Capítulo 6

Somos el resultado de los traumas y dolores no resueltos de nuestros padres, si lo permitimos también podemos transformarnos en el depósito de desecho y de lo peor de sus frustraciones.

La mamá de Darinka terminaba la cena con el refrán: “Más vale malo conocido que bueno por conocer” y su papá le hacía segunda con un: “Empezar de nuevo te va a ser difícil y más porque eres mujer”.

Antes de dormir, Darinka se acercó una vez más a su madre buscando esclarecer su panorama.

—Mamá, ¿crees que deba perdonarlo?

—Pues todos merecemos una segunda oportunidad, como cuando tuviste aquel “errorcito” que arreglamos, ¿te acuerdas? —su madre hablaba de un aborto que tuvo Darinka hacía cico años—. Además el día del careo te dijo que todavía te quiere, ¿no?

—Dijo muchas cosas…

—A veces el amor duele hija, pero así es el amor.

Las dudas en Darinka no dejaban de permear en su decisión de tener o querer regresar con Lalo, retirar los cargos, otorgarle el perdón, todo aquello ¿para qué? Suponemos que existe alguna dependencia ya sea económica, afectiva o sexual hacia él, Julia se lo preguntó la tarde que despidió a Maggie en el aeropuerto, quien se mudaba a Los Ángeles, pues una agencia de publicidad vio los videos en los que según ella hacía un “análisis feminista” sobre el caso de Darinka y les pareció que su imagen les sería útil para algunas campañas, aceptó sin pensarlo, era la oportunidad de amputarse lo que había sido su vida hasta ese día. Parte de nuestra mentalidad de reinicio es que a dónde lleguemos podremos empezar de nuevo sin la responsabilidad de nuestras fallas y pendientes del “pasado”, sin saber que todo lo no resuelto, termina por alcanzarnos algún día.

—¿Ya se fue tu amiga por fin? Pinche oportunista.

—Salió por la mañana, ¿tú cómo estás?

—No sé cómo estar, mis papás creen que lo que hizo Lalo no es para tanto…

—No puede ser que piensen así. Darinka, te mandó al hospital, pero ok, dejando su manera estúpida de pensar, ¿tú crees que no es para tanto?

—Te digo que no sé qué pensar, me da miedo empezar de cero otra vez sola, mi mamá dice que sin un compañero todo es más difícil, y ¿sabes? Ahora que lo pienso mi mamá nos educó para que fuéramos mantenidas, cuando estaba estudiando la maestría, ella estaba molesta porque así nunca iba a encontrar marido, que mi vejez sería deplorable porque no tendría hijos para cuidarme, que mis tías me veían como la quedada.

—Güey tienes 29.

—Pues la quedada a los 29, alguna vez se pusieron a llorar que porque “pobrecita de mí, tan bonita y tan sola”, ¿no es absurdo que mi madre llore porque no tenía un hombre a mi lado y que después que el mismo hombre que tanto deseó para mí, me golpeara, no le salga una sola lágrima?, ¿qué le pasa a mi mamá?

—Seguro así la educaron a ella.

—A ella la criaron para casarse con el dinero me queda claro —terminó de fumarse el cigarro y contemplando a su amiga le preguntó— ¿Tú cómo le haces Julia? Tu jefa te hizo cosas horribles, casi te ahogas y siempre estás fuerte, ecuánime, asertiva, estoy segura que no hubieras permitido que un pendejo te pusiera una mano encima.

—A veces hay que romper los lazos familiares, porque la familia también te hiere y ¿por qué estar con alguien que te lastima?... ¿te da miedo estar sola?

—No, pero siento que tengo una deuda con mis papás —ellos me ayudaron con lo de la interrupción del embarazo y desde ese día juraron que nadie se fijaría en mí, cuando empecé a salir con Lalo dejaron de mencionar ese tema y me trataban diferente.

La dependencia de Darinka no provenía de una necesidad afectiva, sexual o económica, la herida estaba dentro de su núcleo familiar, quería agradarles de nuevo, necesitaba su aceptación, al parecer el “respeto” y cariño que sus padres sentían por ella, estaba condicionado a una compañía masculina y que, si ella se negaba a darles ese “gusto”, ellos volverían a reprocharle el pasado. El no tener su aprobación parecía ser mucho más doloroso que los días que estuvo en el hospital. Para Darinka lo que sus padres pensaran de ella era mucho más importante que la opinión que tenía de sí misma, su desaprobación la inmovilizó y solo podría salir de ese estado con una palmadita en la espalda brindada por aquellas figuras de poder.

En un arrebato desesperado y el deseo ferviente por dejar de sentirse abandonada, llamó a su abogada:

—Te dije que la condición para que nuestro apoyo fuera gratuito era que no podías retractarte —le recordó la abogada.

—Solo es una duda, ¿para otorgar el perdón tendría que retirar los cargos primero verdad? —el silencio acompañado de un suspiro profundo alcanzó a responder que sí, Darinka agradeció la información y colgó.

El instinto de supervivencia que la había levantado del suelo para emprender la huida y salvarse, hoy se quedaba quieto, observando cómo no habría servido de nada el correr, gritar, aguantar y sanar. El autosabotaje acechante y silencioso, se preparaba para retomar las riendas de su vida.

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