Primera parte
Buen domingo mis queridos lectores, hace 15 días habíamos platicado sobre personajes que se han quedado en nuestra memoria por su característica personalidad. Decidí tomar algunos personajes de la Plaza del Golfo de Tampico, porque gran parte de mi infancia la pasé entre el olor a jobo, huyendo de los cangrejos azules gigantes, trepando las bardas para poder mirar la llegada de los barcos, el sabor a chamoyadas y trolelotes. En pocas palabras, porque extraño Tampico. Y el verbo “extrañar” es inevitable en estos días, es por eso que hoy quiero compartirles lo que percibo que está pasando con nuestra humanidad en tiempos de pandemia. Vamos a platicar sobre lo que sentimos, sobre como percibimos nuestra nueva realidad. Dejaremos pendientes a nuestros personajes del Golfo y la huasteca, para hablar sobre el amor en los tiempos del coronavirus.
¿Qué está pasando con nuestra humanidad? “Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria”, dijo Borges (entiéndase como penuria la falta o privación de las cosas más necesarias para vivir). Es y será interesante ver las formas que innovamos para poder lidiar con el confinamiento, lo cual considero que saldremos bien librados, el ser humano es creativo; lo que me preocupa es nuestra humanidad social, porque somos seres sociales y por salud se nos ha impuesto una distancia. Hoy el amor mide metro y medio de distancia.
¿Qué pasará con los novios?, ¿existirá la crisis por la ausencia del ser amado? Dicen que la distancia es el olvido… ¿Será? El contacto físico en el amor es uno de los principales alimentos del alma, los besos, los abrazos, las caricias. El amor debe desarrollar una faceta en la que las palabras serán su mejor regalo, escudo, arma. Todo lo que se diga en estos tiempos, debe pensarse dos veces porque tendremos tiempo para recordarlo una y otra vez.
¿Qué pasará con los novios, los matrimonios, las uniones que no son armónicas y que se ven forzadas a convivir? Existe un tipo de relación, que por alguna razón queremos preservar: la tóxica. Los y las tóxicas sobreviven a lo largo de la historia por varias razones, mi teoría es que esa es la manera en la que nuestros padres nos enseñaron que era el amor: todo menos libre. Probablemente en la adultez pensamos que ese el tipo de amor que merecemos. Amores tóxicos que se cuelan entre las costras del pasado y se anidan por largas temporadas. Ustedes saben a qué amores me refiero, todos hemos pasado por esos pantanos: aquellos en los que colocamos en las manos del ser amado toda la responsabilidad de nuestra felicidad o viceversa, nos regalan la responsabilidad de la felicidad ajena.
Hoy nos preguntamos ¿qué pasará con los tóxicos confinados bajo el mismo techo? ¿A dónde puede conducirlos esta clase de convivencia sino a la confusión, la incertidumbre, la tristeza? Despertar, desayunar, comer, callar, dormir, volver a callar… con una persona con la que no quieres estar, pero estás. Camila tiene un novio, Joaquín; tienen dos años de noviazgo y parece no funcionar. La última discusión fue por unas fotos en las que Joaquín aparecía muy cariñoso con un par de muchachas, el título de dicha imagen aparecía como “Upsi” en redes sociales. Camila la vio y decidió salir con otro chico como si fuera una “venganza”. ¿Qué creen que pasó después del drama? Nada, siguieron juntos y entonces Camila tuvo una brillante idea, utilizó “la vieja confiable” y se embarazaron. “Seguramente con un bebé nuestra relación va a mejorar”, se decía a sí misma. ¿Qué creen que pasó durante el embarazo? Nada, siguieron juntos y Joaquín ahora decidió engañarla con una de sus amigas. El bebé nació y nada mejoró, pero permanecían juntos porque para ellos, el amor es así: traumático. Ella se queja constantemente y utiliza las redes sociales para desahogarse, él sale todas las noches y regresa ebrio. ¿Terapia de pareja? “¡Ni que estuviéramos locos!” Hace dos meses le ofrecieron trabajo a Camila, ella empaca, grita, amenaza, planea; no solo se va de su casa, se va del país. Su empleo en Canadá parece ser la solución a todos sus problemas, la fecha de inicio llegaba con la primavera. A esta historia de amor llegó un tercero, o más bien un cuarto en discordia: El Covid-19. Camila se queda en casa, en México, en cuarentena. Joaquín se queda al lado de su aún novia e hijo, bajo el mismo techo porque hoy él está desempleado, ¿qué pasa al final? Es predecible. ¿Ayudará este tiempo para analizar nuestras relaciones interpersonales? ¿Dejaremos la toxicidad para elegir la felicidad al