Queridos lectores se nos da la bienvenida a la fase tres de este zoológico humano. Continuemos con la historia, tal parece que en estos tiempos el amor obedece a la regla de que si no duele no sirve.
Tomás, el cliente que Ximena tuvo que aceptar en su casa porque no llegó la mensualidad de Eduardo y ahora Ximena, con el corazón y las costillas rotas, llora en el piso del departamento mientras Tomás, tranquilo, toma el elevador para bajar e irse caminando a casa. Precavido usa un cubreboca, se soba los nudillos una y otra vez, no siente remordimiento, solo un vacío que parece no calmarse con nada y el eco de una voz que está cansada de esconderse. Ximena cumplía su trabajo de escort como su acompañante desde hace tres años. Ante los amigos de Tomás, eran la pareja ideal: deportistas, bellos, impecables; en redes sociales destacaban palabras de amor hueco y sonrisas ensayadas. Al final el objetivo se cumplía, ella hacía su trabajo (con bonos extra por dichas fotografías) y Tomás lograba pasar desapercibido ante los ojos de la sociedad. Por la noche después de cenar con sus familiares, se despedían en Zona Rosa. Por Ximena pasaba el chofer de Pablo (su cliente de 73 años) y Tomás por fin podía ser él mismo en Rico Club. Tomás no era abiertamente bisexual, claro que Ximena le atraía, pero era una atracción llena de resentimiento, ella podía ser libremente lo que ella había elegido y él no podía. En sus encuentros él siempre lograba lastimarla un poco, “perdón fue sin querer”, decía y pagaba. Pero esta noche tenía toda la intención de romper todo lo que ella significaba en su vida: una mentira. Tres semanas pretendiendo ser, fingiendo, aparentando. Esa noche Tomás visitó a Ximena tal y como le dijo a su mamá que lo haría. Después de tomar un par de copas, el ambiente se puso tenso.
—Ya no puedo más con esto. Raúl no quiere que lo siga ocultando.
—Tomás, ya basta de engaños. Diles quién eres o ve a buscar tu libertad. No los necesitas.
—¡Y entonces de qué vivimos Ximena! Porque sabes que lo que te pago viene de mi familia no precisamente de mi trabajo.
—Pues yo no voy a ser un gasto más entonces. No vas a soportarlo, lo sabemos. ¿Vale la pena seguirte torturando durante quién sabe cuánto tiempo más? No te miento, necesito el dinero. Pero me gustaría que fueras feliz.
—¿Y a ti quién te preguntó lo que a ti te gustaría? Tú lo dices porque para ti es fácil, no tienes familia, no tienes un amor sincero, no le importas a nadie, no tienes que fingir nada. A ti te gusta ser puta y no tienes problema con eso.
—Vete de mi casa.
—¿Hablas de decir la verdad y te ofende que te diga puta en la cara? No chingues Ximena, si eso eres.
Ximena se levantó para darle una cachetada y tratar de empujarlo hacia la puerta. Fue en vano ¿Eduardo dónde estás? Solloza.
Eduardo mitiga el hambre con los videos que envían sus amigos del grupo de whatsapp, antes no prestaba atención a las imágenes, incluso las consideraba de mal gusto. Él tenía a Ximena a diferencia de sus amigos, no tenía que fantasear con la belleza ajena, él es dueño, amo y señor de la misma. Perdón. ERA, ya no lo es más. Hoy, como todos en el grupo, comparte fotos y videos de mujeres bellas, desnudas. Sofía le deja tener ese pequeño gusto, no le molesta, jamás le ha molestado. Sofía solo ha estado interesada en una sola cosa toda su vida: en el dinero. Es interesante como dos personalidades tan distintas logran encontrar lo que ellos llaman equilibrio. “Acuéstate con quien quieras, pero que a mí no me falte nada”. Eduardo y Sofía eran el equipo adecuado para sí mismos: libertad y dinero. Pero hoy pareciera que a Sofía su marido le parece más atractivo que los viajes que ya ha comprado y planeado para el término de la cuarentena. Lo mira sentado vistiendo una bata de satín, leyendo el periódico y siente el deseo que nunca había percibido entre sus piernas. Se acerca y lo besa. Él no reacciona. Sorprendido le pregunta “¿qué tienes?” Ella insiste y él delicadamente la frena para darle un beso en la frente. “Ni mi abuela me daba besos en la frente Eduardo”. Silencio. Él no está confundido, sabe que si no reacciona rápido a como Sofía espera, todo podría empeorar. “No sabía que te habías vuelto puto”. Eduardo la toma por la cintura y más por desesperación que por ganas, le hace el amor a su esposa. Al terminar ambos tienen una sensación desagradable en el cuerpo. Ella se dirige a su habitación y se encierra con llave. Él siente que el olor de Sofía ha logrado penetrar en sus poros y no lo soporta. Se baña en loción y va a su oficina. Una hora, dos, tres. El olor no se va. Cinco horas después, Sofía sale de su recámara y pide de cenar. Cenan en silencio. A las nueve Eduardo pretende dormir en el sillón de la sala, ella lo deja ser y regresa a su habitación. A las once Eduardo llama al celular de Ximena: “el número que usted marcó, no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio”.
Norma llora porque se siente fea, porque siente que no es suficiente, ha comprobado que su marido no la quiere, no la desea, no la respeta. Hace tres semanas la toxicidad invitó a Norma a pensar que este encierro puede ser un nuevo comienzo, la luna de miel que no pudieron tener por su primer embarazo. “No tuvimos ni un cachito de mundo para nosotros, cuando nació el más chico, Mauricio se puso a jalar en la ruta y las noches eran solo de merienda y ronquidos, no había tiempo para otra cosa, el pobre estaba cansado de lidiar con la gente, el tráfico, el calor ¡Y todavía quería pedirle que me acariciara! ¿Con qué ganas?... Ahora no es tan diferente, pensé que si él estaba más descansado, podríamos tener por fin ese cachito de mundo para nosotros, me equivoqué. Quisiera que se fuera, que se vaya con las otras que lo amansan y me lo regresan por lo menos más relajado, a veces imagino que ya no regresa y me siento feliz. Ayer en la tele dijeron que hasta el 31 de mayo se levanta la cuarentena, mientras sueño con el día en que vea a Mauricio largarse y yo pueda regresar a mi vida sin él, porque esta vida a su lado, no vale dos chingadas”.
“El número que usted marcó, no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio”. Pablo quisiera poder hablar con Ximena, se siente solo, le hace falta ella. Pablo quiere contarle que las escuelas que tiene junto con su mejor amigo, Juan Carlos Albarrán, obedeciendo a las instrucciones sanitarias cerraron hasta nuevo aviso, juntos han elaborado estrategias para poder seguir planeando sueldos, han hecho clases en línea, asistencia psicológica sin costo. Quisiera escuchar de sus labios “¡Oh Pablo eres tan bueno! Estás haciendo lo correcto”. Pablo decide contarle a su amigo quién es Ximena, no Ximena la escort, sino Ximena la compañera, la voz, el olor que extraña cada día más.
Juan Carlos lo escucha y al día siguiente mientras conduce hacia Querétaro, resuena en su cabeza la palabra olor y es que el extraña también el olor de su amada, Regina que le espera con amor, con deseo, con ansias, cada semana. Ella extraña la simplicidad y belleza que reside en dormir juntos, tomarse la mano en la calle, el sabor de su sudor, el olor que solo ambos pueden crear. Juan Carlos y Elisa que irían a Nueva York a celebrar los 30 de ella y que hoy descubren lo que significa estar 24/7 juntos o separados. Hoy Juan Carlos llega con rosas a su puerta.