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En el año 2000, la cantante Björk cimbró la alfombra roja de los premios Oscar, pero no de la manera “correcta”. La islandesa apareció con un vestido blanco en forma de cisne, diseñado por Marjan Pejoski, que fue destrozado por los críticos de entonces. Para bien o para mal, pasó a formar parte de la lista de looks memorables de esta prestigiada entrega.
La esencia de Björk, sin embargo, va más allá de ese polémico traje, que si bien reflejó la osadía y originalidad que la caracteriza, no transmitió el encanto teatral y vanguardista que despiden sus cautivadores atuendos. El arte, el diseño y la tecnología suelen fusionarse no sólo en sus videos musicales, sino también sobre el cuerpo de la la intérprete, quien ha sabido explorar su creatividad en distintos planos, como el de la indumentaria.
Su particular estilo sobre el escenario, así como su sonido experimental y producciones audiovisuales, hoy son objeto de una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, mediante la cual el público podrá adentrarse a sus más de dos décadas de carrera, en las que ha logrado configurar un contundente binomio que atrapa los sentidos.
Más de un centenar de obras –como objetos artísticos, trajes, videos e instrumentos– conforman esta exposición, cuya curaduría estuvo a cargo de Klaus Biesenbach. La muestra abrirá sus puertas el próximo 8 de marzo y contará con tres pisos dedicados al trabajo de la intérprete. “Lo exhibido está diseñado por talentos como Alexander McQueen, filmado por Spike Jones o fotografiado por Juergen Teller”, afirma el alemán.
El llamado de la música Björk nació en Reikiavik, Islandia, en 1965. Desde pequeña mostró su inclinación por la música, lo que la llevó a publicar a la edad de 11 años su primer álbum, el cual ostentaba su nombre. Poco después formó una banda de punk integrada exclusivamente por mujeres, que terminó por desintegrarse. Más tarde, fue integrante de diferentes agrupaciones de este mismo género musical.
En 1986, la islandesa dio a luz a su primogénito, llamado Sindri. En esa fecha arrancó uno de los proyectos que le dio gran fama, The Sugarcubes. Siete años más tarde, después de haber probado suerte en distintos grupos, la cantautora se lanzó como solista con el material Debut, el cual alcanzó disco de platino en Estados Unidos. De dicho álbum, Björk consiguió vender más de tres millones de unidades, una cifra nada despreciable para una intérprete alternativa.
En 1994 colaboró con Madonna en la creación del tema “Bedtime Story”. Tres años después, salió a la venta el disco Homogenic, considerado uno de los trabajos más experimentales y mejor logrados de su carrera. La portada de este corte estuvo diseñada por el finado Alexander McQueen y fotografiada por Nick Knight.
Desde entonces a la fecha, la también compositora ha publicado cinco producciones más: Vespertine, Medúlla, Volta, Biophilia y Vulnicura, este último lanzado apenas el mes pasado a través de una plataforma digital debido a un ataque cibernético, ya que estaba planeado salir a la venta en marzo, al mismo tiempo que se inaugurara laexposición.
La mujer que cayó a la Tierra En cada producción musical, la islandesa suele cuidar hasta el más mínimo detalle, por lo que a cada elemento le destina la importancia debida para transmitir el concepto que idea. La indumentaria suele ser un recurso esencial, no de apoyo, tanto en el arte de sus álbumes y sus videos, como sobre el escenario.
Ejemplo de ello fue la portada del disco Homogenic, para el cual el fallecido diseñador Alexander McQueen confeccionó el kimono de seda que Björk utiliza. Desde ese momento, la relación entre ambos se volvió estrecha, ya que sentían una fuerte atracción por la naturaleza y la tecnología, además de que, evidentemente, eran dos mentes muy inquietas en el plano creativo. En 2010, la intérprete fue invitada a actuar en el funeral del británico, donde entonó el tema “Gloomey Sunday”.
Criticada por algunos pero alabada por muchos más, Björk es dueña de un estilo musical e indumentario únicos. Su osadía y disponibilidad a experimentar en ambos terrenos la colocan como una de las intérpretes más cautivadoras de las últimas dos décadas. A través de cada producción, ya sea discográfica o audiovisual, la islandesa demuestra que, aún hoy en día, se puede ser auténtica sin morir en el intento.