Vida Q

Arellano en voz de Arellano

En memoria del autor de Nómina de huesos, quien perdió la vida el 15 de diciembre, recopilamos algunas de sus palabras

Aunque estudió psicología, la pasión por la palabra siempre estuvo presente en Luis Alberto Arellano. Además de ser poeta también se desempeñó como traductor y editor (ROCÍO G. BENÍTEZ. EL UNIVERSAL)
20/12/2016 |01:56Rocío G. Benítez |
Rocío G. Benítez
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Desde que se metió en eso de la literatura, Luis Alberto Arellano (1976-2016) comenzó a hacer de las suyas y sin recato. A muy corta edad Arellano ya era Arellano, el “niño terrible” de la literatura queretana, con su fama de retador e irónico, que muchos mal recordarán y otros celebrarán con orgullo.

Estudió psicología, pero su oficio siempre fue la palabra. Poeta, editor, traductor, fan del wéstern, cómic, videojuegos, extraterrestres, zombies. Autor de Plexo, De pájaros raíces el deseo, Erradumbre, Nómina de huesos, La doctrina del fuego, Bonzo, Grandes atletas negros. Coautor de la antología de poesía en Querétaro Esos que no hablan pero están.

Dirigió la editorial Crótalo y posteriormente el Seminario de Creación de Literaria (El Oficio Mayor), que hasta la fecha sigue activo. Se fue a San Luis Potosí a estudiar el doctorado en Literatura Hispánica, y regresó para quedarse en casa. El poeta falleció el pasado 15 de diciembre.

Apenas en noviembre, Luis Alberto compartió con EL UNIVERSAL Querétaro un texto sobre Ignacio Padilla (1968-2016), colega escritor, amigo, quien también figuró como maestro en los inicios del Seminario. En memoria al poeta, aquí una recopilación de sus propias palabras, rescatadas de varias entrevistas.

En tus talleres decías a tus alumnos que querías se les quitaran las ganas de ser escritor, porque después ya no pueden salir de eso.

—Yo se los deseo a quienes quieren ser escritores, que se les quiten las ganas porque luego ya no sabrán qué hacer de su vida. Hay un momento en que tenemos que decidir qué hacer; y más o menos lo tengo ubicado que es entre los 26 y los 28 años, cuando debes de tener de menos algún libro publicado, si tienes 28 y sigues diciendo que eres escritor sin algo publicado ya no te la creen tan fácilmente; te quedan pocos años para la beca del FONCA (que es como un reconocimiento oficial de que eres escritor), entonces tienes que decidirte o dejarlo de lado, y renunciar a ello tranquilamente.

¿Cuándo fue el momento en qué te diste cuenta de que ya no ibas a salir de eso nunca?

—Uno fue cuando tenía 23 años, cuando nació mi hijo, lo primero que pensé: Esto va a ser un problema. Y fue lo que me llevo a pensar: ¿Por qué no dejas de escribir? Por esas mismas fechas publiqué mi primera plaqueta, entonces están datados por el mismo tiempo. Así me di cuenta que sí quería hacerlo, aunque tuviera que hacer varias. Y la otra es cuando… no sé qué pasó, como a los 27 o 28 años, estaba publicando ya el segundo libro y me di cuenta de que: o le seguía o era el momento para dejarlo. Si lo hacía nadie se iba a sentir ofendido, había libros publicados e inclusive en términos de capricho estaba resuelto el asunto, me podía dedicar a otra cosa. Cualquier otra cosa implica cierta subordinación al mundo y yo no puedo. Lo pude haber dejado pero más bien abrí el Seminario.

¿Qué pasó de Nómina de huesos a Erradumbre, y luego a De pájaros raíces...?

—Estaba tratando de decir algo, y me parecía que estaba en los márgenes de lo que podía decir, entonces Nómina… obedece un poco a eso. Y con el segundo libro, De pájaros…, yo lo estaba escribiendo y lo boté, porque había formado algo que a veces era muy delirante, luego se dio una búsqueda formal, pasó de decir al cómo decir. En Pájaros… todos los poemas son muy radicales porque ninguno es igual a otro, me divertí muchísimo escribiendo ese poemario. En estos cinco o seis últimos años he hecho cinco o seis poemarios. Con el último, Pasión suspendida, yo estoy muy contento a porque vuelvo a ser muy fuerte, porque vuelvo a hacer algo que sí perturba al lector. Es algo que me di cuenta en el camino: la belleza no genera comunidad, no nos pone a discutir ni a reflexionar, no genera lazos, es muy autista. Mientras que en el desasosiego sí busca que alguien te escuche.

