“Hay momentos en que la vida nos destina un duro y demoledor golpe que nos deja sin defensa, expuestos totalmente”, escribió Gerardo Esquivel en mayo de 2018, en una colaboración para EL UNIVERSAL Querétaro, en donde habló del proceso que vivió en su trasplante de riñón. El pasado viernes 26 de abril murió el pintor Gerardo Esquivel, Geer, como le llaman cariñosamente sus sobrinos, sus amigos, y esa noticia ha calado en la familia y personas cercanas a su historia, a su labor artística, como “un duro y demoledor golpe, que nos deja sin defensa, expuestos totalmente”.
Después de los servicios funerarios, se celebró una misa de cuerpo presente en el templo de Santo Domingo, en donde se reunió la familia y algunos compañeros de juventud, quienes despidieron entre aplausos al amigo Esquivel, al hermano, al amoroso tío, “al pintor, vecino de Querétaro”, estas últimas palabras son las que utilizaba el mismo artista para firmar sus colaboraciones.
Entre quienes acudieron a la misa estaba Margarita Magdaleno, especialista en arte y amiga de la familia del pintor.
Como un artista genuino, describió Magdaleno a Esquivel, y añadió que es un creador con una obra sólida, que ahora tendrán que reunir y reflexionar.
“Es uno de los queretanos contemporáneos con gran valor, con una producción original, sin imitaciones ni reclamos; y es una obra que habrá que revisarla con mucho cuidado, más allá de lo que acostumbramos ver cuando vamos a las exposiciones; una de las exposiciones más lindas que yo vi de él, es la más reciente, la que presenta el Museo de la Ciudad; Gerardo es un queretano ilustre, con un talento innegable, y que además nunca hizo alarde de ese talento, sino que trabajó y trabajó y trabajó, y eso se agradece mucho”, manifestó Magdaleno, directora fundadora del Museo de Arte de Querétaro.
Con la partida de Gerardo quedan los buenos recuerdos y mucho trabajo por hacer, el artista dejó algunos materiales pendientes, en la última entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro dijo que tenía varios libros por publicar, entre ellos, un sistema adivinatorio que comenzó a diseñar en su viaje por París.
“Necesito terminar muchas cosas que hice en Europa, son proyectos de libros objeto, ensambles, cuadros, series de dibujos, tengo muchas cosas que hacer y es como cerrar mi trabajo, porque mucho tiempo no tengo y soy trasplantado y tengo que pensar que mi riñón no me va a durar más allá de 15 años, aunque tal vez sí, pero 15 años está bien, o 10, para terminar mi trabajo. (…) Quiero hacer libros objetos, tengo unos sistemas adivinatorios que también quiero hacer, tanto en gráfica como en objeto, como en pintura”, declaró.
La voz de Esquivel siempre fue crítica, incluso consigo mismo. En la muestra que presenta el Museo de la Ciudad, con permanencia hasta el 12 de mayo, se reconocen 44 años de trayectoria. Al recorrer con el artista su exposición, él mismo dijo: “Me falta trabajar más, no me siento satisfecho”.
Por experiencia propia, por experiencia de sus mismos amigos artistas, Gerardo criticó la falta de un mercado en el ámbito local y con ello, el poco valor que la comunidad tiene por sus artistas.
“Lo que se tiene que hacer es que la comunidad quiera a sus artistas, a sus escritores, porque siempre los han perseguido, a don Hugo Gutiérrez lo persiguieron, a Francisco Cervantes lo corrieron, a Chava Alcocer lo dejaron morir en la miseria, Julio Castillo murió ayudado por Manuel Naredo, que ayudó también a Francisco Cervantes. La comunidad no quiere a sus artistas. Ese es el problema, que la comunidad no quiere a sus artistas”, afirmó.
Era un rebelde, en alguna ocasión mencionó que su rebeldía era para no aburrirse. En la última charla, describió su rebeldía como la de un lenfant terrible (niño terrible). “Sí, somos los niños terribles de este rancho confesional y del D.F., porque íbamos y les decíamos lo que se merecían en su cara”, hablaba de él y su amigo Julio Castillo. Y también expresó la necesidad de que existan más niños terribles en Querétaro, críticos con su propia obra y su entorno.
Esquivel no tenía miedo a ninguna pregunta. Se le cuestionó sobre las enfermedades que lo aquejaban y su trasplante de riñón. Sin contrariedad dijo que sabía que podía morir en esa operación, pero no tenía miedo a la muerte.