Al iniciar el año, pretendía seguir la línea de cuentos y relatos, quedarme en la zona de confort literaria que conozco y me gusta, empecé con un relato “Locura en el Golfo” en el que evocaba algunos personajes de la infancia. Entonces llegó la pandemia y mis letras ya no se sentían livianas, más bien eran sofocadas por la distancia y la incertidumbre. Abrí el texto preguntando ¿Qué está pasando con nuestra humanidad? “Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria”, dijo Borges (entiéndase como penuria la falta o privación de las cosas más necesarias para vivir). Es y será interesante ver las formas que innovamos para poder lidiar con el confinamiento, lo cual considero que saldremos bien librados, el ser humano es creativo; lo que me preocupa es nuestra humanidad social, porque somos seres sociales y por salud se nos ha impuesto una distancia. Hoy el amor mide metro y medio de distancia. Y así comencé una novela por entregas titulada “El amor en los tiempos del coronavirus”, donde se narra la historia de Ximena una escort que levita entre las vidas de sus clientes y las esposas de los mismos, todos atrapados en contextos sociales diversos, pero en la misma realidad que nos atrapó este año. Después de 14 capítulos, que se traduce a 14 semanas de encierro, evocar al pasado se volvió algo frecuente, escribí “El origen” en el que comparto cuáles fueron mis inicios en la escritura, tenía 15 años: “Un día de tantos, tomé un cuaderno y comencé a escribir, a escribir la historia de una joven que estaba enamorada de un hombre que no sabía amar y ella le mostraba el camino. Hoy en día, lejos de enternecerme aquel manuscrito, me parece nauseabundo. Pero fue así como las letras me salvaron de volverme loca, escribía al despertar y al dormir, siempre había algo nuevo, algo terrible que agregar a la historia, sangre, gritos, súplicas, todo aquello se transformó en letras. El final no fue feliz. Mamá no regresó al rancho después de descubrir lo que estaba pasando dentro y fuera de mí. Pero entendí que lo único seguro, lo único que podía salvarme, eran las letras, siempre precisas, siempre inmediatas”. Una vez que salí del origen, una puerta que mantenía entreabierta se abrió, hablar sobre la violencia, la salud mental desde un punto neurobiológico y social se transformaron en una narrativa más sólida, informativa, ágil y precisa. Leyeron sobre el asesinato de Jessica González, en el texto “Normalizar la violencia” parto desde el papel que desarrollaron los amigos del asesino al ser cómplices y guardar silencio. Después del hecho se comentaba que el asesino de Jessica actuaba de acuerdo a su instinto, ya que “los hombres son violentos por naturaleza”, tema que desarrollé en “Reparando conductas” con la historia de Arnoldo, quien parte de su vida normalizó el hecho de ser violento hasta que la razón y la ciencia le dieron la alternativa de reparar su conducta, la razón: una falla neurológica, la solución: un par de pastillas que ayudaban a regular el neurotransmisor que por genética y desde nacimiento se encontraba alterado.

Siguiendo por esta línea que por cierto fue muy bien recibida por ustedes lectores, escribí “Domesticar el instinto” en donde desgloso el concepto de instinto a través de la perspectiva de género. Concluí que si como mujeres han logrado a lo largo de nuestra historia reprimir nuestro deseo a tal grado de domesticarlo.

Incursioné también en el ensayo sociopolítico, escribí “Entre monumentos y mentadas”, texto que narra la historia detrás de la Estela de Luz, la cual no enorgullece, no conecta, pasa desapercibida, pero hoy, por el derroche millonario y por las transas que la construyen, pasa a la historia como el monumento a lo miserable, maltrecho, lamentable, ruin y hasta perverso.

Para cerrar el año escribí “Canibalismo entre mujeres” que si es leído en comparación con “Hoy nos ponemos de pie”, inspirado por la mega marcha del 8 de marzo por el día de la mujer, resulta contradictorio y desolador. En el segundo, se invita no solo a la unión entre mujeres sino al respeto entre nosotras. En el segundo abordo la hipocresía, la doble moral que existe entre nosotras mujeres hacia nuestro mismo género en TODOS los aspectos de la vida: “Marchamos a favor de nuestros derechos como mujeres, apoyamos las iniciativas para eliminar la violencia contra nosotras, acudimos a foros donde mujeres hablan sobre su trabajo empresarial, artístico, científico, humanitario, deportivo, etc. Pero cuando una ‘hace algo que nos molesta’, ‘no piensa como nosotras’, ‘se viste de una manera que no nos parece’ o simplemente porque una mujer es mejor que nosotras en algo o en muchas cosas o en todo, este teatro de compañerismo y lucha en equipo, se cae, porque pareciera estar cimentado en lo inexistente ¿Por qué somos incongruentes? Somos capaces de gritar en las calles y desgarrarnos la garganta por la injusticia que tiene la sociedad con sus féminas y no podemos aceptar que hay mujeres más bellas, inteligentes, preparadas, con mejor posición económica, elocuentes, divertidas, talentosas que nosotras. Antes de aceptar la cualidad preferimos disminuirla, cuestionarla y humillarla. Ahí reside el constante fracaso de los movimientos a favor de las mujeres, que la fuerza que puedes ver en las fotografías y videos, está hecha de papel”.

Para mí el 2020 puede ser resumido en la siguiente frase: “Es posible reparar conductas, es posible domesticar el instinto”. Este año de escasa convivencia con terceros, nos dejó una convivencia a consciencia con nosotros mismos, permitiéndonos conocernos, perdonarnos y sanarnos. Gracias por un año más querido lector, que las letras nos unan por siempre.

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