Como una necesidad pero también como una decisión, Ramsés de la Cruz se entregó al arte y, por 20 años, ha explorado este campo en sus diversos lenguajes como el tenebrismo simbólico y al realismo trascendental.
El artista visual, originario de San Luis Potosí, relata a EL UNIVERSAL Querétaro que a los “16 años ya pintaba y hacía subastas en la preparatoria donde estudiaba. A los 17 años llegó a Querétaro a estudiar en la facultad de Bellas Artes, y a los dos meses ya estaba exponiendo”.
En aquel entonces, la vida cultural de la ciudad no era tan activa. El pintor recuerda que “ antes no había espacios privados ni plataformas para mostrar tu trabajo, pues así hicimos nuestras actividades, en cuestiones colectivas, haciendo murales urbanos, donde se pudiera pintar y presentar arte en la ciudad”.
Su trabajo pasó por distintas etapas, mezclas de materiales, símbolos y obsesiones, que le valieron reconocimientos y suma de premios. La historia creativa de Ramsés de la Cruz se puede apreciar en la exposición Accesos al grado cero, que el mismo pintor inaugurará el próximo 23 de enero en el Museo de Arte, a las 20:00 horas, para celebrar 20 años de trayectoria.
Fascinaciones y obsesiones
En estas dos décadas productivas de creación, Ramsés de la Cruz ha trabajado en escultura, arte objeto, instalación y pintura basada en el tenebrismo, el realismo simbólico y el realismo trascendental.
“Es un realismo transcendental y está bañado por un simbolismo, por ese tenebrismo. El tenebrismo es una condición de luz y de atmósfera, y el simbolismo es esa parte ambigua de la obra, esas cuestiones insondables”, explica.
En retrospectiva, el artista encuentra en su obra una inquietud constante: “la búsqueda del ser, porque nuestras carreras son de ser no de tener y, en esa búsqueda del ser, las preguntas tal vez de la filosofía fundamental: ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿de dónde venimos? Se trata de una parte inherente y vital que todo arte o el buen arte debe de tener”.
Para plasmar en la pintura esas interrogantes filosóficas, el artista trabaja con el efecto del reflejo. “Varias de mis obras se ve el especulo, que es el espejo, el reflejo, la reflexión; se ve en cucharas, bandejas de plata, jarras ese reflejo, que es donde van estás preguntas filosóficas de la existencia”.
Sus fascinaciones y obsesiones se descifran por diversas épocas. Por un cierto tiempo, nos explica, “trabajé con la carne, con pieles de cerdo, de res y con pescados, cangrejos, para estar cerca físicamente con el objeto y explorar esa parte de la transgresión corporal”.
A futuro, el artista tiene varios proyectos por trabajar, pero no va con prisa. Dice que “hace 20 años no sabía lo que iba a hacer, ni cómo ni cuándo iba a terminar, pero siempre sabía que iba a estar bien porque yo siempre he hecho lo mío, a pesar de todas las voces que te rodean y que no te incitan a seguir”.
Tiene 15 años instruyendo niños, jóvenes y adultos y conoce a los jóvenes que conforman las nuevas generaciones de artistas visuales, porque han sido sus alumnos.
Saludable y en vías de maduración, así define el crecimiento creativo en la entidad. “Hay una generación de ilustradores que llevan muy buen potencial y vemos a otra generación muy joven de muralistas que trabajan con el grafiti y que traen un ímpetu maravilloso, es un signo de una ciudad saludable que va agarrando vísperas de la maduración, aunque todavía es una ciudad joven”, finaliza el artista.