Capítulo 5
Llamé a María solo para decirle que había regresado y que todo estaba bien; no me preguntó detalles y decidimos vernos después. Me recosté sobre uno de los sillones de la sala y dormí profundamente algunas horas, hasta que tocaron la puerta. Era René y solo pude sonreír.
—Disculpa por llegar sin avisar, llamé a María y me dijo que ya habías llegado y pues decidí venir, ¿qué tal tu viaje?
—No hay problema, me da gusto que estés aquí… ¡Ah, el viaje!, estuvo bastante bien, fue bueno volver a estar en casa.
—Me da gusto. ¿Tienes planes para hoy?
—Pues de hecho pensaba en buscarte y tomar algo, quisiera que habláramos de algo importante —dije y me sentí libre y en paz. Él tenía que saberlo.
—Está bien, vamos.
Caminamos algunas cuadras y llegamos al bar al que solíamos ir los viernes. Hablamos de trivialidades, hasta que el silencio se hizo presente, consideré que era el mejor momento para decir las cosas.
—Te noto distinta Isa… realmente yo no hice mucho en estos días, solo ya sabes, la escuela, el equipo, el trabajo —me sorprendió el primer comentario y sonreí porque René siempre solía darme detalles de su rutina.
—Necesito que me escuches, siento si soy inoportuna para ti en este momento con lo que voy a decirte, pero por favor escúchame.
—Te escucho Isa —respondió visiblemente sorprendido.
—René tú me importas. Y siento algo por ti, me gustas, me gustas mucho y sé lo que estás pensado, porque sí, teníamos un trato, y parte del mismo era que ninguno de los dos iba a hablar de amor… pero si en estos días he aprendido algo, es que no hay nada de malo en hablar con la verdad. Me gustas, por quien eres, no por quien pretendes ser. Porque esto que eres últimamente es el resultado de tus heridas, de tu dolor. Sin embargo en algún momento, me permitiste conocer y ver la luz que hay en ti. Cuando vi esa luz, volví a creer en que podemos sanar y traté de hacerte ver, de una manera bastante estúpida, que yo también tenía algo parecido a esa luz. Descubrí que estabas tan herido como yo, traté de sanarte y de salvarte cuando realmente no necesitabas ese tipo de ayuda. También quise mostrarte quien eras a través de mis ojos, de esta manera en la que te miro desde que te conocí, una vez más me equivoqué porque te conoces perfectamente bien y no hay necesidad de que alguien te diga lo que hay en ti —suspiré y por un momento lo miré a los ojos, continué mirando hacia la nada—. Quiero que sepas también que lo siento, lamento haberte presionado, no era mi intención, pero tantos años en la oscuridad jugando a ser fría, entorpecían cada paso nuevo que trataba de dar para llegar a ti. Entiendo que tu posición no va a cambiar como lo has dicho ya en ocasiones anteriores refiriéndote al gran reparto de mujeres que siempre hay detrás de ti, y quiero que entiendas que no estoy pidiéndote nada, René tú me ayudaste a dejar mi pasado donde debe de estar, inspiraste mi ya agotada imaginación y cada día comenzó a tornarse distinto a otro. Sinceramente yo no tengo nada que ofrecer. Tú sabes quién soy —hice una pequeña pausa, me puse de pie y me senté a su lado, él me seguía atento con la mirada—. He estado con muchos y he vivido mucho, al igual que tú, no había podido olvidar ni perdonar, como tú. Y sin embargo ahora eres tú la razón de que todo esto haya quedado atrás y estoy agradecida… La verdad no recuerdo muy bien lo que es estar enamorada, pero esto que siento es muy parecido, es un cálido y tonto bienestar. Alguien una vez me dijo que yo no sabía lo que era luchar por amor, y no se equivocó porque no tengo idea de lo que es —sonreí y tomé su mano—. Y también quiero decirte que no voy a pelear por ti, no porque no quiera hacerlo, debo de confesar que quisiera y que tengo las armas necesarias para esta batalla, pero no lo haré, porque tú no estás en condiciones de luchar, estás herido y sería una pelea injusta. Pero debes estar consciente que en algún momento tendrás que salir de tu zona de confort y hacerle frente a lo que esté por venir. Tal vez en ese entonces pueda ganarte en toda la extensión de la palabra. Comprenderás que debemos crecer y perdonar a quienes nos mintieron, lastimaron y abandonaron. Debemos dejar eso atrás para poder librar nuevas batallas y mirar siempre hacia adelante… quiero que sepas también que no tienes que darme una respuesta, simplemente quiero que sepas todo esto porque lo que siento es puro y real —mi voz comenzó a quebrarse y comencé a llorar—. Tenía años de no sentir más que lástima por todos y por mí, pero ahora todo es distinto, esto que te digo René es tan real que se puede tocar, soy torpe y no supe cómo enamorarte, conquistarte, no entendía todo lo que puedo ver el día de hoy. Discúlpame porque sé que te hice pasar malos momentos y que me tomé papeles que no me correspondían, pero todo esto es tan nuevo para mí que no supe cómo canalizarlo —lo miré sin obtener respuesta, me recosté sobre el sillón y me quité los zapatos.
