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El inventario de objetos, ostentado por Tayde Bautista en Bultos de Ropa(1) (2018), apropiados por una familia de cuatro hermanas, una madre y un padre, explora, a través de episodios dispersados y desapegados de temporalidad, el lazo que se genera con las pertenencias durante su camino existencial en este planeta. Compañía inanimada, prometedoras de una buena vida, espejismos cubiertos de información, expansiones de sentidos; atesorados por oportunidades, inquietudes y distracciones, memorias anidadas, refugios interiores.
Abandonada con la inutilidad de los objetos perdurables, sentenciados a la desintegración centenaria, Hermana Cuatro encuentra en prendas olvidadas la oportunidad de abrazar familiares ausentes. Adopta palabras de sus progenitores y hermanas, referenciadas por el orden de su nacimiento ante un nombre omitido. Revisita los patrones sociales de inequidad y violencia que gobernaba su estructura familiar, eclipsada por la inseguridad del crimen organizado, la insuficiencia de recursos públicos en escenarios rurales y la incertidumbre de las manifestaciones de la naturaleza.
Bautista sienta a la mesa, despedaza polifonía evocada plasmante de una fundación familiar estacionada en roles otorgados. Madre entregada, abatida tras el rechazo de sus hijas que abrazan a quien las asocia con fragilidad, trasgrede a través de la disciplina violenta, apática y severa: un padre que libera sus emociones en el aislamiento del campo. Rehusando su procedencia, Hermana Uno distancia a través de binoculares en busca de semejantes. Hermana Dos abandona la casa familiar para disfrazarse en oasis de posibilidades símiles en desilusión. Hermana Tres suspendida en pasatiempos del amor, encuentros coquetos de exploración sexual. Hermana Cuatro abandonada en la ingenuidad de los privilegios, sueños aplacados, crédula de un futuro esfumado.
En el suelo, afuera de la casa y debajo de una ventana hay varios bultos de ropa. Llueve, las prendas se mojan; no hay quien tienda los pantalones, las faldas, las blusas. Puede ser que a nadie le importe. Llevan días. Aparecieron poco a poco. Primero un saco largo, algunos vestidos, blusas de encaje, pijamas de cuadros; una amalgama de trapos coloridos: amarillo chillante, rojo cereza, azul cielo, morado…
Las personas que pasan por esa casa aceleran la marcha. Nadie quiere mirar, nadie quiere volverse, nadie quiere recordar. La ropa es un recordatorio de lo que pasó. (Bultos de Ropa, pp. 13)
Incógnita apocalíptica, preavisada presencia, desglosa a la población a una migración precaria. Éxodo fragmentado, arrastra la desnutrición, transita ante la mujer que deambula en la vulnerabilidad de su morada. ¿Sería un desastre natural o eran los criminales cobrando vidas? (Bultos de Ropa, pp.29) Anticipar la destrucción, ignorante de su carácter, decaerla en agonía silenciosa al resguardo de las paredes de un hogar desmenuzado.
Tayde Bautista deshila migajas de prendas ahuecadas por el desamparo del antier, arrebatadas por la condena de fuerza misteriosa. Bultos de Ropa es una invitación a disfrazarse, remembrar la fumigación provocada por “Eso”, conjeturar la naturaleza de tal incierta esencia, afrontar el desamparo, explorar el cataclismo desde la intimidad.
Guilhem Luycx (1996) autor de Porcelana de Menta (2019), Nos acordaremos algún día (2020) y Plural (2020), entre otras obras.