Hay momentos en que la vida nos destina un duro y demoledor golpe que nos deja sin defensa, expuestos totalmente. Son esos momentos que males crónicos aprovechan para enseñorearse en nuestra humanidad. Me sucedió hace unos años y evolucionó hasta terminar con mis riñones.
En noviembre pasado me realizaron un trasplante en el Hospital General, un brillante grupo de médicos. Guiados por el Dr. Sandoval, me atendieron: el Dr. Eloy, el Dr. Cervantes, el Dr. Ajax, el Dr. García, el Dr. Mayorga y otros que olvido; además de Lupita y todo el cuerpo médico del hospital.
Gracias a ellos, y a mi donador Gonzalo Rojo, salvé la vida.
Esto sería un asunto privado sin la mayor importancia pública, de no ser por la enorme ayuda que recibí de grandes grupos de amigos, de universitarios, de la misma UAQ.
Debo agradecer a toda mi familia, a los amigos del Salesiano, todos, en especial a Rodolfo Vega; a todos los amigos de preparatoria; a los amigos de la Casa de la Cultura, a Jesús Reséndiz, Julio César Cervantes, a Daniel, a Fernando y todos los que participaron en las actividades de apoyo. A Gabriel Hörner y todos los muchachos del museo. A Beatriz de Loyola y sus generosos hijos Noé e Ivo, que se desprendieron de una obra de su propiedad, para subastarla en mi favor. A Esther Echeverría. A Dora Guzmán que me ayudó de muchas formas. A Ramiro Martínez. A la Lic. Paulina Aguado, Lic Luis Omar Tellez y el Ingeniero Arturo Mora, de la Secretaría de Cultura. A los artistas que donaron obra.
A mis sobrinos todos adorables, quienes se echaron a cuestas la campaña de donación "Un riñón para el arte", en especial a Andrea, y con la cual sumaron fondos y organizaron actividades de recaudación, con un enorme y tenaz trabajo de múltiples y diversas actividades. A Oswaldo García, mi gran ayuda. A Charo y su grupo de amigos que realizaron los videos. A TV UAQ. A Radio UAQ. A mis grandes amigas Susy, Vero, Elena, Yaisa, la maestra Adriana, Laura Corvera, que siempre estuvieron en comunicación acompañándome en la enfermedad y convalecencia. A Guillermo Díaz de León, a Fidel Soto. A la familia Rojo. A mis hermanas, prueba de temple y entereza. A mis hermanos generosos y humanos. A mi hermano Miguel y su esposa Yola, que me ampararon para convalecer 3 meses aislado, y un lugar para resguardar mi trabajo y mis libros.
A Difusión Cultural de la UAQ, que tantas actividades organizó a mi favor. A Khalid, María, y todos los muchachos de Difusión. A Marja y Jorge, que confeccionaron espléndidas libretas para apoyo. A los muchachos del programa de radio de Bellas Artes: “Colectivo”, Lorena Cruz y de todos los programas y estaciones donde se difundió mi caso.
A Tere García Besné por su amistad, su empeño y enorme trabajo. Al rector Gilberto Herrera por estar al tanto de mi salud y su apoyo muy grande y sincero.
A todos los universitarios y todo el personal que acudió a los eventos y llevó algo de mi trabajo a casa.
A la gran cantidad de conocidos y amigos que me desearon lo mejor y oraron por mí.
A Sayuri, siempre junto.
A Antonio Loyola, a Manuel Felipe Arreguín Martínez, a Alfonso González Rivas.
A Rafa Ontiveros, gran amigo y pintor que creció a solas.
Gracias a todos. Desde el que me apoyó con amplitud, hasta los que se quedaron con algo más sencillo. A los que aportaron lo que pudieron y los que me dedicaron sus pensamientos para que saliera adelante.
En mi vida he tenido muchas segundas oportunidades que parecía no salvaría; pero esta última del trasplante, fue milagrosa, se debe a tantos que me dedicaron sus mejores pensamientos y deseos. Un gran coro, que me permite ahora otros luminosos años, para dar sentido a mi vida y a mi trabajo.
