Una fría noche del verano queretano, a mediados de noviembre de 2017; sin estrellas en el cielo, con frío y mucha, muchísima gente alrededor del coyote xoloitzcuintle, que aullaría toda la velada, nos reunimos convocados al ritual de la Raza. Esa que celebra cantando al “Negro Cósmico”, y que susurra a gritos ¡Mátenme porque me muero!, mientras Tin Tan brilla en la pantalla.

Una noche cualquiera transformada en fiesta, pese al frío, que se esfuma y difumina tras los acordes de “Viento”. Una celebración que cumple 30 años y se ve de menos, pero se sabe de más, una en donde los supremos sacerdotes ejercen su encanto, como si fuera la primera vez. Esa donde Saúl, Sabo, Alfonso y Diego, acompañados ahora por Rodrigo Baills, conjuntan la potencia de la experiencia con la magia del encantamiento de “Quisiera ser alcohol”, contenido en una “Célula que explota”.

30 años con Caifanes
30 años con Caifanes

Hombres, mujeres, mayores y jóvenes, algunos niños, se acomodan en torno a sí mismos, con la mirada y los oídos encajados en el escenario, que como estandarte muestra en varias de sus banderas el emblemático nombre.

Como escribiera Xavier Velasco, una banda nombrada Caifanes visitó de nueva cuenta estas tierras del Bajío mexicano para refrescar los recuerdos que surgen con cada nota de “Ayer me dijo un ave”, que vuela “Detrás de ti” y entre las “Nubes”, que los han acompañado a lo largo de este tiempo de encuentros y desencuentros, donde el común denominador es la entrega a un público que los abraza en cualquier plaza, cualquier noche en que “Los Dioses Ocultos” abandonan su morada del Xibalba, para hacer del escenario un Calmecac.

Evidentemente los fragores de una entrega multitudinaria, nos llevaron a recorrer buena parte de la discografía, que se dice es la antesala donde se prepara ya su quinto disco de estudio, donde algunos buscaremos la frescura del sonido que ha logrado un espacio dentro de la música, no sólo en nuestros Mexicos, sino en la música del globo entero.

30 años con Caifanes
30 años con Caifanes

Las imágenes de los cinco inundaban las pantallas laterales y la gigantesca que se ubicaba al fondo del escenario, permitiendo a quienes se encontraban más lejos sentir la cercanía, que tanto celebran con sus acciones en el entarimado.

México y Estados Unidos han sido los testigos de una gira interminable, que los guía y seguirá llevando a compartir su arte y su esencia; a elaborar discursos que buscan confrontar la realidad con la otra, la armada, la oficial y evitar que sus cantos se transformen en sonidos huecos que no dicen nada y que pretenden tanto, mostrando que ¡Afuera!, No es igual y por lo mismo, “Aquí no es así”.

La noche transcurrió intensa, fragorosa y paradójicamente serena, pues cada uno sabíamos nuestra parte, misma que llevamos a cabo con la entrega correspondiente, que evidentemente concluiría con la fuerza de “La negra Tomasa”, esa que cuando se va de casa triste me pone.

30 años con Caifanes
30 años con Caifanes

Hoy se han ido y esa tristeza llena la explanada que hoy luce vacía, pero donde muchos pudimos corear esas dos horas de rock mexicano, rock Caifanero, rock vivo y potente, que inunda y da para esperar la siguiente visita de este grupo que a tantos nos significa, por muchas razones y que en lo particular me da motivos para saber que lo hecho en México, está bien hecho y que hay razones para estar orgulloso, de ser nativo afortunado de estas tierras.

Hacer fotografías, como las que aquí comparto, cantar las canciones, escribir estas líneas y vibrar con la raza, que celebra cada una de las ocurrencias y propuestas de ellos, Los Caifanes, es un privilegio que además me lleva a creer que es posible hacer y hacer, y seguir haciendo, para transformar lo transformable y construir lo edificable, Antes de que nos olviden.

Bienvenidos ellos y bienaventurados nosotros.

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