En Querétaro la gente pidió canciones y Joan Manuel Serrat dijo que iba a complacer a todos. "Penélope", gritaban uno, "Mediterráneo", gritaba otro.
Serrat anotaba y anotaba con un lápiz inexistente. "Ustedes pidan que yo tomo nota". Y seguía escribiendo en el aire. "Acuérdate de mí", gritaba uno más. "Tomo nota, como político en elecciones".
Risas y aplausos.
El trovador se presentó en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, ante unos 5 mil asistentes y como parte de la gira por sus más de 40 años de carrera, misma que se extenderá todo el año que transcurre y recorrerá gran parte del país.
El catalán interpretó canciones en su idioma: "Padre". No es poca cosa el hecho.
Serrat, nacido en Barcelona, fue uno de los primeros cantantes de su país en cantar con la palabra de origen, cuando no había cantantes catalanes nadie cantaba en catalán y nadie era famoso y catalán además.
"Modestia aparte soy catalán, y a los catalanes se nos da hablar catalán saben, dormimos en catalán, comemos en catalán y hacemos el amor…pues como todos los demás, echándole ganas y decepcionando a otros también", dijo.
Fue un concierto para recordar tiempos pasados. Serrat recordó, por ejemplo, su debut en México, en Bellas Artes en la ciudad de México. "Empecé con la más guapa". Corría el año 1968, "estaban frescas las lágrimas por lo de Tlatelolco (movimiento estudiantil que terminó en masacre), gobernaba Díaz Ordaz (rechiflas), la Zona Rosa era todavía rosa".
Habló de esa mexicanidad que adoptó por gusto y fortuna. "Compré el boleto (de avión) sin saber que me iba a comer el regreso y aprendí que el guapote es un pavo, que la tina es la bañera, que los guarros son guardaespaldas".
México, es "este país que ama la vida, que también se lleva con la muerte, que hace chistes con ella y dulces y se la come". México es un "país surrealista".
Momento también de cantar temas que se han casi quedado en el olvido, como "Titiritero", y otros que han hecho camino al andar. "Cantares", dedicada al poeta Antonio Machado.
"Esto se acaba aquí", dijo el poeta mirando al vacío desde el escenario. "Otro poco y me parto la madre". Risas por ese detalle chilango.
Sin quererlo, trajo a la memoria de los presentes la caída del cantante José José, quién resbaló del escenario del "Josefa", debido a la falta de señales de precaución en el entarimado y la iluminación que encogiese a los artistas.
El español también dejó en claro sus referencias musicales, tomadas de la canción mexicana. Del bohemio Álvaro Carrillo y del todavía más bohemio guanajuatense José Alfredo Jiménez, de quien el español cantó "Un mundo raro".
Buen humor
Fue la noche de un Serrat simpático: "Cuando se vayan, se llevan todo lo que trajeron, incluso a la familia, no dejen nada ni a nadie, lo siento, ustedes se metieron, ustedes se salen de eso (de la familia)".
El concierto del español duró lo que una copa de vino blanco y un vaso con agua, las dos bebidas que el cantante tenía a la mano y sorbía de rato en rato, duró lo que dura cantar más de 20 temas, viejitas y no tan viejitas, es decir, no más de hora y media.
Llegó el momento de cantar "Tu nombre me sabe a yerba" y escuchar a miles de gargantas cantar al mismo tiempo la letra. Momento también de escuchar frases con dosis de filosofía de calle: "Porque qué sería la vida sin sufrir, no se puede" y canciones para recuperar el optimismo perdido: "Hoy puedes ser un gran día".
En sus canciones Serrat no canta, más bien cuenta historias, anécdotas y enseñanzas de vida, de historias que no hablan de amor, sino del hombre común, como en "Benito", esa historia de dos "sin techo" y en desgracia, que exhibe una calidad baratija que ya quisieran un par de escritores de novelas baratas.
Han sido más de 40 años de una carrera artística llena de canciones y de conciertos.
"Ha sido un largo camino, pero ya estamos aquí y qué le vamos a hacer", dijo el poeta.
Joan Manuel Serrat, caballero andante de la canción que hace poemas, de la canción que se vuelve enseñanza, de la canción que hace reflexionar y logra que la gente se vaya a su casa contento, con la idea de haber aprendido algo nuevo y bueno de la vida.
Siempre es así con Serrat.