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El tiempo es cíclico en la cosmovisión de los mexicas y en la obra de Santiago Robles, artista que presentó en Galería Libertad un proyecto gráfico titulado Starbuckstlán, en el que a través de los códices de Boturini y Azcatitlán, realiza una lectura crítica del México contemporáneo.
Al ingresar a la sala, el público es recibido por Ronald McDonald sosteniendo una serpiente entre nopales, cuya instalación recuerda al mito fundacional de los mexicas. Esta interpretación, suscita varias risas socarronas, pues se trata de una crítica al neoliberalismo y la manera en la que las culturas dominantes imponen sus símbolos para colonizar.
“Hasta ahora militarmente (los estadounidenses) no nos han colonizado de forma permanente, pero sí de una serie de formas más que sería muy interesante preguntarnos a qué se debe y en qué consisten; quizás nunca se asentaron definitivamente porque se dieron cuenta de que a través de la economía también se puede colonizar, además de los productos culturales como el cine, la literatura, la radio y la música”, señala Robles, quien explica que el título Starbuckstlán se debe a estas nuevas señales anunciadas por el capitalismo, que prometen supuesto desarrollo y progreso.
“Starbucks se ha vuelto símbolo de la comodidad, por un lado, y por otro, un intercambio no equitativo en términos económicos con los productores, pero sobre todo, me llama la atención cómo se ha vuelto —para muchas lecturas del entorno urbano— un símbolo de gentrificación; es decir, cada que se busca activar una zona, blanquearla, y/o configurarla en términos económicos, siempre podrás encontrar un Starbucks, aunque salgas de la Sorbona en París, o de una escuela pública en Cuitláhuac; son las nuevas señales de nuestra sociedad contemporánea”, afirma.
En este sentido, su propuesta visual es también una invitación a realizar una lectura de la realidad social, a través de los referentes culturales propios. Por este motivo, en la exposición no ha sido colocado un texto de sala “que determine el diálogo con la obra”; en su lugar, el autor ha insertado un audio en el que a través de la voz de locutores del Instituto Mexicano de la Radio, describe la migración mexica, y revindica la tradición oral como otra forma de conocimiento.
¿Por qué utilizar esta mitología fundacional para reflexionar sobre la realidad política y social actual de México?
—Starbuckstlán más que pretender ser un proyecto que empuje, que incite, que busque que las personas que interactúan con ella, piensen de forma u otra, busca generar un espacio de reflexión, un campo de diálogo, de conocimiento, para cuestionarnos una serie de cosas que suceden en nuestro entorno, relacionados con los temas de la soberanía nacional, con las identidades, con lo que se considera ser mexicano, dentro de un contexto de capitalismo tardío, sin algún tipo de interés por contactar a lo externo.
¿Qué interpretación le das a este códice desde la realidad en la que estás situado?
—En el trasfondo hay mucho enojo y frustración por lo que está sucediendo, pero no considero propicio generar un espacio para abonar a esta actitud que podría ser de mucho resentimiento. No me gustan los planteamientos regañones, ni las exposiciones en las que te dicen qué hacer, y si no estás de acuerdo, estás mal. Al contrario, sí hay una especie de cuestionamiento respecto a lo que nos identifica, pero también me parece que hay juego, ironía y mucho sarcasmo.
Estamos viviendo un momento político muy importante en el país, vamos a ver en qué consiste, cómo cambia la forma de dialogar entre las distintas partes que configuran a la política nacional y creo que Starbuckstlán es una obra que si bien no describe este proceso, sí acompaña su momento histórico, y eso me parece muy importante: la búsqueda permanente del arte por encontrar nuestro presente.
¿A qué te refieres con “capitalismo tardío”, dentro de tu obra?
—El capitalismo lleva muchos años desarrollándose, sin embargo, hay una clara tendencia que ha sido llamada de diferente forma, y que dependiendo de los autores, se ubica a finales de los años 70, mediados de los 80 o principios de los 90, pero para nosotros inició —sobre todo— con la administración de Miguel Alemán y se concretó con Carlos Salinas y la firma del Tratado de Libre Comercio. A este periodo algunos le llaman neoliberalismo o capitalismo tardío, es decir, implica que ciertas negociaciones previas dentro del capitalismo han sido desbordadas, y esta economía se ha convertido en un modelo de absorción rapaz, tanto de recursos económicos como de humanos; el Estado ha perdido la capacidad de proteger a sus trabajadores. A mi generación ya no le va a tocar ver aguinaldos, prestaciones, acumulación de antigüedad en los trabajos y es a eso a lo que me refiero, a la forma a que el sistema económico ha configurado nuestras relaciones humanas y cómo poder enfrentarse a ellas.
¿Cómo trasladas esta reflexión a tu gráfica?
—Aunque no es una obra de confrontación en un sentido de protesta política de choque, sí hay política, pero también hay naturaleza, historia y ciertos guiños con la antropología, creo que eso se debe a un momento muy sano que viven las artes visuales, ya que buscan extender puentes de comunicación con otras disciplinas y dejar de considerar que solamente el arte que ve a sí mismo es el único legítimo; creo que afortunadamente ya pasamos por ese periodo y ahora tenemos la posibilidad de explorar un campo infinito.
¿Qué buscas con tu obra?
—Me interesa reflexionar sobre la fundación del poder en México, y para eso me baso en dos códices: el Boturini y el Azcatitlán, que de ahí deriva el nombre de la exposición.
El segundo códice está en la Biblioteca Nacional de París y narra cómo las ocho tribus originarias salieron de Aztlán y recorrieron todo el país por más de 200 años para encontrar la señal prometida por su dios.
Dependiendo del códice, la señal cambia y eso me parece interesante, es decir que hay múltiples versiones de lo que sucedió y en este sentido me interesa plantear que no existe una verdad, sino sólo interpretaciones de lo que sucedió; lecturas de los hechos, y Starbuckstlán es una lectura que está posicionada en nuestro contexto actual, por eso los símbolos que aparecen en el códice están sustituidos. ¿Cómo podemos replantear los mitos fundacionales de nuestra nación? Aquí hay una propuesta.
¿El concepto de tu obra se refuerza con las técnicas y materiales que empleaste para su materialización?
—Los materiales con los que está hecho el códice, por ejemplo, presentan dos visiones opuestas del mundo, por un lado hay una pintura acrílica que se produce en serie, que es industrial y derivada de plástico, además altamente contaminante; y por otro lado, trabajo con técnicas prehispánicas pictóricas como el tinte de la grana cochinilla, que se produce estableciendo relaciones más armoniosas con la naturaleza, hay que esperar un ciclo de vida para producirlo, y es ecológico.
Tanto los símbolos prehispánicos como los del capitalismo tardío están en juego tanto dentro de la representación visual, como en los materiales.
El soporte es un papel que produce Arte papel Vista Hermosa en Oaxaca, que es un proyecto del artista Francisco Toledo, y consiste en un material artesanal hecho a mano, entonces todo el tiempo vemos que el códice está estableciendo relaciones de conflicto, negociación y adaptación, por eso es un proyecto híbrido, y por eso me interesa tanto que se plantee como una lectura de las cosas y no como una intención por generar una identidad absoluta.
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