Un grupo de compañeros de la Facultad de Psicología, que cursaban 2 años arriba de mi generación, estuvieron pendientes y colaboraron con la causa de mi operación. Además, me hicieron llegar sus mejores pensamientos y deseos. Les agradezco mucho y nunca pensé que lo harían por la situación que asoló la Facultad en aquellos años del 79 al 82, cuando la mano del poder separó a los miembros de aquella original revuelta estudiantil, que desde el 76 cambió el rumbo de la Facultad y de la UAQ en lo Político, lo Académico, lo Organizativo y en el Servicio a la Comunidad.
Desde hace varios años he estado muy cercano a las noticias que sobre la UAQ suceden. Me he pensado mucho si comentar algunas cosas sobre estos asuntos que parecen novedad, pero son tradiciones universitarias. Decidí hacerlo.
El trabajo obsceno y retorcido del poder, dividió y enfrentó a muchos antes grandes compañeros. Muchos fuimos apartados de la Facultad y finalmente expulsados. Difamados, injuriados y señalados. Cerca de 100 librepensadores no hemos podido regresar a actividades universitarias desde aquel entonces y hasta hoy. Fue una gran purga de la revuelta estudiantil por el motivo de pensar diferente.
En mi caso, soy un pintor y he tenido mucha relación con la UAQ por esos motivos, pero jamás me restituyeron mis calificaciones en Psicología que desde primer semestre detuvieron mis estudios.
Tuve que enfrentar una operación de la cual pude haber no salido. Me hubiera gustado que estos compañeros de aquellos duros años y ahora laureados académicos, hubieran mencionado que aquello –por lo cual me destinaron al peregrinaje– fue algo injusto y lamentable. Algo que restituyera un poco, toda la ignominia vivida durante todos estos largos años que he logrado sortear milagrosamente, ante puertas y oportunidades siempre canceladas por pensar por mí mismo.
El Rector de la UAQ, Dr. Gilberto Herrera, estuvo siempre preocupado y al pendiente de mi salud y del trasplante. Me brindó todo el apoyo posible para la realización de actividades de ayuda, gracias también a la intervención de la Dra. Teresa García Besné siempre trabajadora, solidaria, capaz.
Ya antes, el Rector había tenido confianza en mí para elaborar una escultura junto a Isidro Saldaña. Isidro y yo aceptamos participaran estudiantes de Bellas Artes y la maestra Coco. Me refiero a la escultura que está a la entrada de la Biblioteca Central. Aunque fuimos reticentes, pues sabemos que Bellas Artes forma profesores. No artistas. No sé cómo corresponder a esas atenciones tan humanas del Rector y de la Doctora Tere.
Yo sólo tengo mi trabajo y es eso lo que siempre he querido dejar en la UAQ. Mi relación con esta no ha sido por medio de Bellas Artes. No me considero egresado de ése, entonces, Instituto.
La verdad es que de ahí me echaron por pedir junto a otros muchachos valientes y muy ingenuos, que tal vez lo que necesitábamos eran unos buenos coscorrones; la profesionalización de un triste y mediocre Instituto, en el 79.
Profesores como Agustín Rivera, hicieron todo lo posible para echarnos. Inclusive construyó una reja de madera para evitar que entráramos. Aún existe esa reja como monumento a la ignominia universitaria.
¿Derechos Humanos? No los había en la UAQ, no para todos.
La UAQ atravesó una larga noche después que el poeta Hugo Gutiérrez Vega renunció como rector: acosado por la iglesia, el fervoroso populacho, el poder y la gran mayoría de universitarios confesionales. La fe nunca ha sido buena consejera en asuntos de la razón.
Don Hugo trató -según él mismo lo dijo en entrevista con David Estrada- hacer de la UAQ una verdadera universidad que dejara de ser un colegio civil-confesional.
La partida del Maestro de tanta luz sumió a la Universidad en una larga noche donde volvió a ser un colegio laico-confesional o laico-“Guadalupano”, como uno de sus rectores de ese mismo nombre, y fue el que construyó el centro universitario y retrasó por muchos lustros la modernización de la UAQ. Han dicho que Ramírez Álvarez es un personaje de luces y sombras; es un personaje tenebrista, del tenebrismo español con máscara autóctona.