¿Cómo te definirías como poeta?

—Dame opciones (risas). Para mí esto es un juego. Sé que no me creen pero lo tomo muy poco en serio en el sentido de que no estoy preocupado por si me dan una beca o no, o si voy a entrar al Sistema Nacional de Creadores. Eso no me interesa. Escribo esperando que lo que escriba le llegue a alguien. Yo creo que vivimos en un país que tiene más de la mitad de su población en extrema pobreza, un país que se está haciendo mierda por todos lados, y a pesar de esas condiciones tenemos la grandísima ventaja y placer de dedicarnos a esto. Yo no sé cómo no se ven todos los días a los escritores de este país en procesiones a la Basílica, porque en este país de pobres tenemos la gran ventaja de que existan todavía espacios donde nos lean.

Ante la crisis y la violencia que impera en el país, ¿por qué seguir escribiendo poesía?

—Yo tengo varios meses preguntándome eso. El último libro que terminé: Bonzo, me exigió mucho moralmente, es un libro sobre la violencia, sobre tener una postura de lo que está pasando en el país, pero también hay que desplazarlo hacia una forma estética. Me embarqué en un ritmo de trabajo y en una problemática que me exigió mucho y que me hicieron preguntarme: ¿Para qué? Al final de cuentas decía: Bueno, voy a terminar el libro, va muy bien, tiene cosas que a mí me interesan, estoy logrando eso de trasladar su lado estético, no sólo es un libro de denuncia o de literalmente contar los cadáveres. ¿Y luego? ¿Que sea para quién? ¿Para qué? Finalmente también es una forma de resistencia, es una forma de decir: Estamos aquí y no nos vamos.

“Malas palabras”, ese poema que habla de zombies, es totalmente diferente a lo que habíamos leído en Erradumbre y De pájaros...

—Esa era la apuesta. Es un poema que además nació por el Twitter. Empecé hacer sentencias cortas, encadenadas con algún sentido y salió ese poema, es una forma de exploración.

¿Y estás enfocado a trabajar sobre esa misma plataforma?

—Estoy explorando formas de negar el yo convencional lírico.

¿Eres adicto a Twitter?

—No. Bueno sí (risas). Me la paso mucho tiempo en la computadora, pero no tanto, muchos me siguen y sabrán que no escribo tanto, digo, como otros. Twitter en su momento me llamó mucho la atención, pero sigo fascinado con Facebook, ahí sí me declaro absoluto seguidor, porque el sentido de comunidad se logra. Yo me entero de lo que está pasando con los poetas de Tijuana, Chihuahua, que hace años no. Como Facebook le apuesta a comunidades cerradas, que tienen que ver con gustos y profesiones, a la poesía le viene muy bien.

¿Qué pasa con tu obra como traductor y con esta labor en sí?

—Tengo libros completos de traducción, sobre todo de autores en inglés, con el portugués no soy muy diestro. El problema es que económicamente no es rentable, si la poesía no es rentable una poesía traducida es todavía menos rentable. Las revistas procuran tener un espacio para traducción, las locales no, porque son muy ñoñas, pero a nivel nacional procuran tener un espacio para traducción pero las editoriales no, es difícil para los derechos. La traducción ha sido un nicho para las universidades, cuando las universidades dejan de hacerlo, como en el caso del UNAM, que tiene muy restringido su proyecto editorial, últimamente, se pierde el espacio. Y es que esta es la bronca: terminas el trabajo de traducción, armas el material, le das algún sentido, si es un libro completo contactas a el autor y luego tienes que buscar una editorial, entonces ya es una doble chamba, terminas siendo promotor de tu propio trabajo, en ese sentido creo que sí hace falta que las universidades y editoriales retomen ese trabajo.

¿Y como editor no tienes planeado ningún proyecto?

—¿Como editor? ¡Ay, no! Yo adoro editar, me encanta hacer libros, disfruto mucho el proceso. Quisiera, por ejemplo, tener el tiempo, la energía, la lana, para agarrar y hacer una edición para Querétaro de escritores jóvenes, hacer una colección bonita, decente, como lo hacíamos nosotros (Editorial Crótalo). Pero se necesita dinero, ahorita yo no veo las condiciones y prefiero dedicarme a algo que sí me deje dinero, porque de algo tengo que vivir.

¿De los autores queretanos por cuál te inclinarías?

—¿Vivo, muerto o en agonía? (risas). De los muertos me parecen muy interesante toda la camada de los Frías. El autor que yo más aprecio es Florentino Chávez.