A la orilla de la playa Las Gatas, Zihuatanejo, sentado en los restos de una palmera y un árbol vencidos por el sol, Silverio canta: “Cerca del mar yo me enamoré y como la luna, la brisa y la espuma también te besé…”. Ese bolero escrito por Ezequiel Cisneros, originario de Petatlán, Guerrero, que en voz de Los Dandys se hizo popular, es una de las canciones favoritas de Silverio Castellanos Orozco, hombre de 81 años, un enamorado del mar y la música.

Todos los días sale de casa con su guitarra, viaja en lancha hasta Las Gatas, playa que fue bautizada con ese nombre por los tiburones gato que antes rondaban la zona. El mar y Silverio tienen una relación de años. Él es testigo de cómo Ixtapa y Zihuatanejo se transformaron en afamados sitios turísticos, incluso ayudó, como albañil, en la construcción de algunos hoteles de la zona.

“Nací en un poblado que se llama Petatlán, a 37 kilómetros de aquí de Zihuatanejo. Mi padre nos trajo al poblado de Coacoyul, entonces se cultivaba el ajonjolí, maíz. Esa era la vida de uno, sembrando, criando sus gallinitas, marranitos para engordarlos y así nos la llevábamos. Luego me vine de ese pueblo a vivir a un barriecito vecino de Zihuatanejo, porque había más trabajo, hasta para barrer, con los albañiles había mucho trabajo”.

“Desde entonces Zihuatanejo ya era un sitio turístico, aquí llegaban unos dos o tres grupos a pasar días, semanas, recuerdo que traían unas casitas de campaña y se quedaban en la playa, no había hoteles hace mucho, estoy hablando de más de 50 años, de esos edificios de los hoteles no se veían nada, antes qué esperanzas, ahora hay mucho donde quedarse”.

Ya grande, dice, se fue a Estados Unidos. “Me fui de mojadito y sin papeles”. Llegar fue complicado, el desvelo, el hambre, las inclemencias de la noche o el calor del día. Pero llegando allá todo fue grato.

“Tenía la terquedad de irme y la verdad lamento el caso, porque si me hubiera ibo más joven, yo me hubiera quedado allá, porque no sufrí, sabiendo buscar uno siempre encuentra amigos y trabajo”. Más de un año estuvo en el norte, de regresó en Zihuatanejo, hizo de la guitarra su instrumento de trabajo. Comenzó a tocar para animar a los turistas y de poco a poco, afirma, sale el gasto. Empezó en la música con el violín y aprendió a tocar sólo escuchando.

“Más tarde se me hizo el compromiso de aprender a tocar la guitarra, pero yo a la guitarra le he tenido miedo siempre, para mí es muy difícil, lo he aprendido pero tantito, no como yo quisiera, porque hay unos que tienen gran habilidad en las manos y yo hasta ahí no puedo, nada más sencillito y me quedé con esa ilusión de haber estudiado música, dejé pasar el tiempo, cuando uno está joven todo se le hace fácil y nada es fácil”.

Sentado, en el mismo tronco de una palmera rendida en la arena, mira el mar con melancolía, se acomoda la guitarra y empieza a cantar: “Ven a gozar esta noche de luna y de bruma en Zihuatanejo, oye mi triste cantar y mi llanto de mar, del mar en Zihuatanejo”. Otra canción de Ezequiel Cisneros, otra de las favoritas de Silverio.

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