Si está enterado sobre la Guerra de Independencia de México, sabrá que los “cocolazos” no empezaron el 16 de septiembre, sino el 1 de octubre de 1810, y algunos dicen que el 1 de noviembre.
Pero quizá no sepa que cuando doña Josefa Ortiz, esposa del corregidor Miguel Domínguez, fue descubierta como conspiradora en esta lucha, y detenida, estaba embarazada de su décimo cuarto hijo, una niña que fue llamada “La hija de la Independencia”.
“Mucha gente conoce a Josefa por los taconazos, pero fue mucho más”, manifestó la historiadora Ángeles González Gamio en el Museo de Arte de Querétaro, ante el público reunido para escuchar a la mujer que más sabe sobre la Ciudad de México.
Luego de ser descubiertos, ella fue ingresada al convento de Santa Clara, en Querétaro, y a su esposo, el Corregidor, lo encerraron en el Convento de la Cruz.
Fue esta mujer, y nadie más, embarazada, “la que dio la orden de que el movimiento se levantara”, dijo.
“Don Miguel no supo qué hacer y fue ella la que decidió y dio el aviso, porque ella sentía la obligación de hacerlo, era el papel que le correspondía jugar”, manifestó la especialista.
“Don Miguel siempre pedía prudencia y Josefa era la que daba el paso adelante”, agregó.
Josefa Ortiz de Domínguez fue trasladada a a la Ciudad de México y pasó siete años recluida en conventos, mientras que su marido y decena de hijos se trasladaron a la capital para estar cerca de ella.
Ángeles González Gamio se lamentó que la casa donde vivieron estos personajes, situada en la calle de Indio Triste, sea ahora un muladar, plagado de vendedores ambulantes y que para poder entrar “tenga que comprar alguna chuchería”.
Pero pocos saben, también, que le gustaba montar, que era una gran jinete y que, incluso, tenía su silla de montar, con sus iniciales, que todavía está en el Museo del Ejército y las Fuerzas Armadas de México.
Que su abuela era morisca, mitad negra y mitad india, que siendo una niña se fugó con Don Miguel Domínguez, estando ella embarazada, y enojada llegó a reprender al presidente de México.
“Nunca, jamás, cedió en sus principios y que pagó un precio muy alto, fue una mujer de lucha absoluta”, declaró González Gamio a EL UNIVERSAL Querétaro.
Actualmente, la cronista de la Ciudad de México escribe un libro sobre los nombres antiguos de las calles de la Ciudad de México.