No se movía una banca sin que el Rector lo supiera -como lo presumía ufano-, Díaz Ramírez. Fue una época de cacicazgos, de aislamiento, de atraso académico, de ser la Institución, una dependencia más de gobierno y del partido único; de la fábrica de porros que ha sido la FEUQ; la fábrica de la casta política rapaz, voraz y zafia que nos ha gobernado y ha creado una cultura política priísta que, después de la época de partido único, se ha incubado y creado en el laboratorio universitario para permear en todos los partidos y en la cultura política de los queretanos. Algo que no es un orgullo; es un oprobio, algo obsceno, blando y vergonzante; que tiene harta a la gente y nos ha llevado a sufrir y mantener una casta política.
Los cacicazgos, en las entonces pocas escuelas de la UAQ son todo un tema en que no puedo detenerme a dibujar. En algunas escuelas dependía de un hombre fuerte y, en otros, como Leyes, Contabilidad y Psicología, de una junta de profesores.
Sólo un caso: en el 76 el grupo de profesores de Psicología decidió pedir la extradición de Tesari, psicoanalista argentino, exiliado y perseguido por la junta militar. Estaban de moda las juntas de hombres fuertes; pedir su deportación por el pecado de enseñar psicoanálisis, dar terapia, y "corromper a nuestra juventud" como infamia de fieles religiosos queretanos o de cualquiera de los lugares más ruines del mundo.
¿Derechos humanos en la UAQ? ¡Por favor! Siempre han sido discrecionales.
Fernando Tapia Rivera ha hecho público ésta y otras canalladas en un libro el año pasado. La UAQ tiene una Comisión de Derechos Humanos que, además de atropellar el lenguaje feminizando cualquier forma gramatical, ¿qué hace?
Esa larga noche terminó en el 73 con el valiente Chava Cervantes y "Voz Critica" un año después. Y en el 76, con la creación del CEDUQ, entre los estudiantes de Psicología e Ingeniería. Los dos son herederos del 68 en provincia, sólo 5 años después. Hablar del 68 en Querétaro, sin abordar la revuelta, es pura invención oportunista y electoral. Entre los dos: Voz Crítica y CEDUQ, forman lo que fue La Revuelta Estudiantil del 73 al 82 en la UAQ.
Entre estas dos partes de la Revuelta hubo en Bellas Artes en el 76, un grupo de muchachos de teatro que terminó con el cacicazgo de los Rabell y los puso fuera del Instituto, pero no tenía un proyecto de universidad, ni para el Instituto, y desaparecieron. Pleito de familia.
Si esos muchachos de Bellas Artes no tenían proyecto, el CEDUQ sí lo tenía: la universidad "Crítica, Científica, Democrática y Popular".
Sí es familiar; pareciera en el fondo, el proyecto del rector Gilberto. Pero solo en apariencia. El proyecto de los 70’s en Guerrero y otras universidades, pensaba que el marxismo era la ciencia de las ciencias con sus insondables métodos histórico y dialéctico, creían, aseguraban ser universidades científicas por el marxismo, ser críticas según los marxismos, ser democráticas según la democracia, las muchedumbres por arduas e insoportables asambleas, y decían ser populares siguiendo la lógica de la lucha de clases y estar de parte de los explotados; basado en ideas e ideócratas. Ese proyecto fracasó en todas las universidades en que se echó a andar; muy sonado fue el caso de Guerrero, donde se reunía algo a lo que llamaban pomposamente: "La Izquierda Independiente". Sin detenerme en ese asunto denso y lamentable, sólo diré que ese proyecto trató de hacer en la realidad de la universidad, un partido político.
La universidad no es un partido político, ni una ONG de ONGs, tampoco debe ser su protectora y fomentadora.
El proyecto del Dr. Gilberto apostó por la universidad científica basándose en las ciencias naturales y la investigación; sobre las llamadas “ciencias sociales”, no está clara su cientificidad después de los marxismos, pues está universidad no ha hecho la crítica de ese pensamiento aunque parezca increíble. Pero el rector Gilberto no apoyó ni fomentó, la crítica de cada una de las disciplinas científicas, humanísticas, artísticas, etc. Se concentró en las ciencias naturales y en la universidad como productora.
