Los canes se han convertido en parte importante de la vida de los seres humanos, con ellos se comparten vivencias, experiencias y se crean fuertes lazos e incluso hay gente que asegura que los perros les entienden perfectamente.
Algunos los adoptan como hijos únicos y otros prefieren que sus hijos crezcan junto a los peludos para que aprendan a respetar la vida y entender a otros seres vivos. En Querétaro, estas historias se viven cada día.
Desde niño, a Carlos le llamaba la atención tener un amigo para jugar y correr, pero fue hasta su etapa adulta que pudo compartir ese tipo de relación especial con un peludo.
“He tenido amigos, pero siempre tuve la curiosidad de los perros, mi madre no me dejaba tenerlos y hasta que fui grande pude tener uno”, relata Carlos y continúa explicando que un compañero criaba basset hound y fue así como hace ocho años llegó Joshi.
Tiempo después, Carlos se mudó a Querétaro y Joshi resintió el cambio, por lo que llegó su compañera Vica, con quien actualmente comparte su casita que cuenta con techo impermeabilizado.
Todos los días en las escalinatas de la galería Balneario, hay un perro color beige con curiosos tonos oscuros en el hocico, quien vigila las puertas de las oficinas, a veces está sentado junto al guardia o entrando y saliendo del estacionamiento.
Don Lauro González, el vigilante, relata que Duque llegó hace dos años, ya que Paloma, una perrita que vive en el rancho de atrás tuvo cachorros y desde que nació, vive ahí.
Los dueños de la galería se hacen cargo de la manutención del can, quien por las noches duerme dentro, pero al escuchar ruidos, cumple con su labor de vigilante y ladra.
Jessica tiene 14 años y Kathy –su perrita color miel– camina o corre a su lado sin necesidad de una correa; se para en dos patitas y cuando Jessi le extiende los brazos, Kathy salta para que la cargue.
“Me ha tomado mucho cariño porque la llevamos a muchos lados y le encanta estar con nosotros, a veces también se duerme conmigo”, señala.
Kathy llegó hace 5 años, cuando por descuido, la perrita de la abuela se escapó y luego de unos meses tuvo cachorros; desde entonces Jessica la adoptó y le da los cuidados necesarios como alimentarla, bañarla cada mes y por supuesto, la mete a la casa para que conviva con la familia.
Julieta, de apenas 13 años juega en el parque lanzando una pelota al alborotado Copito, quien ladra imparable ante los juegos de Rocío, Yaira y Fátima.
Hace cuatro meses Julieta y su madre decidieron adoptar a un perrito y buscaban uno de raza pequeña y al encontrarse con el cachorro blanco decidieron que él era el elegido. “Estábamos buscando un chihuahua y en vez de comprar, decidimos adoptar, vimos que Copito estaba muy chiquito y no estaba con su mamá, por eso lo escogimos”, narra la adolescente.
Julieta confiesa que a veces también se duerme con él y procura sacarlo a pasear diariamente y servirle siempre agua fresca.
Liam tiene 5 años y Eduardo –su papá– decidió que el pequeño necesitaba un amigo para jugar y con quien crecer, es por ello que desde hace apenas unas tres semanas, llegó Abril, una cachorra alaska de dos meses, sin embargo, el pequeño Liam a veces se asusta con los juegos bruscos de su compañera peluda.
“Abril está creciendo muy rápido; al principio era muy pequeña, pero ahora Liam le tiene un poco de miedo porque juega y se le sube”, señala Eduardo, quien además comenta que los cuidados que tienen con la aún cachorra es el baño regular con jabón anti pulgas y paseos diarios para procurar que “los dos se cansen”.
Lilia lleva de la mano dos correas, una para Sally, un maltés blanco de un año y Mate, un schnauzer al que recién adoptó.
La orgullosa madre de estos perrhijos comparte que también tiene un pequeño de cinco años, al que le inculca el amor y el respeto por los animales, ya que asegura ha comprobado que si les hablas “con amor y paciencia”, entienden perfectamente. “Este perrito que tiene un día conmigo, ha entendido todo, ya que no soy partidaria de que los maltraten o les peguen”.
Hace más de dos años Luis Zwart encontró a Teo, de 4 años y medio en la calle Epigmenio González y aunque pensó en llevarlo a un albergue porque estaba muy flaco, su buen comportamiento le valió quedarse con su nueva familia, ya que Zwart sólo le puso un plato de agua y comida, luego el perro –tipo pit bull– aguardó paciente afuera de la casa.
“Me lo quedé porque es un perro muy bien portado, es una persona completamente. Me entiende perfectamente todo lo que le digo y es muy educado; si dejo comida en la mesa y me voy, cuando regreso todo sigue ahí”, relata.
Por su parte, Luis responde al buen comportamiento de su can, sacándolo a pasear, ya que dice, “es lo único que pide”.