Y él me miró, pude notar que tenía miedo. Tenía enfrente una promesa nuevamente. Otra mujer, y él sabía que no cualquier mujer, sino una que se jactaba de hombres y de mentiras, ¿por qué tendría que creer en ella?, si él mismo habría comenzado en la manera en la que lo hicieron todos, ¿por qué su final tendría que ser distinto? Y entonces su mirada cambió, recordó quién era y porqué ella había decidido regresar. Ella lo amaba y él tendría que responder ante esto. Porque, después de todo, ella siempre habría sido buena y honesta, y él por primera vez se había comportado de la misma manera. Las mujeres como ella, amaban a los hombres buenos, seguro él debía de ser uno de ellos. Sonrió para sí mismo, pero aún no tenía el valor de hablar.
Él recordó cuando se recostaba a mi lado con toda la intención de que sucediese algo y todo terminaba en miradas, caricias y nada más. Él sabía que yo tenía miedo, que el miedo me había orillado a hablar, porque nunca me habían mirado así.
Yo era, por vez primera, una víctima más de su ya conocido protocolo: “Una noche y nada más”. Jamás tuve realmente el control de la situación entre nosotros, siempre creí que bajo mis órdenes se llevaba a cabo mi voluntad; cuando menos me di cuenta, el siempre habría estado al mando de lo que nos convertimos.
Estaba claro. Él me eligió, no yo a él. Él decidió qué papel jugaría en su vida, me colocó de una manera la cual me atrevo a describir como vulnerable.
Alcancé a ver en el reflejo de una de las ventanas que René me miraba con atención, entonces me incorporé y limpié mis ojos. Entonces la vi. Era aquella luz que me habría despertado. René tenía tanto miedo como yo, después de todo sus heridas eran recientes y no tuvo el tiempo de cicatrizarlas, no tuvo cuidado de ellas y se involucró en aventuras paganas casi al borde de la muerte. Ahí fue donde yo lo conocí: cansado, jadeante, solo y desesperado. Quienes vivimos al extremo, tenemos la capacidad de reconocernos entre nosotros.
—Mi cuerpo Isa, no me permite avanzar, no me deja ser feliz. No está en armonía con absolutamente nada, ya no quiero caminar sin rumbo y sin ver. Pero no puedo darte lo que esperas de mí.
—Pero si yo no te he pedido nada René.
Hubo un momento de silencio, no nos miramos. El abismo de nuestro pensamiento es tan profundo como accesible, somos humanos, todo en nosotros es accesible.
Cuando nos miramos él veía claramente en mí una tristeza profunda. René solo buscaba un vientre en el cual pasar momentos cálidos, curar las heridas en la cama, mirarse en los ojos de alguien y encontrar consuelo y yo conocía esos momentos.
—Tu mente está suponiendo cosas Isa —su tono de voz había cambiado completamente, era violento—. Siempre crees saberlo todo… ¿Por qué mejor no me lo preguntas? —gritó con desesperación y me puse de pie.
—¿Cómo pretendes que te pregunte algo que ni tú mismo sabrías responder? René yo te amo, es simplemente eso. ¿Por qué haces que esto resulte tan complicado? No hay nada que entender, no hay nada que resolver.
Las personas a nuestro alrededor, habían dejado de ser testigos imparciales de nuestra plática y ahora eran espectadores cínicamente involucrados.
Llamé al mesero aprovechando la atención para pedir la cuenta. Pagamos y el ambiente volvió a ser el mismo.
—Aceptaron mi trámite para el intercambio. María y yo nos vamos mañana —dije en un tono de voz más prudente mientras tomaba mi bolso.
—Vas a irte, después de todo lo que acabas de decirme —esbozó una sonrisa que me causó temor—. Suerte Isa —dijo marchándose del lugar.
Y miré con cierta tristeza, como el otro lado de mí ya limitada imaginación y el pretexto perfecto para seguir creyendo en el amor, se retiraba de mis días para siempre. Aun así yo le seguiría amando, porque por vez primera este amor me llenaba de libertad.