Apostó por la universidad crítica, la crítica sobre el poder y los poderosos, además de otros temas. Eso lo puso frente a frente con el poder; demostrar que la universidad sí sabe hacer política democrática y puede sustituir al poder o entrar en él para dignificarlo.
Una crítica valiosa y valiente con una aspiración secreta: ser poder. Pero no hubo crítica sobre la universidad y las tradiciones que la hicieron cómplice y parte del poder e infinidad de canalladas para la construcción de una cultura política que hoy nos ofende. No se realizó la crítica más importante, sobre los lenguajes académicos en una universidad que presume de serlo. La última vez que se hizo la crítica de lo académico en la universidad, fue en la época de la revuelta estudiantil, así como lo había hecho antes el poeta Gutiérrez Vega. El doctor Gilberto derrotó al representante de la bribonería y oscuridad académica en la UAQ, ¿Por qué no impulsó la crítica de los lenguajes académicos? Es un misterio. Pero en política no hay casualidades.
Apostó por la democracia dentro y fuera de la institución y la participación de todos los universitarios en sus asuntos y de la comunidad. Y apostó por lo popular, entendiendo el tratar de ingresar al mayor número de aspirantes y apoyarles a lograr sus estudios y concluirlos. También en llevar la institución a la mayor cantidad de municipios en un gran esfuerzo universitario. Pero su obsesión por la investigación jerarquizada y los grados, dejan ver a una universidad dedicada a los indicadores de las instituciones de gobierno e iniciativa privada, más que a resolver el asunto de hacer una universidad popular o no. ¿Debe ser la universidad una institución de masas o no? Es algo que también se cuidó de no abordar.
Muy diferentes proyectos el del Dr. Gilberto y el de las “universidades pueblo”.
El caso de la revuelta estudiantil de la UAQ en el 76-82, es diferente al de sus contemporáneos proyectos de “universidades pueblo”, porque su asunto fue prioritariamente Académico. La revuelta hizo la crítica académica que los rectores desde Hugo Gutiérrez Vega, se habían negado hacer y la habían satanizado. Cuando la junta de profesores en la Escuela de Psicología –junta cuyos nombres de sus miembros deberían darse a conocer– pidió la deportación del Maestro de Psicoanálisis, Alfredo Tesari a Argentina, donde le esperaba la persecución de la Junta Militar; los muchachos de Psicología echaron a la gran mayoría de los profesores de la Escuela, reestructuraron el plan de estudios y organizaron a la Escuela con formas novedosas y paritarias de gobierno: incluyeron a los trabajadores en las decisiones, reintrodujeron los psicoanálisis, los marxismos, el estructuralismo, el estudio de la epistemología, de la filosofía de la ciencia y de todas las corrientes de pensamiento en psicología, el pensamiento y la sociedad. Pusieron a los porros en su sitio y a toda la corrupción que ahogaba a la Escuela y las relaciones con rectoría. Comenzaron la investigación en la UAQ con un taller y un laboratorio, planearon la formación de la maestría en ciencias sociales y algunas novedosas carreras en humanidades y las llamadas ciencias sociales, e hicieron muchas cosas más. Modernizaron a la ya Facultad de Psicología.
En ingeniería sucedía algo parecido luchando los estudiantes contra otro cacique, no más "chiquito". Algo que Guillermo Díaz de León podría relatar con autoridad.
Pocos meses después se unirían Psicología e Ingeniería en el CEDUQ.
Sería muy largo hablar del trabajo que hizo el CEDUQ, no es el espacio adecuado ni yo la voz con autoridad; para eso ahí esta Fidel Soto, uno de sus creadores y ahora un intelectual. Trabajo que fue muy grande en lo político, académico, organizativo, administrativo y en dos cosas que introdujo y reintrodujo la revuelta:
El servicio a la comunidad y la difusión cultural.
La revuelta estudiantil, sin saberlo, convirtió a la universidad en una academia que trataba de ponerse al día y a la altura de los saberes del mundo, lo mismo en las ciencias que en las artes y la cultura. La universidad dejó de ser por unos años la institución de educación superior para, en algunos casos ser la institución de “cultura superior", como lo ha nombrado don Jorge Cuesta en sus reveladores ensayos sobre la universidad. Dejó de ser la impartidora de saberes "reconocidos, seriados y certificados" que, ambiciosos jóvenes buscan.
