfrentarse a sí misma para ser mejor y desgraciadamente a sacrificado tiempos en familia para continuar su formación como actriz. Se inspira en el teatro viejo y en artistas como Chaplin y Meryl Streep.