Parte 4

Pablo, viudo desde los 66 años, conoció a Ximena a los 70 en la cena de inauguración de uno de sus negocios, en ese entonces Ximena acompañaba a uno de sus empleados. Al momento de las presentaciones protocolarias, él quedó encantado con su belleza. Ese día la silueta de Ximena se veía entallada por un vestido rojo de diseñador, el cual ni el salario de varios meses de su empleado podría pagar, el cabello recogido adornado con pequeñas flores blancas, Pablo sintió que estaba ante la presencia de una ninfa, la más bella, la más delicada, pero también la más peligrosa. Sus años no eran en vano y sabía que aquella era una mujer prestada, sintió en su pecho el calor de la pasión de un joven y decidido casi al final de la velada, la intersectó al salir del baño de damas.

—Ximena.

—Señor —respondió sonriendo intentando con todas sus fuerzas aparentar sorpresa.

—Me gustaría mucho invitarte a cenar un día cualquiera.

—Me siento halagada señor, pero mi novio me espera.

—Yo puedo cubrir la tarifa de “tu novio” y la mía también, solo quisiera cenar Ximena.

Ella borró su sonrisa ingenua y la sustituyó por una mirada cazadora, más relajada sin embargo. Observó a Pablo con detenimiento: zapatos Ferragamo, traje Antonio Solito, reloj Patek Philippe y una loción indescifrable, pero exquisita.

—Me encanta su aroma señor.

—¿Nos entendemos entonces?

—Sin duda. Voy a terminar la situación con mi “novio”. Llámeme el próximo jueves, entenderá que usted no es el único interesado.

—Dime Pablo.

—Entenderás Pablo que no eres el único en mi lista.

—Entiendo Ximena y sépase que pretendo ser el único algún día.

Ximena soltó una carcajada, nada ensayada, natural. Y eso fue precisamente lo que los unía de cierta forma: la naturalidad de poder ser ellos mismos. Siempre fue así, todos sabían que era una mujer pre pago y que él pagaba por su amor. La verdad y nada más que la verdad. Ximena sentía por Pablo ternura y a veces lástima. Lástima de que un hombre tan bueno tuviera que pagar por compañía, lástima que sus encuentros amorosos no la llenaran totalmente, “porque entonces sí me enamoro mijita y me saco la lotería”, le contaba a Regina, su única amiga. Era entendible que por su profesión no tenía muchas amistades femeninas, pero ella era especial, no juzgaba su trabajo y el respeto mutuo era la base de su amistad. Regina era escritora y su amiga le parecía un personaje fascinante, “te voy a escribir un cuento”. Ximena sonreía, “no me amenaces mijita que si te pones a escribir sobre mí, arde Troya en la casa de mis clientes”.

En el capítulo anterior hablábamos de lo mucho que Pablo quería hablar con ella, necesitaba escuchar aquella voz de timbre perfecto, recitando el credo que solo ellos conocían. No había respuesta. Sintió que algo no estaba bien y a pesar de las indicaciones de sus médicos sobre no salir de casa, llamó al chofer y le pidió que se dirigieran al departamento de Ximena.

—Señor no creo que sea conveniente que salgamos.

—¿Tienes miedo Julián? —preguntó Pablo acomodándose el cubrebocas y los guantes de látex.

—Sí señor, por usted.

—Ya sabes que los favores extra te los pago doble, necesito ir al departamento de la señorita Ximena, algo no está bien —Pablo notó perfectamente la sonrisa de su chofer cuando dijo “señorita”, decidió ignorar el hecho, sus amigos también se burlaban cuando la refería de esa manera.

—Usted es el jefe señor.

En el camino recordó las veces que le pidió matrimonio a Ximena, ella siempre dulcemente rechazaba la oferta:

<< Sacaba el anillo de diamantes de la cajita azul, y se lo ponía a ella en las piernas.

—No te metas en problemas guapo. Así estamos bien.

—No me gusta que te pongas en peligro.

—No me vengas con preocupaciones inexistentes, a ti lo que no te gusta es que sea de otros. Pero solamente hay tres más, gracias a lo que tú me pagas guapo: Mauricio, Tomás y Eduardo.

—Eduardo ¿por eso no te casas conmigo verdad? Estás enamorada de él. Me doy cuenta, el amor no se puede esconder.

—Te quiero mucho Pablo. Pero en el corazón no se manda.

—Ya sabes cómo va a terminar ese romance tuyo.

—Mira guapo, una como yo necesita soñar de vez en cuando. En cualquier momento se divorcia, ya me lo ha dicho.

—Ximenita y tú le crees.

—Es que no has visto a su mujer. Una pesadilla y no es la edad, es el tipo de mujer que nace amargada por el simple hecho de existir.

—Un hombre casado siempre es un hombre casado, usamos ese viejo señuelo para que muchachitas sean las eternas amantes. Y si la dejara, ella sería un fantasma, “ese tipo de mujeres” como tú dices, no se van jamás, no puedes competir con tantos años de convivencia Ximenita, por muy bella que seas, esas mujeres no salen más que con la muerte. Conmigo no tienes ese problema, mi difunta es lo que es: un cadáver. No tienes que competir con recuerdos, con experiencias, con años. Hoy en mi vida, eres la única protagonista. Cásate conmigo.

—Tan lindo Pablo. Así estamos bien >>.

Al llegar a la dirección, el chofer le pidió a Pablo que no bajara del coche, que él se encargaba de tocar el timbre y pedirle a la señorita Ximena que bajara. Así lo hizo y no obtuvo respuesta, después de un segundo intento escucharon que Lucy ladraba. Pablo bajó del auto y tocó el timbre de la administración, al salir el vigilante le explicó que debido a la situación de contingencia no podía dejarlos pasar.

—Es mi nieta y tiene que acompañarme al médico, van varias llamadas y no atiende el celular. Ella sabía que pasaría a esta hora para mi cita.

El vigilante conocía las actividades diurnas y nocturnas de Ximena, pero no pensó que un señor de esa edad pudiera ser un cliente de la muchacha, “Ay señor, si supiera en lo que anda metida su nieta” pensó.

—Seguramente no ha de tardar señor, hay que esperar un poco.

—Tengo ya casi media hora, le pido me abra la puerta para poder saber que ella está bien.

Por unos momentos se sintió frente a una presencia poderosa y solo entonces se fijó en el porte y el auto que acompañaban a aquel anciano y sintió un poco de miedo. “Pase”, le dijo.

En el 402 la puerta se encontraba entreabierta, Julián le pidió a su jefe que esperara afuera, para cerciorarse de que nada malo pasaba. Pablo obedeció, pero las manos no dejaban de sudarle. Ya adentro se encontró a Lucy chillando y saltando con desesperación alrededor de su dueña, quien yacía en el suelo inconsciente.

Pablo al no obtener respuesta de su chofer, entró precipitadamente para encontrarse con Ximena, su bella amada inmóvil.

Google News

TEMAS RELACIONADOS