"Saber para subir", como lo dice Gabriel Zaid en su libro Dinero para la Cultura. Otro ingeniero -como el Dr. Gilberto- que es hoy el más alto intelectual del país, siguiendo a Camus.
Últimamente la UAQ publicó un extraño libro, La Organización Estudiantil. Libro semejante a un puesto de muestras fenomenológicas sobre los estudiantes de la UAQ. Sin recursos conceptuales, teóricos, intelectuales, que pudieran darnos luz sobre los asuntos estudiantiles y sus causas, sus creaciones, sus trabajos y avatares, sus personalidades individuales y grupales. Sin tener claro a qué se dedica una universidad y sus pobladores.
Sin rigor y sin las preguntas indispensables, el libro termina siendo una apología sobre la fábrica de porros, sobre la FEUQ.
Muy lamentable libro con fines electorales, dentro y fuera. Como otros que ha publicado la UAQ últimamente y tienen ese sabor del Departamento de prensa de Ramírez Álvarez, cuando la UAQ era una dependencia del gobierno. Libros a modo que más parecen pensados por un pueblerino y fervoroso cronista, que por un universitario dedicado a las ciencias y la verdad.
La revuelta estudiantil, no era de "izquierdas" ni de "derechas" en ese bipolar pensamiento que hoy empobrece a profesores universitarios, desde generales hasta soldados rasos, en las jerarquías universitarias siempre muy marcadas.
En la revuelta había de todas las formas de pensar y sentir: bolcheviques, liberales, cristianos, demócratas, tradicionalistas, librepensadores, anarcos, marxistas, etc., etc. Dentro de la revuelta, el interés por el surgimiento de los particularismos, desde el feminismo, el amor libre, las culturas originales, etc.
Los asuntos universitarios son muy ricos y fértiles, no son asuntos de masas de izquierdas o derechas, son vidas de personalidades únicas, de rostros y corazones personalísimos; de pensamientos y psiquismos originales, individuales o grupales.
La revuelta estudiantil en la UAQ fue eso: una colectividad de estudiantes, algunos maestros y trabajadores, que tenían un pensamiento propio, cosas que decir, de lo cual cada individuo era responsable: "esta boca es mía".
En las elecciones del 79, fue la revuelta la que impulsó una convocatoria en Consejo Universitario para, por primera vez, hacer una elección democrática Escuela por Escuela e Instituto y la ya entonces Facultad de Psicología.
Gobierno, Iglesia, sindicatos, exlíderes de la autonomía, hasta la extrema derecha, MURO, Leyes –y otros grupos que formarían el Yunque años después– se unieron para derrotar a la revuelta y echar abajo la elección democrática de Consejo, guiados desde el poder, recordar la “Declaración del Cerro de las Campanas”. Vimos a todos ellos, años después, con la reforma política, hacer gobierno. Entrar con sus dignos salarios universitarios y salir del gobierno con un nivel de vida engordado y glotón.
En ese rectorado se vio la necesidad de acabar a la revuelta.
Mientras tanto en la revuelta había un grupo de bolcheviques ya en Guerrero, meca de los preclaros combatientes de izquierdas, que quería confiscar la revuelta para que uno o dos líderes la expropiaran a su favor y hacerla jugar en la bolsa de la iluminada "izquierda independiente". Con el único proyecto de hacer de la universidad un partido de combate.
Mientras, en la Facultad de Psicología, un grupo de maestros bribones y sinvergüenzas pactaron con la rectoría para desparecer la revuelta sin importar cómo. Maestros que buscaban garantizar su estancia en la UAQ, y sus futuros, para trepar por todos los tabuladores y puestos, desde tiempos completos, direcciones, etc., hasta la Secretaría particular. Personaje demagogo contra el que compitió el rector Gilberto y afortunadamente le ganó.
¡Claro! Maestros muy medianos, sin obra, que en la vida real nunca hubieran conseguido las prebendas y niveles de vida que tomaron de la UAQ.
