La gran pasión de José Luis Perales es la composición, para ella sólo necesita “una guitarra y la sombra de un árbol, si es verano, o el fuego de una chimenea, si es invierno”, envuelto en la soledad que describe como un mundo mucho más placentero, hasta que el público demuestra su cariño con ovaciones y piropos.

“El más raro de todos es ‘Dioso’, en Lunapark en Buenos Aires me lo han dicho en varias ocasiones”, contó divertido el autor, quien aún recuerda sus primeras experiencias con el público mexicano.

“El Patio era un sitio muy especial, donde se presentaban los artistas, y cuando terminé de cantar me llovieron servilletas atadas y me asusté, pensé que había sido un fracaso estrepitoso, luego la señora del camerino me felicitó ‘pero ¿no ha visto? me han tirado de todo al escenario, servilletas con nudos ¡casi me descalabran!’”, dijo a la mujer, quien le explicó que aquella había sido una muestra de aceptación y no de rechazo.

El cantante admite que, así como hablaba con su esposa de sus éxitos, también hubo ocasiones en que la llamó en busca de consuelo.

“Ahora todo es muy bonito pero cuando empiezas puedes llegar a un sitio y ese auditorio puede estar vacío. Cuando empecé, hace muchos años, llegué a una sala para 3 mil y había 20 personas; es una cosa tremenda cantar para pocos y hay que hacerlo como si estuviera llena”, contó el artista.

El cantante español, que nunca se ha caracterizado por hacer giras constantemente, aún siente inseguridad en algunas ocasiones.

“A veces me ha dado miedo llegar a un sitio y me he preguntado ¿se acordarán de mí? y me he encontrado la felicidad de que me estaban esperando”, contó.

Esta noche, como cada tres años, vuelve a México para ofrecer un concierto en el Auditorio Nacional, donde presentará su más reciente álbum Calle Soledad.

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