Todos conocemos los ricos y tradicionales dulces mexicanos artesanales como: las trompadas, las charamuscas, el acitrón, los ates, las frutas cristalizadas, dulces de leche, entre otros.
Pero, ¿qué hay del sabroso caramelo que nos gusta a adultos y niños? Malena Gil y sus ayudantes lo elaboran en Querétaro totalmente a mano con colorantes y saborizantes cien por ciento naturales, sin conservadores, por lo que cualquier persona puede consumirlos.
La técnica es japonesa y data de hace cientos de años, aunque es muy parecida a la utilizada en la elaboración de la charamusca. El aprenderla se lleva meses, aunque para ser un verdadero maestro en este oficio, quizá se lleva años.
“Es como hacer un vidrio soplado, o una cerámica”, nos dice Malena y, como tal se le debe valorar. Se trata de una ardua actividad que implica mucho empeño y cariño.
El proceso
Para el trabajo que aquí se realiza, se necesita que, al menos, dos personas estén en contacto directo con el caramelo.
Primero, se pone una mezcla de agua, azúcar y almidón en una olla a hervir por aproximadamente media hora y a una temperatura muy elevada. Posteriormente, se vierte la masa en la mesa de frío, donde se añaden las esencias y colores que se van a utilizar, según el sabor que se vaya a preparar.
En este caso, el sabor que se eligió fue choco menta, por lo que los colores que se usaron fueron: verde y azul. Se sigue mezclando hasta que la masa se ha enfriado como para ser maleable. Al salir de la mesa fría, la masa se estira en un gancho, más o menos como se hace con la charamusca. Se dice que es para “darle aire”, esto es en realidad que aumentara al doble, pero también el caramelo tendrá mayor porosidad y un color más brillante.
Entonces, se pasa a una mesa caliente, que se encuentra aproximadamente a unos 140° (para ello sólo se utilizan unos guantes de nitrilo como protección), con el fin de retardar el endurecimiento, al tiempo que se elige qué diseño se va a hacer, puede ser una figura, una letra o un logotipo. “Aquí es donde como artesanos empezamos a hacer la magia”, refiere nuestra guía.
Posteriormente, se forma una bloque enorme, de aproximadamente unos 25 centímetros de ancho y unos 60 de largo, a partir de ensamblar varias barras pequeñas. Ahora, sigue lo que estas hábiles personas llaman “ahorcar la masa”; el artesano, después de cargar toda la masa y oscilarla como un gran péndulo para hacerle una especie de cuello, toma un extremo y lo estira para formar tiras uniformes que tiene que seguir girando para que se enfríen y tengan el grosor adecuado. Al final, se corta en trozos con una especie de navaja. Cada caramelo es único, ningún corte es igual al otro.
Lo mínimo que se trabaja son cuatro kilos, lo máximo son 12. En promedio, de un peso de entre cuatro y seis kilos, salen 3500 dulces.
Si usted va a alguna de sus tiendas ubicadas en Querétaro, podrá observar en vivo este proceso; verá que se sorprenderá. El ambiente es ligero y los caramelos se venden en tarros o paquetes de diferentes tamaños a precios razonables.
Un dulce resultado
Este dulce está hecho y pensado especialmente para adultos. ”Queremos consentir al niño que todos llevamos dentro”, pero, por supuesto, que los niños y jóvenes lo buscan también, lo mismo que las personas diabéticas por su línea “sugar free”. En este sitio ofrecen más de cuarenta sabores. Mismos que van aumentando o que varían dependiendo de la temporada.
Por otra parte, pretenden volver a lo natural y a lo tradicional. Por ello, los clientes podrán encontrar caramelos sabor margarita, mole u horchata y, quizá, próximamente también sabor jamaica.
Además, en este Candy Studio trabajan de manera personalizada para diversos eventos como bodas, quince años, bautizos u otros, de igual manera que para empresas o instituciones.