Nuevamente otra larga noche en que todas las tradiciones universitarias de gran colegio volvieron a reinar, maquilladas.
Intelectualmente: ¿Qué nos dejó esta nueva larga noche?
La revuelta concluyó con una tenebrosa purga, que priva hasta hoy. Si, aunque suene increíble, hasta hoy 2018 desde 1979.
La universidad renunciaba a la búsqueda de crear verdaderas academias y continuaría con su misión encomendada por los gobiernos de impartir "saberes jerárquicos, seriados y reconocidos" a ambiciosos muchachos que buscan en las universidades el "saber para subir".
Esa nueva noche muy, muy larga terminó con la elección del Dr. Gilberto, que desplegó un novedoso y original trabajo en toda la universidad, en todas sus áreas de funcionamiento. Frenó el abuso que de la UAQ se hacía, y trató de crear academias universitarias. Un trabajo valiente y muy extenso.
Pero en el asunto de extensión, como en otros, no hubo novedad. Se pensó que había que "vincular a la universidad con la realidad social". Eso quiere decir que la universidad es un ente metahistórico, fuera del mundo, fuera de la realidad social, como se pensaba en los 60s o en las "universidades pueblo". Si eso es así, si la universidad vive en otro mundo, ¿por qué la sociedad debe responder a sus necesidades y encumbrar a ambiciosos jóvenes?
Extensionismo salvador y los universitarios al rescate del pueblo o la sociedad.
Eso demuestra que el asunto de, ¿qué es una universidad?, no está verdaderamente claro. No se ha discutido.
El rectorado del Dr. Gilberto dio importancia fundamental a las jerarquías universitarias por los grados, que tanto satisface a quienes reparten y exigen grados: los gobiernos y empresas.
Este rectorado continuó una de las lamentables tradiciones universitarias: el desprecio a intelectuales y artistas, a la" Cultura Libre" como lo nombra Gabriel Zaid.
A Gutiérrez Vega o Cervantes los persiguieron desde iglesia gobierno y también universidad. La UAQ reconoció al poeta don Hugo hasta que le nombraron director de la "Jornada Semanal" y, por milagro, la UAQ se dio cuenta de su gran valía.
Lo que hace universal a don Hugo es su poesía, no un doctorado de una universidad de Querétaro, que se conoce poco y menos sus doctorados.
A Salvador Alcocer lo dejaron en la miseria. Otros nombres: Gloria del Carmen Cepeda que regresó habiendo realizado un gran trabajo como poeta, actriz y formadora de radio destacada en el país; Florentino Chávez, Gustavo Pérez, ¿algún universitario común y corriente sabe quién es Gustavo Pérez? Su obra se conoce desde Japón, hasta Holanda, él es más conocido junto a su obra en todo el mundo, que la UAQ. Entonces, ¿por qué no reconocerlo? Paula y Lupita de Allende, que sufrieron de las lenguas viperinas del arcáico, lépero y cetemista gobernador, hasta de los fervorosos queretanos; el Maestro Francisco Núñez, Martha García Renart, Ernesto Martínez, Jordi Boldó, Manolo Oropeza… El etcétera es muy largo.
Cierto, reconocerlos e integrarlos significa pleitos con obtusos y medianos profesores de todas las jerarquías, y con los siempre enfadosos y retardatarios sindicatos.
Aun así, la deuda de la universidad con la cultura libre es enorme, cosa que nunca ha pasado en la UNAM que sabe reconocer a la " inteligencia nacional", como la refería don Alfonso Reyes.
En las pasadas elecciones vimos tres tipos de universitarios: "Los Letrados", "Los Iletrados" y "los Académicos”.
-"Los letrados": aquéllos que piensan ser la vanguardia del saber – las vanguardias terminaron con Bacon, Cuevas, Dubuffet, Appel– pero son sólo los arduos saberes de moda y de comodidad para el poderoso que puede sostener la educación superior y los favores de sus graduados jerárquicamente aptos. Creen que arte y cultura son ante todo documentos para sus preclaros y postmodernos entendimientos. Y ven al mundo como, ¿cómo lo llaman? ¿Cuál es la palabreja? ¡Ah, sí!: un "constructo" fenomenológico. Son presuntuosos y exhiben sus muy amplios saberes.
