Capítulo 5

Sol manejó un par de horas dando vueltas por la ciudad, antes de salir de casa, tomó un par de cervezas para que le hicieran compañía en aquel recorrido sin destino, a los 15 minutos de trayecto su celular no paraba de sonar, era René en llamadas, en mensajes: “¿A dónde fuiste?, ¿Por qué no contestas?, ¿qué no te importa el show que armaste frente a tus hijos?, ¿qué tan lejos puedes ir Soledad, si ni dinero traes?” Este último mensaje la llevó a apagar el teléfono y a llorar amargamente sin detenerse, después de todo, él tenía razón, ¿qué tan lejos podía llegar? El poco dinero que traía en la cartera tal vez podría usarlo en gasolina para ir todavía más allá, pero ¿y luego? ¿qué seguía? ¿acaso ella era de esas madres “desalmadas” que abandonan a sus hijos? ¿de qué iba a vivir si le pedía el divorcio a René? Ella no había hecho otra cosa en su vida que ser ama de casa, levantar a los niños para ir a la escuela, vestirlos, hacer desayunos, comidas, cenas, lavar, planchar, limpiar la ropa de todos en casa, los fines oscilaban entre visitar a sus suegros y recibir a los amigos de René en la casa los sábados de partido, en los que dejaba de ser esposa para ser la mesera. Hasta ese momento se cuestionó si los comentarios de los amigos de su esposo eran realmente halagos: “Oye, qué bien cocina tu esposa”, “Qué bien atendido estás” Hoy mientras se estacionaba frente a un parque todo aquello le sonaba aberrante. Abrió la segunda cerveza y nuevamente la pregunta sobre qué haría si se atreviera a dejar a René inundaba el silencio. Regresar con sus padres no era una opción, era una mujer de 35 años, sin conocimiento de algún oficio, ellos lo verían como un fracaso, como lo peor que podría pasarle a su apellido. Sus amigas eran menores que ella, cada quien viendo cómo y por dónde sobrevivir, no podrían aunque quisieran recibir a una mujer con hijos. ¿Empezar de cero?, se preguntó, ¡Imposible! ¿Qué haría con dos niños?, ¿René sería capaz de quitárselos? Terminó su cerveza, se limpió el rímel que había manchado su piel y pasó a comprar unos pastelitos. Lo había resuelto: tendría que regresar a su casa donde por elección no podría redimirse si quiera en un futuro lejano.

Regresó a casa y los niños corrieron a llenarla de abrazos.

—¿Qué nos trajiste mamá? ¡Panquecitos de betún!

—¿Tardaste tanto para ir por pasteles?

—Son de “Las Delicias”, ya ves que ahí tardan en atenderte.

—Pues qué bueno que regresaste —dijo dándole unas palmadas en la mejilla izquierda.

En su mirada se notaba el triunfo, ahora sabía que se habría preocupado en vano, porque ahora a su esposa no le quedaba duda alguna sobre “cuál es su lugar en esta vida”.

—Ya empezábamos a preocuparnos, ¿verdad niños?

—Sí mami, nunca sales sin nosotros, pensamos que te había pasado algo malo.

—Y bueno, ahora que ya todos estamos claros, ¿qué vamos a cenar mi amor?

—¿Qué les gustaría que hiciera? —preguntó tratando de no ahogarse con las lágrimas que tenía recluidas en la garganta.

Habían pasado ya cinco meses desde que Darinka fue agredida, vivió con Julia todo ese tiempo, y cumplía un par de meses en terapia. Restableció la comunicación con sus padres y regresó a vivir con ellos. El tema del abuso no era algo que se platicara en casa, Darinka pensaba que era muy doloroso para hablarlo, la realidad es que a sus padres les seguía dando vergüenza el cómo su hija, con la educación e información que tenía, pudiera haber caído en algo así.

Darinka le pidió a Elena que parara con la publicidad en redes sociales, que borrara el canal, pues el objetivo se había cumplido y ahora quería rehacer su vida sin que ese tipo de información la persiguiera más tiempo.

—¡Pero tenemos un chingo de likes! Me han contactado agentes importantes, tienen proyectos chidos con tu historia, si la paramos ahorita va a ser difícil que nos hagan caso después.

—Güey pero ya se hizo justicia, era lo que queríamos ¿no? O al menos eso es lo que yo buscaba. Te agradezco todo lo que te moviste Elena, netas gracias, pero ya es suficiente.

—¿Y qué le voy a decir a los agentes? ¿a los medios? ¿Qué ya se te pasó el drama? ¿No viste lo que hizo Maggie? Abrió su canal y ha ventilado todas nuestras conversaciones, todo lo que le he contado de mis problemas con Javier, ahora creen que soy una farsa y que me estoy colgando de ti para seguir vigente…

—Pues parece que eso es lo que estás haciendo, te lo pido por favor, ya deja eso por la paz.

—A ver si no te arrepientes.

—¿Por qué no les hablas de ti, de Julián, de cómo te ha engañado una y otra vez, y cómo es que sigues con él? Estaría buenísimo que hicieras un reality del por qué sigues con ese pendejo.

Cenaron en familia, el papá de Darinka hizo comentarios sobre lo mucho que la extrañaron, lo bien que se sentía estar en familia.

—¿Sabes hija? Yo entiendo que lo que este muchacho te hizo es grave, pero me sorprende su actitud, tu mamá y yo lo tratamos todos estos años y nos pareció una persona ecuánime, un muchacho trabajador, respetuoso. Creemos que ese día no estaba en su juicio y no es fácil tolerar que la pareja ande en ese tipo de eventos y tenga una mentalidad tan liberal, y él lo hizo muchos años, nunca te prohibió que salieras con tus amigas o que te pusieras los escotes que insistes en usar. Fue un arranque de celos y creo que todos podemos caer en ese tipo de provocaciones, están juzgándolo de una forma exagerada. Ojalá lo pienses, ni tu mamá ni yo creemos que Eduardo sea una mala persona y pues a tu edad pues no es tan fácil tener otra vez un compañero.

—Más vale malo conocido, que bueno por conocer hijita —finalizó su mamá.

Darinka no pudo decir palabra, no entendía todo aquello. Antes de dormir, un pensamiento fugaz atravesó su garganta: ¿Y si mi papá tiene razón?

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