Sus padres le pagaron el examen para ingresar a la carrera de Arquitectura, pero el día de la prueba, Joaquín Flores Rodríguez regresó a casa y le dijo a su mamá, Celia Rodríguez, “No hice el examen”. “¿Por qué hijo, llegaste tarde?”, preguntó ella. Y Joaquín respondió: “No, es que yo quiero ser pintor”.
Y sí, en la actualidad Joaquín Flores Rodríguez es pintor y es el ganador del Premio Nacional de Pintura Julio Castillo 2014, reconocimiento que recibió por el óleo La cueva del albino, pieza que pertenece a la serie En el borde, lo mismo que los cuadros Ninja y Tierra quemada (seleccionadas también como finalistas del Premio Julio Castillo), dos obras en las que se aprecia como modelo a Maximiliano Flores Rodríguez, el pequeño hermano del artista.
Mi hijo es un pintor. El artista nació en el Distrito Federal, creció en Celaya, pero tiene una relación muy estrecha con Querétaro, porque sus padres, Joaquín Flores Garfías y Celia Rodríguez, son originarios de Amealco, y este municipio también es un referente en la obra del pintor.
Es egresado de la carrera de Artes Plásticas de La Esmeralda; sin embargo, desde los cinco años de edad comenzó a mostrar cualidades para el dibujo y la pintura.
Su mamá recuerda que en segundo año de primaria se hizo acreedor a una medalla, por una pintura. Y en el 2003 realizó su primera obra en óleo.
“A él le ha costado su carrera, en primero pelear con nosotros para dejarlo que estudiara eso”, cuenta Celia Rodríguez, la madre del pintor.
“Mi esposo y yo estábamos aferrados a que estudiara Arquitectura o Ingeniería Civil, de hecho le pagamos el examen para Arquitectura y ese día regresó y me dijo: No lo hice. ¿Por qué hijo, llegaste tarde? Es que yo quiero ser pintor, me dijo. Y heme aquí, yo ya estoy convencida, mi hijo es un pintor”.
Joaquín Flores Garfías, padre del artista, también recuerda esa historia y lo complicado que fue el proceso de admisión para La Esmeralda. Pero al ver que la pintura es la vocación de su hijo, lo han apoyado en todo. “Estamos orgullosos, no podemos decir que lo trae en los genes”, y la señora Celia agrega: “nosotros ni monitos pintamos”.
Decidí dedicarme a esto. Para Joaquín la pintura es un lenguaje natural. “Cuando eres niño, descubres el mundo a través de las palabras, pero también lo descubres a través del dibujo, empiezas a dibujar un perro, un árbol, el dibujo como la pintura es un forma de descubrir el mundo”, explica.
Dibujando es como conoció su mundo, no pensaba en ser pintor, le gustaba pintar, como años después también le gustaba la historia de México o las Ciencias Políticas. “Pero la pintura es algo que siempre peso dentro de mí, entonces decidí dedicarme a esto”.
¿Te esperabas ganar el Premio Julio Castillo?
—Sí, porque mandé los mejores cuadros que tenía al momento.
¿Cuál es la historia de La cueva del albino?
—El tema central de mi producción, en general, es la periferia de la ciudad, es un tema que me interesa porque es el lugar donde he vivido, las casas donde yo siempre he vivido son la periferia.
Para mí es importante ese lugar, porque es el lugar donde se ve el impacto tanto social y ecológico del hombre, la basura siempre va a dar a la periferia, la pobreza también, todo lo que denigramos, todo lo que no queremos va a la periferia. Entonces, para mí es importante porque es dignificar este lugar. No quiero hacer una apología de la pobreza, quiero que la periferia sea un espacio de reflexión estética.
¿Tienes una relación estrecha con Querétaro?
—Sí, mi familia es originaria de Amealco, y para mí este lugar es muy importante en mi producción, porque puedes ver toda la historia de México en ruinas, es lo más irónico, desde la historia prehispánica, vestigios que hay ahí y que la gente después destruyó para hacer cercas.
La historia colonial está en las iglesias, hasta la historia contemporánea, las casas que hacen los migrantes para poder vivir ahí, y que algunas están abandonadas, entonces por eso para mí Amealco es importante, es como la historia de nuestro país.
¿Cuáles son tus preocupaciones como pintor?
—Para mí la historia del arte mexicano y la historia de México son una preocupaciones importantes, yo he buscado que los aspectos sociales de nuestro país estén en mi obra.
¿Julio Castillo qué significa para ti, lo llegaste a conocer?
—A él no lo conocí en persona, pero sí he llegado a ver su obra en los museos, desde chico he estado muy involucrado con los museos de aquí de Querétaro y, por ejemplo, desde que empezó la Bienal Julio Castillo he visto todo, desde que iba en la secundaria, entonces el nombre de Julio Castillo para mí sí pesa, es uno de los artistas más representativos de la Ruptura. Y el Premio Julio Castillo sí ha sido como uno de mis anhelos.
¿Qué viene para ti después de este premio, qué proyectos tienes?
—Lo más importante es invertir en mi trabajo, quiero empezar con este dinero, aparte de comprar materiales, empezar a gestionar mi trabajo aquí en el país y si puedo fuera, también.