El ganador del premio de la FIL de Guadalajara 2017, Emmanuel Carrère, fue entrevistado por el canal 22, se le preguntó qué pasaba en Europa; sin pensárselo, respondió: "¡Estamos hartos de la postmodernidad!"
-"Los iletrados": Como el director de Contabilidad que ha leído un libro acerca de un puerco y que recomienda ampliamente. Debería escribirse la trova en su honor: "Mamá, perdí a mi puerco azul".
Desgraciadamente es el nivel de la gran parte de universitarios.
-"Los Académicos": como el Dr. Gilberto y la Dra. Tere García Gasca, que detuvieron la bribonería que había en la UAQ, han intentado y hecho un gran esfuerzo por cambiar para bien a la universidad. Crear por la investigación, por las jerarquías de graduados, grupos o comunidades académicas interesadas en ser ciudadanos del mundo... pero sin tomar en serio a la "Cultura Libre".
Haciendo a un lado a las verdaderas academias lejos de sindicatos, jerarquías como en ejércitos y resultados a quien da sus presupuestos.
Difícil lograrlo así.
Esa es la realidad de hoy en la UAQ.
Días antes de ingresar a quirófano, en la incertidumbre, pensaba en estos y otras cosas de mi vida que me pasaban como película cada día. Pensaba lo importante que es reconocer a alguien vivo y no llenarlo de honores y cumplidos muerto, como estatua de mármol.
Muchas veces lo he expuesto en otros escritos: es un asunto de justicia y honor restituir la dignidad de la revuelta estudiantil de la UAQ del 73 al 82; reconocer sus creaciones y aportes a la institución. Dignificar a sus personalidades, a muchas de las cuales se le condenó todos estos años del 79 al 2018, a la ignominia y a su olvido.
En mi caso, mi interés no es regresar y que me reconozcan los estudios, o regresar, empeñarme para que me cuelguen grados y hacerme profe universitario; eso me parece cómico, yo soy un pintor y en todo este tiempo que me echaron de esa comunidad de educación superior, he construido una obra que es mucho más que lo que pueden presumir la gran mayoría de universitarios.
Es un asunto de dignidad, la mía y la de la institución.
Por otra parte, no tengo cómo pagarles a todos que hayan salvado mi vida, poder seguir con mi gente y mi trabajo, darle un sentido a lo vivido.
Pedirles disculpas por seguir siendo un atorrante y seguir esperando los bienes que brinda esta maravillosa vida ya a esta avanzada edad.
No sabía cómo regresar a la vida pública después de tanta ayuda y buena voluntad para salir vivo del trasplante. Se lo confié a Sayuri y ella me dijo siguiera siendo el mismo atorrante de siempre, pero proponer.
Pues yo propongo la dignificación de la revuelta estudiantil del 72 al 82, reconocer sus grandes aportes y restituir a sus miembros expulsados, todos sus derechos.
Espero no ser muy molesto con lo escrito; estos días escuché que se hará un curso en homenaje a Marx, estudiando su obra. Pienso que al mismo tiempo debería hacerse el estudio de la crítica de Marx y su obra. Creo que eso gustaría mucho más a Marx y no los estudios de fervorosos y creyentes marxistas.
La crítica la han hecho marxistas perseguidos por estalinistas como Cornellius Castoriadis, Kostas Papaioannou, este último con un libro que es ya un clásico sobre el marxismo; pensadores indispensables como Isaiah Berlin, gran estudioso de los “pensadores rusos”, de Marx y el marxismo en muchos de sus deslumbrantes libros y ensayos publicados en “Vuelta”; de uno de los primeros críticos de la modernidad, de nuestra idea de revolución y de lo que llamó, “las ideocrácias”: Octavio Paz. Y tantos que han hecho la crítica de la obra de Marx.
Conocer esas críticas hubiera sido mucho más placentero a Marx, un espíritu libertario como lo reveló en el “18 Brumario de Luis Bonaparte”.