final de estos tiempos virulentos? Eduardo tiene un matrimonio de 30 años con Sofía, tienen dos hijos ya mayores y su historia está basada en dos pilares: dinero y sexo. ¿Y eso qué tiene de malo? Se estará preguntando mi estimado lector, pues no hay nada de malo solo que el acuerdo sexual no incluye a las dos partes. Sofía se casó con Eduardo porque él era el heredero de un imperio textil, él nunca tuvo problemas de dinero, Sofía sí. No se sabe con exactitud porque Eduardo se casó con Sofía, ella es lo opuesto a ser una buena persona, no posee una mente brillante ni un vestigio de belleza, sin embargo “Ella me mantiene en mi centro” dice Eduardo cuando sus amigos le cuestionan por qué sigue con ella: No hay amor, no hay polaridad, no hay planes a futuro. Se ven para conversar, él paga todo lo que Sofía quiere, los viajes, la ropa, las joyas. Este matrimonio parece funcionar a lo largo de su historia. Eduardo puede tener relaciones amorosas con otras mujeres, con todas las que él quiera, su esposa lo sabe, ahí reside el acuerdo: Él goza su sexualidad y ella goza el dinero que este le puede proveer. Se acerca Semana Santa y Eduardo tiene planeado un viaje de ensueño a la playa con su amante Ximena. Sofía estará dos meses en Europa. Malas noticias: Covid-19. Al igual que Camila y Joaquín, deberán permanecer confinados. Eduardo no podrá salir con otras mujeres, Sofía tendrá que quedarse en su palacio al lado de un perfecto desconocido ¿De qué podrán conversar? ¿Pasarán alguna noche juntos? En el más utópico de los escenarios podrían enamorarse de verdad, en el escenario real: destrucción. Ya no existe el escape.
¿Qué pasará con los amantes? Como Eduardo y Ximena, cuya pasión secreta solo se vive entre las sombras y lo prohibido y que de ahí viene su existir, acaso. ¿La pasión es temeraria? ¿Con quién podrá hablar Ximena de sus dudas? Porque como en todas las historias, ella está enamorada. No puede llamarle, porque es un secreto y ahora Sofía está al pendiente. Eduardo no tiene con quién hablar, con quién compartir sus ideas, sus tristezas, porque no solo Ximena es una excelente amante en la cama, sino que sabe escuchar y dar consuelo. El tiempo seguro causará estragos. Ximena ya no quiere ser un secreto. Eduardo no sabe cómo curarse de Sofía. Sofía no puede prescindir de su marido: “Hasta que la muerte nos separe”.
Ximena es dama de compañía, “scort”. Así conoció a Eduardo. “Pero lo de nosotros es diferente, yo a él lo quiero, nos queremos. Mi trabajo solo es aparentar, escuchar, sonreír, ser bonita”, explica. Los clientes, en su mayoría, son hombres mayores de 65 años. ¿Qué pasará con sus ingresos ahora que su fuente principal de ingresos es parte del grupo de alto riesgo en la pandemia? Ximena decide crear una modalidad virtual para satisfacer los deseos de sus clientes, el detalle es que muchos de ellos no sabrán utilizar esta herramienta y desistirán en el intento. Como Pablo, de 74 años, ve a Ximena una vez a la semana para comer, ir al cine, beber unas copas y platicar. Hoy ante la ausencia de Ximena, descubre por primera vez que hay cosas que el dinero no puede comprar. ¿Qué será de los amantes como Pablo? Sumergido en una soledad llena de lujos, de copas vacías, de melancolía. ¿Qué será de los amantes como Mauricio? Chofer de taxi que también es cliente de Ximena, Mauricio de 34 años que llena a la ojiverde de regalos y efectivo a cambio de sus caderas, sus senos, sus piernas. Mauricio “juntado” como él explica: “con la Norma porque pues la dejé panzona y no hubo de otra más que juntarnos. Pero la Norma no se cuida, no se arregla y pues uno es hombre y mientras no les falte nada a mis hijos, yo puedo darme un gustito, como Ximena, que sale cara pero bien vale la pena”. Ahora la cuarentena sentencia a Mauricio: Sin gente no hay pasaje, sin pasaje no hay dinero y sin dinero no hay Ximena. Al parecer la única que parece disfrutar esta nueva situación es Norma, su marido ¡Por fin en casa! Norma está estrenando lencería, recetas de cocina, sonrisas, ocurrencias y Mauricio aunque presente en la cama, en su imaginación solo está Ximena, ella que no huele a humo, que no tiene sobrepeso ni cicatriz de cesárea, ella que tiene silicón en lugar de grasa, ella que casi no habla. Norma lo sabe, percibe a su marido ausente, pero mejor así, porque la soledad duele menos sin conflicto. Callar y pretender que todo está bien, ese parece ser el dictamen final del amor tóxico en tiempos de cuarentena.
*Escritora de Tampico, Tamaulipas, actualmente radica en Querétaro.