El tiempo que pasa, es la verdad que huye.
Edmond Locard
Erica llevaba un marranito a la escuela. Somos biólogos, no era raro ver en la universidad ese tipo de imágenes: teníamos un búho que rescatamos al caer de su nido, chicas se paseaban con zarigüeyas en los hombros, cuidábamos de los ajolotes que habían despojado del lago en el que habitaban, lago que la misma escuela transformó en oficinas, pues en aras del progreso todos los crímenes son justificados. Hablando de crímenes, continuemos con Erica y su marranito, se llamaba Hades. Erica se especializó en entomología, que es el estudio científico de los insectos, así que no entendíamos por qué cargaba con un cerdo si lo suyo eran los bichos.
Lo descubrimos tres meses después cuando Hades apareció muerto en su corral. “Ahora debe cumplir su cometido” dijo Erica, con la expresión de un científico eufórico en los ojos. Lo que se hace en nombre de la ciencia suele ser cuestionable por otras profesiones, por ejemplo, los ingenieros y administradores de nuestro campus juzgaban una leyenda que pintaba las paredes de los laboratorios: “Favor de no desarrollar lazos afectivos con los objetos de estudio. Gracias”.
Hades era parte del proyecto de tesis de Erica, quien como entomóloga pretendía ahondar en el área forense, alegando que los insectos podían ser útiles para resolver crímenes, ya que estos son los primeros en llegar a la escena del crimen. El objetivo era que el cerdo pasara por un proceso de descomposición por la mayor cantidad de áreas posibles en la universidad, y así recolectar los insectos que se acercaran al cadáver. Hades pasó de su corral a las áreas de cultivo de los agrónomos, debajo de las hidroponias, cerca de la granja de tilapias, etc.
“Si van a estar de mirones, ayúdenme para que por lo menos aprendan algo”, nos dijo una tarde, con autoridad. Ese día aprendimos el protocolo para toma de muestras forenses:
1.- Recolectar una muestra completa de todos los insectos que se encuentren tanto encima como debajo del cadáver.
2.- Recolectar ejemplares tanto vivos como muertos, en estado adulto o larvario. Así como sus mudas.
3.- En cadáveres recientes, se buscarán los huevos y larvas pequeñas en orificios naturales, así como en las posibles heridas.
4.- Las muestras se guardarán por separado y convenientemente rotuladas, si es posible indicando la zona de donde se obtuvieron.
5.- Parte de las larvas se sumergirán en agua hirviendo para después conservarlas en alcohol y es conveniente que otra parte se mantengan vivas, para su posterior desarrollo en el laboratorio.
6.- Se precisarán los datos de fecha y lugar y metodológicos del entorno del cuerpo.
El tiempo pasó, en quinto semestre hice mi servicio social, elegí el laboratorio de microbiología del Hospital General. Una tarde me llamaron al área forense, eso no era parte de mis actividades, pregunté extrañada por qué me solicitaban abajo, “Uno de los forenses te conoce y pidió que la asistieras”. Era Erica. Su trabajo era definir si el cuerpo de una mujer que se encontraba en la tabla había sido movido de lugar, ya que este dato podría ser determinante para la investigación.
“El cabello está lleno de Calliphoridae, es muy común de lugares húmedos, lo raro es que el torso ya presenta maduras pequeñas de Sarcophagidae. El tiempo que tengan las larvas de crecimiento nos podrá decir si movieron el cuerpo o no”, explicó Erica.
Las primeras oleadas de insectos llegan al cadáver atraídos por el olor de los gases desprendidos en el proceso de la degradación. Los dípteros, o las moscas, son los primeros colonizadores del cadáver y sus larvas se encargan de la descomposición de los tejidos blandos siendo, por tanto, las especies que con mayor frecuencia aparecen en la evidencia cuando los cuerpos se encuentran en estado de descomposición inicial, esto permitirá el establecimiento de un dato al indicar los márgenes mínimos de tiempo de muerte transcurrido desde la llegada de los insectos al cuerpo hasta el momento del hallazgo. Este dato se conoce como Intervalo Postmortem Mínimo. Para calcularlo se debe conocer a las especies de dípteros que sean endémicas del espacio, en este caso dípteros de las familias Calliphoridae y Sarcophagidae; después hay que asumir la ausencia de posición nocturna, pues las especies más importantes de díptera no son activas durante la noche.
Una vez que se identificaron las especies, realizamos la toma de muestras larvarias. Puedes saber el estadio de una larva observando sus espiráculos, que son pequeños orificios que se encuentran en los costados de la misma y le sirven para respirar. Ahora, ¿el cadáver de esta mujer fue removido del lugar en el que originalmente pereció? Una vez que se determinaron las familias de los dípteros y verificamos la edad de las pupas, concluimos que el cadáver no solo fue removido, sino doblemente violentado. Una fuente de alimento importante de los dípteros adultos son las manchas de sangre. Las heridas que presentaba en el cráneo tenían más tiempo que las que presentaba en el dorso, en el cráneo presentaba adultos que se quedaron enredados entre el cabello y las ramas, el cráneo presentaba manchas de sangre visiblemente menos coloridas. En el dorso, había heridas de lo que parecía ser un arma blanca y las larvas que ahí se depositaban se encontraban en la fase dos de crecimiento, quiere decir que la herida era más reciente y se hizo en una locación distinta.
Resulta casi poético como la naturaleza se encarga de digerirnos y transformarnos en alimento de criaturas rudimentariamente evolucionadas, cuyo objetivo de vida es precisamente desintegrarnos para su supervivencia.