Los Ángeles.— La motivación que guía a Bryan Cranston es la de contar historias. Su familia siempre ha luchado por tener un trabajo, mantenerlo y esforzarse en seguir una ética laboral, por lo que eso es lo que toma como ejemplo.
Cranston, quien se hiciera famoso a raíz de su papel como Walter White en Breaking Bad, menciona que no le importa si no acepta un papel tan comercial. “Simplemente mantengo mi cabeza abajo en cuanto a nominaciones (este año fue nominado al Oscar como mejor actor en Trumbo) y ese tipo de cosas, es encantador, pero para nada por lo que lo hago (actuar). No lo hago por dinero y no lo hago por premios, el hecho de que eso haya llegado creo que es en gran consideración a que no le presto atención, no es lo que estoy buscando”.
Su recuerdo más antiguo es llevarle un libro a sus papás para que se lo leyeran mientras veía las grandes imágenes que lo ilustraban y eso no cambia para las nuevas generaciones.
“Todo el tiempo hasta el día que morimos queremos que nos cuenten historias, esa es la cosa más dulce de ser un ser humano. Todavía nos gusta elevar nuestras creencias y dejar que nuestra imaginación se vaya; la gente paga dinero para que les cuenten historias, nos sentamos en un cine o teatro con extraños y decimos simplemente ‘sé honesto’. Nos reímos, lloramos, aprendemos algo y es la parte fascinante”, considera.
Contra el racismo. Para actuar no hay un secreto, como cualquier trabajo toma una gran tenacidad que además implica horas de estudio al guión, a novelas, biografía o cualquier otro material para acumular información tal como lo hizo en All the way, en donde interpreta al ex presidente estadounidense Lyndon B. Johson y firma la ley por los Derechos Civiles en 1964, contra la segregación racial y la discriminación. En 2014 ya había ganado un premio Tony al Mejor actor por su representación en la obra de teatro en Broadway y ahora llega hoy a las 22:00 horas a las pantallas de HBO.
Cranston habla seriamente de lo que la figura del ex presidente Lyndon B. Johson representa. A sus 23 años ya trabajaba en una escuela y conoció a niños de color que eran separados del resto. “Pensó que si algo iba a cambiar, él tenía que hacerlo, debía ser presidente. Los conoció de una manera diferente y dulce, sabía que tendrían que estar luchando toda su vida a causa del color de su piel”.
Tras el asesinato de John F. Kennedy se convierte en el encargado del poder en Estados Unidos y busca su elección, la cual gana pese a la Guerra de Vietnam. Sin embargo considera que Johson era un tanto inseguro, aunque con buenos discursos, pues no había estudiado en Harvard como el antiguo presidente sino en una escuela más chica en Texas y se sentía inferior.
“No hay un sólo adjetivo para describirlo, resulta imposible”, afirma.
¿Que si el camino ha mejorado? Cranston tiene una respuesta, pues a sus 60 años vivió dos segregaciones y su madre le decía que no tomara agua de una fuente de color, eso hoy sigue en su cabeza ya que sabe que en la actualidad no se ha avanzado mucho.
“Es gracioso porque estábamos filmando la escena cuando estoy firmando la Ley de Derechos Civiles y Bradley Whitford como una broma dice: ‘y esa firma es el final del racismo’. Crear era algo prohibido en la segregación o implicaba un prejuicio a cualquier otro ser humano, pero no borraba el racismo. ¿Prevalece y encuentra su camino? Sí, los celos, la ignorancia, el enojo, tu propio retrato puede tener algo de eso, falta de educación, son numerosas cosas. ¿Alguna vez vamos a ver el fin de ello? Claro que no”, dice.
Es bueno interpretar un presidente, pero confía que no quisiera ser uno. Si lo fuera haría algo sobre el cambio climático. “Me aseguraría de que no nos matemos a nosotros mismos. Cualquiera que no cree en esto creo que es un tonto cuando tienes 97 por ciento de los científicos diciendo que esto es real y está pasando. Las personas que están negando el cambio climático son los que están en el bando radicales”, cuenta quien pasó en una réplica de la Casa Blanca 40 días en un ambiente cómodo y detrás del escritorio.