Uruguay.— La industria cinematográfica norteamericana ha sido etiquetada reiteradamente como “la fábrica de sueños”, y acusada una y otra vez de esquivar la realidad para refugiarse en fantasías y evasiones. El dato no es del todo falso, y obedece a una razón elemental: el principal motivo por el cual la gente compra una entrada de cine suele ser intentar escapar de la experiencia cotidiana e internarse en un universo más gratificante.

Los críticos suelen acusar a esos espectadores y a quienes les proporcionan entretenimiento de frivolidad, de darle la espalda a los verdaderos problemas de la vida, o alguna tontería por el estilo, pero hasta ellos saben que toda la ficción, incluso la llamada “realista” es justamente eso: ficción.

El artista puede hacer un enorme esfuerzo hacer creer que lo que ha creado es “idéntico a la vida misma”, pero no es cierto. Lo que ha hecho realmente es tomar retazos de realidad, combinarlos y recomponerlos para hacerlos más interesantes. Para conocer la realidad no hace falta ir al cine o leer un libro de ficción. Alcanza con la historia o con mirar por la ventana.

Sin embargo, en Hollywood al igual que en otras partes, la “realidad” tiene un inmerecido prestigio cultural. No solamente “fantasía” suele confundirse con “evasión” (no son conceptos equivalentes), sino que con frecuencia se los utiliza con una misma carga peyorativa.

La industria que ha sabido (ahora no lo sabe) construir el mejor cine de ficción del siglo XX, y que por lo general ha sido cine de géneros (el western, el musical, el melodrama y el cine negro resumen lo más valioso de Hollywood) suele sentirse obligada, a la hora de entregar distinciones, a ser lo más “real” que le sea posible.

En las 86 entregas del Oscar realizadas hasta ahora, por lo menos 13 ganadoras del premio a mejor filme han narrado (fielmente o no, esa es otra historia) hechos reales: la lista incluye por lo menos a Motín a bordo, La vida de Emile Zola, Lawrence de Arabia, El hombre de dos reinos, Patton, Carros de fuego, Gandhi, Amadeus, El último emperador, La lista de Schindler, Una mente brillante, El discurso del rey, Argo y 12 años de esclavitud, y si se tiene la suficiente manga ancha puede extenderse también, aunque probablemente sea un abuso, para incluir a Amadeus, Titanic o Shakespeare apasionado, lo que lleva el número a 16.

Este año no solamente no ha sido una excepción sino que el perfil se acentúa. Cuatro de los ocho títulos candidatos a mejor película son biopics, es decir historias de vida de gente que ha existido o existe realmente: el analista Alan Turing de El código Enigma, el científico Stephen Hawking de La teoría del todo, el militar Chris Kyle de Francotirador de Clint Eastwood, Martin Luther King Jr. (con un énfasis en su lucha por los derechos civiles) y, en la más extraña de la elecciones de la Academia, Selma, una película que según tío Oscar merece estar entre las ocho mejores del año, pero en la que al parecer no hay otro mérito adicional que el de mejor canción (naturalmente, el verdadero motivo se llama corrección política).

La lista de “realidades” se amplía todavía un poco más si se atiende a películas que no están en el listado de candidaturas a mejor filme pero que aspiran a otros premios, empezando por el drama deportivo Foxcatcher, por el cual Steve Carell es candidato a mejor actor (incidentalmente: cuatro de los cinco candidatos a mejor actor interpretan a personajes reales: el único ficticio es el de Michael Keaton en Birdman, aunque no haya faltado quien diga que interpreta realmente a Michael Keaton). Y puede abarcar, por ejemplo a Mr. Turner, biopic del notable cineasta británico Mike Leigh sobre el célebre pintor del título, que aspira a cuatro premios secundarios, o Unbroken de Angelina Jolie, que narra la historia del deportista y héroe de guerra Louis Zamperini, y que ha debido conformarse también con tres candidaturas en rubros menores (y no tanto: uno de ellos es la fotografía del gran Roger Deakins).

Las grandes fantasías de la temporada (Interestelar, El Hobbit, incluso la inteligente Guardianes de la galaxia) tuvieron que conformarse también con rubros técnicos.

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