Pienso que esa disposición a conocer los asuntos que deben ser criticados al paso de muchos años, debe ser la actitud de nuestra universidad hoy. La revuelta mediante el lenguaje de las ciencias, las humanidades y las artes, hizo la crítica del lenguaje de éstas e introdujo y reintrodujo el estudio del marxismo, el psicoanálisis, el freudomarxismo, la ciencia, la epistemología estructuralista, la filosofía de la ciencia y otras disciplinas.
Ahora debe hacerse la crítica de estos saberes, de sus lenguajes para que vuelvan a ser críticos, reveladores y fértiles nuevamente.
Y también la crítica de la revuelta.
Sí, en mi reflexión hay amargura.
Tuve de maestro al artífice del Centro Universitario.
El primer día de clase de historia de México, su primer acto fue insultar, humillar y segregar a las chicas hasta el fondo del salón, por ser mujeres, según él por ser incapaces de comprender los muy altos asuntos que trataría y se trataban en una universidad; y pedir se acercaran lo más posible los hombres, para escuchar su disertación que comprenderían por ser hombres.
¿Esto es o no es acoso?
Y eso que me guardo describir la manera tan obscena en que de piernas abiertas, enfundado en sus estridentes trajes, se acomodaba el “paquete” en un gesto de soberbia y poder, además de exhibicionismo indecente.
Durante su período, muchas de las reuniones de políticos universitarios estudiantiles o no, se realizaban en el burdel “La Yegua”, sin desembolsar un quinto por el consumo. Asombraría saber cuántos de ellos fueron directores o rectores o grandes profesores universitarios o funcionarios públicos.
Se institucionalizó el tráfico de acoso y toda clase de favores, ¡desde los 70s! Algo tan actual.
Tuve de maestro al líder visible de la Autonomía Universitaria que se quedó en sus manos con un pedazo de la corbata del rector en señal de triunfo; algo extraño de contenido para análisis clínico. Un gesto para ver “quién la tiene más grande”.
En el 76 en su ambición muy universitaria por ser rector, al no poder juntar los votos necesarios, tomó por la fuerza con estudiantes violentos, porros, sindicatos y otros más, las instalaciones de rectoría en un auténtico “golpe” que violó las leyes universitarias y la Autonomía.
Hoy día, será homenajeado junto a la generación de la Autonomía.
Ironías universitarias.
Tuve otro maestro de Epistemología estructuralista, al cual ayudaron a poner en regla sus estudios y convalidarlos, le dieron la literatura, y la forma de exponer esa cátedra nueva en la Facultad de Psicología y la UAQ; le ayudaron el director y los muchachos de la revuelta; a quienes después echó, aliado a otros bellacos, de la universidad. Traicionó a los que le abrieron las puertas de la institución a donde llegó con una mano atrás y otra adelante. Ahora se le ve como el fundador de una facultad de ciencias sociales, que en realidad planearon los muchachos de la revuelta.
Tuve otro maestro que formado en la UNAM daba clases cuando aún no se titulaba. Se encumbró junto a otros sobre los despojos de la revuelta y llegó hasta la secretaría particular, restaurando a cada paso de su burocrática carrera todas las innobles tradiciones universitarias. Hasta concursar por la rectoría que perdió frente al Dr. Gilberto, que puso fin a tanto privilegio y tráfico de todo tipo de favores y asuntos inconfesables.
A mí nadie me contó esto; yo lo viví.
Sí, hay amargura.
La amargura de la continua derrota ante la trampa y el engaño; algo muy universitario.
“..Y llévame a ser contigo, contigo pastor…..”
Los universitarios son muy bondadosos entre ellos, perdonándose de todo religiosamente.
Y se premian.
Lo que nunca perdonan, es pensar por uno mismo.
Siempre tengo la esperanza de que la universidad algún día vea su historia con una mirada verdaderamente crítica.
Perdonen el lenguaje soez y ruin de los últimos párrafos. Es para ilustrar el perfil, tono y color de los maestros que refiero; y lo mismo que dieron y marcaron a la universidad, ya que fueron personalidades en ella.
Sé que no soy el que esperaban de regreso, yo he regresado para terminar mi trabajo y nada más.
Tenía que escribir todo esto que me quito el sueño antes del trasplante.
Hasta aquí mi reflexión que afortunadamente puedo hacer porque gracias a tantas personas “aún tengo la vida”.