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“¿Cómo está la escuela, cómo están los muchachos? Que no dejen de bailar, tienen que enamorarse de la danza, que la amen todos los días”, eso fue lo último que le dijo Guillermina Bravo a Miguel Ángel Añorve, amigo, colega de la bailarina y coordinador de espacios institucionales del Colegio Nacional de Danza Contemporánea y del Centro Nacional de Danza Contemporánea (CENADAC).
El bailarín y coreógrafo, quien estuvo presente en el velorio que se realizó en el CENADAD, dijo que Guillermina llamaba la atención por su carácter, “tenía un carácter muy fuerte pero también era muy humana, por eso le decían ‘la bruja’, porque cambiaba”. Y en esos cambios también emocionaban, “la bruja te emocionaba con sus palabras, con la forma de hablarte, sin mimos, directamente, te convencía y con la realidad de lo que era, pero poco a poco te va enamorando, te va enamorando ella y te va haciendo que te enamores de la danza.
Miguel la acompañó en el camino que emprendió a Querétaro para fundar el Colegio Nacional de Danza Contemporánea y el Centro Nacional de Danza Contemporánea, uno de los más grandes legados que dejó Guillermina para México.
Siguiendo el ejemplo de la “madre de la danza contemporánea de México”, el Colegio seguirá funcionando, inculcando en las nuevas generaciones el amor por la danza.
Antonia Quiroz, quien también estuvo presente en el velorio a Guillermina Bravo en el CENADAC, dijo que la bailarina era una apasionada, con un deseo por descubrir algo nuevo siempre, como coreógrafa y como bailarina.
Alumnos y ex alumnos de este centro de estudios estuvieron acompañando a la bailarina y coreógrafa en su última estancia en el CENADAC.