En la antigua estación del tren de Querétaro se presenta Diario de un loco de Nikolai Gogol, clásico de la literatura rusa. Arturo Armendáriz es el encargado de representar el monólogo, con la dirección y producción de él mismo.
Es una obra que muestra la fragilidad de la mente humana. “De cómo es muy fácil perder la cabeza si no sabemos a dónde vamos y nuestra vida no tiene una meta a seguir”, dijo el actor y maestro teatral.
Armendáriz sólo utiliza un par de cambios de vestuario y una docena de cajas de cartón que se convierten, en la imaginación del espectador, en un escritorio o en el trono del rey de España, entre otras cosas.
El desaparecido Carlos Ancira representó la obra Gogol en la ciudad de México por más de dos décadas.
No se asombre, lector amante del teatro, si a media obra ve pasar el tren con su infinita carga a unos metros donde Armendáriz interpreta a un hombre con la mente extraviada.
Mientras el maestro Arturo Armendáriz esté recitando sus líneas más dramáticas, a lo lejos se escuche el pitar del ferrocarril, como ha sucedido por años y siglos, por lo menos dos.
Tómelo como si fuera parte del montaje, sonido y tren, como parte de la escenografía.
Tampoco tenga temor en distraerse sobre lo que sucede en el escenario, para mirar el tren y tratar de verlo. Eso nadie lo puede evitar, por muchos trenes que haya visto pasar en su vida.