En el año y medio que va de junio de 2016 a enero de 2018, Margo Glantz fue reuniendo una colección de tuits que le detonaban reflexiones varias y que en conjunto han dado lugar a un largo texto que conforma el libro "Y por mirarlo todo, nada veía" (Sexto Piso, 2018), en el que la escritora y académica realiza una crítica puntual al abuso del Twitter y a la uniformidad y desjerarquización en la que nos ha metido esa red social.

El cúmulo de noticias que aparecen en su libro se publicaron en Twitter sin ton ni son, sin mediar conciencia de si lo que se estaba publicando eran noticias, post verdades, verdades falsas, rumores o puros trascendidos.

“Le doy al Twitter una sopa de su propio chocolate. Son una colección de tuits que sirven como fondo del libro y que luego reestructuré con mucho cuidado, que unifiqué literariamente. Creo que el hecho de unificar fragmentos en un sólo texto crea la posibilidad en los lectores de preocuparse y establecer, quizás, una distancia crítica con lo que está pasando en esa red social”, señala Glantz.

Y es que en "Y por mirarlo todo, nada veía", la autora de Las genealogías habla de ecología, sexualidad, extinción de las especies, extensión del cosmos, política, violencia sexual, literatura, autobiografía; habla de todo y cuestiona que plataformas como Twitter y Facebook han sido determinantes en la manera en que las personas jerarquizan la información y se han vuelto tan banales que lo mismo se habla de la polémica de si Jerusalén es la capital de Israel que de la tiara que usó Meghan Markle.

“Nos hemos uniformado, evitamos los juicios, se instala una mirada maniquea de los asuntos. Hay una información excesiva, fragmentaria, evanescente que nos hace muy difícil pensar y establecer un criterio al respecto; por eso me pareció muy importante hacer un ejercicio de reflexión a través de una estructura múltiple utilizando los materiales que las propias redes sociales estaban dando”, afirma la escritora y profesora emérita de la Universidad Nacional.

Margo Glantz dice que la gente generalmente no reflexiona sobre esa influencia. “Mi libro es un libro contra el maniqueísmo, contra la lectura unilateral y literal de las cosas; las cosas hay que verlas no maniqueamente sino con todos los matices que pueden representar e intento que mi libro vea todos esos matices”.

Su entrada a Twitter la hizo en 2011 motivada por “el acto de libertad política” que fue la primavera árabe que utilizó esta plataforma “para hacer una revolución”, una revolución que acabó mal. Entró también a Facebook pero dice que en esa red está empezando a cansarse, pues le parece que hay un exceso de favorecer un hedonismo casi erótico, muy banal y deleznable que sale a flote y que por otro lado genera una proliferación de enconos, resentimientos y violencias.

“Uno escribe cosas irónicamente y la gente no percibe la ironía. Una de las armas para la crítica es la ironía y a la gente le asusta; eso pasa mucho en Facebook, también pasa en Twitter, pero el Twitter me parece más universal, más social y más general mientras que el Facebook no sólo ha producido robots reales, ha robotizado la conciencia”, dice la narradora.

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