Los Ángeles.— A la edad de 60 años, Carrie Fisher, ícono del cine por su personaje de princesa Leia en la saga de Star Wars (La guerra de las galaxias), murió tras haber sufrido un paro cardiaco el pasado viernes 23 de diciembre durante su vuelo de regreso a casa, Londres-Los Ángeles.
Al momento de su muerte, Fisher era una mamá de carácter agudo en la teleserie Catastrophe en su tercera temporada recién grabada para Amazon TV, así como sus escenas para Episodio VIII: Star Wars habían sido terminadas. Aún no hay noticia de qué sucederá con su personaje de Leia en el anunciado Episodio XIX (2019). Lo último que el mundo vio de Carrie fue su imagen digitalizada, portando su voz, revisando su rol de princesa en Rogue One: una historia de Star Wars.
Fisher fue compañera de toda una generación con su imagen de la princesa Leia adornando en pósters las habitaciones de jóvenes que se enamoraron en un instante de su belleza y personalidad. Carrie, sin proponérselo al inicio y luego abrazando a su personaje de la Alianza Rebelde, fue pionera en mostrar en pantalla cómo una mujer podía no solamente liderar una causa o misión, sino ser jefe de hombres.
En esos años setenteros, donde la publicidad veía a la mujer de forma condescendiente, el personaje de Leia iluminó el camino para que tiempo después surgieran las teniente Ripley (Sigourney Weaver) en Alien, Sarah Connor (Linda Hamilton) Terminator y Marion (Karen Allen) Cazadores del Arca Perdida.
Leia surgió de la admiración de Lucas por la presencia femenina que leyó en los cómics y literatura fantástica de su adolescencia; pero también de cómo él prestó atención a las mujeres que se sumaban a las filas universitarias para estudiar cine e irrumpir en el Hollywood machista de los 70.
Esa frescura, vitalidad, independencia y osadía fue llevada por Fisher a la pantalla, luciendo sus peinados revolucionados, incluso lanzando frases con humor como: “¿alguien puede quitarme a este tapete caminante de mi camino?”, refiriéndose a Chewbacca, que le interrumpía su paso para salvar a la galaxia.
Con su belleza de otro mundo, como algunos críticos la describirían, Carrie tomó a Hollywood por sorpresa, cuya comunidad volteó a ver a la joven de apenas 19 años en un personaje que remitía a los seriales a la Flash Gordon y que deseaba con desesperación sacudirse esa imagen trágica de saberse abandonada a los dos años por su padre, el cantante Eddie Fisher, quien se casó con Elizabeth Taylor, dejando atrás a la madre de Carrie, Debbie Reynolds (Cantando bajo la lluvia)
En una entrevista para Rolling Stone en 1983, Fisher dijo que Leia era un soldado en la original Star Wars y lamentó que los escritores solieran ponerla enojada para mostrar su fortaleza. Aun así en El imperio contraataca (1980) Carrie fue el corazón con la famosa declaración amorosa a Han Solo (Harrison Ford) en su: “Te amo”. “¡Lo sé!”
“Ya para el El regreso del Jedi (1983) pude ser más femenina, apoyar emocionalmente y ser más afectiva”, dijo Fisher a Rolling Stone. De ese mismo filme años después declaró que disfrutó estrangular a Jabba The Hutt: “Es la razón por la que uno se vuelve actor: matar a un monstruo gigante”.
Más allá de Leia. Carrie Fisher se vio representada en cuanto artículo de Star Wars Lucasfilm (y ahora su socio Disney) pudiera imaginar, pero también se convirtió en una presencia de la cultura pop, como aquella escena de la serie Friends donde Jennifer Aniston se viste y peina como Leia —usando las distintivas “cebollitas” sobre sus orejas— para enamorar a su novio Ross.
La actriz también mantuvo una continua comunicación con sus fans, usando la literatura. Las novelas Surrender the pink, Delusions of grandma, The best awful there is y Postcards from the edge muestran la vida turbulenta de Fisher: desde adolescente comenzó a ingerir drogas, fue adicta a la cocaína y lidió con su bipolaridad. Bajo el título Recuerdos de Hollywood se proyectó la vida de Carrie, siendo interpretada por Meryl Streep.
Fisher le dio al cine sus mejores años participando en Los hermanos caradura (1980) con Dan Aykroyd y John Belushi, Hanna y sus hermanas (1986) bajo la dirección Woody Allen y como la fiel amiga de Meg Ryan en Cuando Harry conoció a Sally (1989); pero fue su trabajo como correctora de guiones de cine, la que le dio una segunda carrera: Arma mortal 3, Hook: el regreso del capitán Garfio y El cantante de bodas.
La ironía fue parte hasta el final de su vida, pues Fisher nunca tuvo una estrella en el Paseo de Hollywood, pero millones en su entorno cuando camina en el universo de Star Wars.