Hoy se presentará por segunda y última ocasión, el espectáculo de danza contemporánea Resilencial de Kintskuroi de Le Calac’s Colectivo, el cual transporta a los espectadores a un viaje por las diferentes facetas, que son puestas al descubierto a través del performance de los bailarines.
Con movimientos marcados con gran estética y recurriendo a objetos comunes como tazas, Daniela Zavaleta, Abil Meneses, Karla Cortés y Óscar Sánchez presentaron un espectáculo en el que consiguieron mantener al público a la expectativa, ya que crearon una gran interrogante sobre el motivo del mismo.
Al final de la presentación, no todos los asistentes lograron entender la motivación de la puesta en escena, sin embargo, los actores detallaron que buscan sorprenderlos, dejar una reflexión y finalmente, conducir a la introspección.
—Óscar: Nació el año pasado en septiembre, debido a nuestra necesidad de querer compartir algo con el público, comenzamos a hacernos preguntas como: ¿Qué son las marcas?, ¿qué son las cicatrices para las personas?, y empezamos a investigar cuál era la primera marca al nacer, por lo que encontramos que hay un punto en el que utilizamos una cuerda y para nosotros es el ombligo, el cordón umbilical; cuando naces es la cicatriz que te queda para siempre. En ese momento coincidimos en que cada uno de nosotros pasaba por procesos complicados de soltar a un ser querido, a una persona amada, o a alguien de la familia.
—Abil: Siempre es un reto sacar adelante la función, estar con los pies en la tierra en el escenario y trabajar en equipo, pero emocionalmente me ha pegado mucho la temática de la obra, en especial la primera parte, en donde reflejo una vivencia muy personal, por lo que busco no clavarme para poder sacar adelante lo demás, ya que involucras mucho el físico.
—Ó: Como director te puedo decir que esto tiene varias aristas, tratamos de que no fuera sólo movimiento, sino que partiera de una vivencia, una investigación, un concepto o de algo que queremos decir, para así poder habitarla siempre de una manera nueva y sentirla propia. Externar nuestros conflictos emocionales dentro del escenario es difícil, es una oportunidad de curarnos.
Asimismo la comunicación ha sido parte de los retos, ya que cada uno tiene una personalidad muy fuerte y afortunadamente ha salido algo artístico, en donde una persona te permite entrar a los puntos más vulnerables, eso es algo difícil.
—Ó: Nosotros ofrecemos y proponemos que sea una lectura abierta; los tres bailarines que conformamos esta pieza, tuvimos formaciones muy modernas y todavía alcanzamos esos resquicios de la danza de los años 80 con Guillermina Bravo, donde sentíamos que te condicionaban mucho a una sola lectura y estaba padre porque encontrabas una riqueza impresionante en el virtuosismo del cuerpo, pero no en la dramaturgia de la obra, entonces lo que nosotros queremos es a través de esta investigación y del diálogo con el público, intercambiar opiniones de los procesos creativos que hemos desarrollado, y así el público podrá decidir qué se lleva o qué no, y definirá si le cuadró o no. Afortunadamente la gran mayoría ha ido encajando el rompecabezas de la investigación que hemos hecho y lo han entendido como tal, pero también nosotros hemos realizado una investigación para que no sea igual a todo lo que vamos diciendo dentro de la obra, por lo que van surgiendo muchas imágenes poéticas que en ocasiones no se entienden de manera racional, sino en el subconsciente, y eso es lo que quiero ocasionar, que la gente se lleve esas preguntas, ya que se requiere que el arte sea el que cuestione.
—Ó: A mí me gusta dejar muchas preguntas abiertas y que la gente se las lleve porque no quiero condicionar a nadie, precisamente por eso la obra tiene muchas lecturas; hay personas que dicen que encuentran tintes políticos y eso es lo que me interesa, dejar abierto algo a la reflexión sobre lo que te está moviendo. La obra se cierra de una manera circular, con la inocencia que empieza y con esa misma termina: con la paz.