El amor y otros pecados inició temporada en el Sótano Teatro, el mero día de los novios y los enamorados.
Obra que dirige Verónica Carranco, de un original de Javier Veiga, autor español de quien Corral de Comedias ha llevado al escenario Enemigos hasta la muerte.
Carranco, actriz de planta en Corral, repite con un texto del español y escenifica Amor y otros pecados, comedia con cinco actores en acción: Fátima Saavedra, León López, Citlali Muñoz, Alejandro Obregón y Rafa Castrejón.
Comedia y drama de poco dos horas de duración, más comedia que drama, con un escenario de dos niveles, para distintas épocas y personajes.
En la planta baja: Adán y Eva versión ‘Millennials’, discuten, se reconcilian, vuelven a discutir y luego vuelven a pelear.
El escenario evoca a un bonito departamento de semi solteros, con un bonito detalle post moderno: los nombres de la pareja en un envase de Starbucks.
Planta alta: la historia reseñada a través de parejas y no parejas memorables, desde una Lalila superficial queriendo peluquear a un Hércules macuarrón, de barriada pues.
Una Josefina de “finas maneras”, tipo telenovela de las ocho de la noche, discutiendo con un Napoleón región cuatro.
O qué tal una Monalisa, más mona que lisa, casando de sus casillas a un Leonardo DaVinci. “Pones un seis y un pones cuatro y tienes tu retrato; jo, jo, jo”, canta la supuesta dama a retratar.
Amor y otros pecados lanza argumentos y preguntas como dardos. ¿Qué es el amor? ¿Es acaso el pecado original?
Comedia con tonos de drama, más comedia que drama, para reflexionar superficialmente sobre un tema tan profundo: ¿Qué buscamos cuando decimos que buscamos el amor? Para pensar un rato.
Pregunta: ¿Por qué una gran obra, bien dirigida, bien actuada, y divertida, no tiene un programa de mano para el espectador? ¿Acaso hay que adivinar nombres de actores, de autor y de director? ¿Acaso no ven que eso desmerita la obra? Eso es también de pensarse.