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Desde muy pequeño, Edgar Oceransky tuvo contacto con la música, gracias a que en su familia siempre fue parte imprescindible de reuniones y del día a día. Con el paso del tiempo, el cantautor encontró su verdadera pasión en la música de grandes compositores como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
Actualmente el artista mexicano se encuentra en el cierre de su gira “Una mirada”, donde se presenta en algunos puntos del país, además de realizar una serie de colaboraciones, tal es el caso de Querétaro, en donde cantará el próximo 18 de noviembre como parte del Trovafest 2017
En entrevista exclusiva para EL UNIVERSAL Querétaro, Oceransky nos abre las puertas de su historia artística y nos cuenta cómo influye la música en su vida.
¿Cómo defines tu música?
—No me ciño a etiquetas preestablecidas ni a ritmos específicos, no hago bachatas, boleros, sino que cuento historias de mi vida, y la música propia va llevando hacia donde se requiere. En el disco más reciente hay una canción que se llama “Las calles de la Habana” que evidentemente empieza siendo un son y termina como una danza, pero también hay canciones solamente con una orquesta de cuerdas, o un tema que le escribí a mi hija Valentina, pensando que fuera como una canción de princesas de Disney.
El año pasado produje un disco con música norteña de temas míos, entonces aprendí a utilizar los elementos de ese género que me gusta y tengo influencia de ellos, además puedo escribir boleros o lo que se necesite, así que no puedo definir mi música más que con mi música misma.
¿Qué lugar ocupa la música en tu vida espiritual y artística?
—Ha sido el detonante de mi consciencia espiritual gracias a la sensibilidad que provoca el simple hecho de cantar, pero también a la relación con mucha gente que te está brindando su energía al escucharte, mirarte, aplaudirte y concentrarse contigo en el mismo momento, y empiezas a sentir cosas que no te habían platicado que sucedían; entonces lo que me ha dado la música es ese despertar espiritual, una evolución que difícilmente hubiera obtenido por otros medios, porque probablemente con otras cosas puedes estudiar, pero cuando las sientes, cuando te penetra esa energía tan grande, lo que tienes que hacer es entenderla, porque la estás viviendo de primera mano. Ha sido un factor fundamental para la vida que llevo y la persona que soy en este momento, no sería el mismo si la música no hubiera tocado mi vida.
¿Quiénes han sido los creadores que han marcado las diferentes etapas de tu vida?
—De la infancia te puedo decir que me marcó mucho la música norteña porque es lo que escuchaba mi bisabuelo, y los boleros porque un tío abuelo mío tenía un trío y había muchas bohemias.
Más adelante escuché la música de mis padres: José José, Emmanuel, Carole King, James Taylor y The Beatles; en la tercera etapa es cuando surge el movimiento llamado “Rock en tu idioma”, con el que descubrí a Joaquín Sabina, Soda Stereo, Hombres G, Caifanes, Marta Sánchez, y al estar de moda, me empapé de esa corriente. En la universidad descubrí a los cantautores latinoamericanos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mejía Godoy y una serie de cantantes que no habían estado en mi espectro musical y eso me impactó muchísimo.
He tenido muchas etapas y cada una me ha enriquecido porque siempre ha habido un común denominador que son las letras, desde pequeño me enseñaron a apreciar las canciones, la buena voz y a disfrutar una buena melodía; las canciones que yo consumo deben tener esos tres elementos, si no, las siento incompletas.
¿Qué canción es la que siempre incluyes en tus conciertos o la que más te inspira?
—No son pocas, hay canciones que me acompañan desde el principio, pero por ejemplo te puedo decir que “Juro”, es de las indispensables; el público no me deja bajarme si no la canto. “Un beso grande”, “El faro”, “Como un ladrón”, esas son las canciones que más me solicitan y creo que “Tuve” es una de las que más me conmueven porque hablan de cosas muy íntimas mías, también la piden mucho.
¿Cuáles son los objetivos que te planteas al momento de ofrecer tu música a la gente?
—No soy de objetivos ni metas como tal, porque un objetivo es solo un punto en el camino, una meta es una línea o un paso, soy más de recorrer caminos, no sé a dónde me lleve, pero sé lo que soy, quién soy y cómo me voy a mover en ese camino. Un día aprendí que es mejor tener unas buenas velas, izarlas y ver para donde está soplando el aire y negociar ante eso para navegar con la vida.