Más de 150 piezas, obras que reflejan las diferentes etapas creativas del artista queretano Julio Castillo, se presentan en la exposición La Tradición y la Modernidad Encarnada, inaugurada en el 18 aniversario del Museo de la Ciudad.

A más de 10 años de la muerte del pintor su nombre aún se mantiene vigente, está el Premio Nacional de Pintura Julio Castillo; sin embargo, la documentación sobre su historia y legado creativo es escasa. Por esta razón se organizó la exposición La Tradición y la Modernidad Encarnada y, además, se trabaja en la realización de un catálogo sobre su obra, comenta Gabriel Hörner, director de el Museo de la Ciudad, a EL UNIVERSAL Querétaro.

Las obras que se exhiben en el Museo de la Ciudad, agrega Hörner, “son sólo una muestra, no es una exposición retrospectiva, porque hay muchas obras de él que están en otros estados, incluso en Holanda”.

Con apoyo de la familia que tenía resguardadas más de 100 piezas, legado de Julio Castillo, y con cuadros prestados por coleccionistas de la entidad, se logró montar esta exhibición. Con la curaduría de Mónica Sigg y la museografía de Manuel Oropeza.

En la inauguración de dicha serie se contó con la presencia de la familia del pintor, sus hermanas Bertha, Ema, María Luisa, además de Isaac Castillo y el padre de Julio Castillo, el señor Macario Castillo, quien al cuestionarle si le gustaba la exposición, respondió emocionado: “Me encantó, quisiera vivir aquí”.

¿Cómo era Julio Castillo? Bertha Castillo, hermana del artista queretano, responde que era “un hombre sencillo, carismático, que siempre estaba creando. Le gustaba mucho trabajar con los niños, tuvo muchos talleres, trabajaba con niños y niñas, le gustaba que trabajaran libremente, les enseñaba cómo combinar los colores, cómo trabajar los materiales; era una persona tan sencilla que de cualquier cosa, y con su gran imaginación, hacia cosas como las que ahora pueden ver en el Museo de la Ciudad”.

Gerardo Esquivel, artista queretano que vivió junto a Castillo, su amigo de grandes aventuras y actos de rebeldía inolvidables, describe al pintor como un “niño terrible, como lo era Gurrola, como lo era Cuevas, era terrible, un gran artista, un iconoclasta y, a la vez, un rupturista, pero también amaba su tradición y la rescataba, amaba los frutos de su tierra y de su familia, iba entre lo moderno y la tradición, y ya después criticó la modernidad también, y se criticaba así mismo”.

En espera de que se publique el libro Agonía moderna y arte, en donde Gerardo Esquivel recopila su historia creativa y la de Julio Castillo, explica que es necesario hacer un estudio a fondo de la obra del artista, con la participación de especialistas e investigadores de arte.

Por ejemplo, agrega Gerardo Esquivel, "Julio Castillo empezó a hacer instalaciones antes que Gabriel Orozco. ¿No está documentado? Sí lo está, yo tengo las invitaciones de sus primeras instalaciones, pero ¿a quién se las doy? Él empezó con eso en México. Julio tiene una importancia nacional e internacional”.

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