Siempre es grato para el cuerpo consumir, en tiempos de frío, un buen plato de caldo o sopa. Se trata de preparaciones líquidas, donde se emplean varios ingredientes para conformar una especialidad completa.
Dentro del fascinante mundo de la gastronomía existe una división importante entre estas dos preparaciones, ya que según registros históricos, los caldos precedieron al plato más odiado por Mafalda, las sopas.
En el libro de La Historia de la Alimentación, del doctor Gottschaalk se afirma que los primeros caldos de la humanidad se dividían en: dulces, elaborados con vegetales frescos y en su estado natural y len ácidos, obtenidos de plantas ácidas, como las ortigas o por fermentación alcohólica.
Melón o con sandía
Ana Bertha Pérez, directora del departamento de Salud de la Universidad Iberoamericana, dice que la diferencia entre estos platos, es que los caldos contienen principalmente la ebullición de algunos alimentos de origen animal con verduras, mientras que las sopas pueden llevar ingredientes molidos.
“Los caldos en sí, lo que tienen de favorable es que un alimento caliente que ayuda a abrir el apetito y contienen una gran cantidad de verduras que proporcionan vitaminas hidrosolubles, es decir, nutrientes que se solubilizan en el agua”, explica la también profesora.
La especialista señala que otra cosa importante al preparar esta especialidad es retirarle la grasa para obtener mayores beneficios en su consumo.
"Es recomendable servir la preparación, dejar enfriar, meter al refrigerador y, posteriormente, retirar la nata de grasa", explica Ana Bertha.
También comenta, que no es conveniente servir caldos a las personas que tienen poco apetito, como los niños en edad preescolar o los adultos mayores, porque entonces pueden disminuir el espacio en el estómago.
Posibilidades infinitas
“En el caso de las sopas, podemos moler las verduras o se pueden preparar de muchos ingredientes como leguminosas, los cuales contienen una gran cantidad de vitaminas, ácido fólico y proteínas, entre las que destacan lentejas, frijoles, garbanzos, habas y chícharos secos, en tre otros.
“Las sopas de pasta, que nos gustan mucho a los mexicanos, también se conocen como 'aguada', lo que tenemos que hacer es adicionarle otro ingrediente como algunas espinacas, zanahorias o calabacitas, porque esta preparación sólo contiene hidratos de carbono", advierte la académica.
Ana Bertha, puntualiza que muchas sopas pueden ser alimentos completos, el pozole, por ejemplo, aunque no lo consideramos dentro de esta categoría, contiene: maíz, pollo o puerco, lechuga y rábanos; también la fabada española o el caldo gallego, son productos que poseen todos los componentes de una dieta sana y de un gran valor nutrimental para el cuerpo.
Tradición y riqueza gastronómica
El chef e investigador mexicano, Ricardo Muñoz Zurita, en el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía, editado por Larousse define al caldo como una preparación líquida obtenida al cocer carnes y verduras en agua.
"En México se tiene una enorme tradición de todo tipo de caldos, los más comunes, son los de res, pollo, gallina, pescado y camarón. Además, del líquido puede hacer referencia a una sopa o guiso principal, es decir, es un platillo completo”, señala el investigador.
En cuanto a la sopa, menciona: “Es un plato caliente o frío, más o menos líquido, preparado cociendo carne, arroz y verduras en un caldo. En algunas partes de México, este término no se refiere sólo a una preparación líquida, puede ser un caldo, crema, arroz o pasta seca o aguada, que por lo general antecede al plato fuerte. En distintas regiones del país se utilizan indistintamente los términos sopa y potaje.