Cuando me detengo a pensar en lo que va a pasar con nosotros, siento como el hemisferio izquierdo de mi encéfalo entra en un estado de enfriamiento y letargo; no es como si no existiera, es como si disminuyera la velocidad y el derecho no le diera oportunidad de opinar. El derecho sabe que si lo dejara trabajar, encontrará una solución, formularía el pretexto ideal para no deshacerse de ti. Y seguir en el sendero por el que hemos caminado estos años, entre lágrimas, sudor, gemidos, promesas, amor y dolor, mucho dolor.
Ella sigue siendo el problema, y aún si pudiera eliminar su inmunda e inútil existencia, no serviría de mucho. Ella se sigue colando y sublimando en los recovecos vacíos de tu ser, que necesitan ser llenados con culpa.
Escuchar su nombre, es una molestia a la que no logro acostumbrarme. Es como un dolor punzante en el pecho, como si su propia mano atravesara mi esternón y quisiera arrancarme el alma. Así se siente su nombre.
Hablas de ella como sino doliera. Y en las profundidades de mis suposiciones aparece la posibilidad de que probablemente este es el precio de la felicidad. Todo tiene un precio en la vida y mi penitencia es el de escuchar su nombre de vez en cuando. Emulo una sonrisa y pienso: Está bien, sino ¿sobre qué escribiría?
Ella no ha tenido la oportunidad de escuchar el mío, de sentir lo que es morir rápida y violentamente. Me gusta pensar que ella muere un poquito cada día, adivinando el nombre de quien ahora te acompaña y guarda tus caricias, de quien es ahora la que recibe tu amor y tus besos. Está bien que sufra. Que grite, que se ahogue.
Tú sabes bien cómo hacerme escribir, mejor que nadie.
Y mientras yo vacío las lágrimas que no pueden brotar un domingo en el que has viajado para pasarlo conmigo, en estas letras que acumulan, transmiten y permanecen. Tu lees el periódico y me lees una nota en la que uno de los críticos hace alusión a que un jinete en el desfile del 20 de noviembre, se cae frente al presidente. Me preguntas ¿Por qué es la nota principal? Te respondo que probablemente por morbo. Me compartes la opinión del crítico: Biología. Conocer malas noticias nos mantiene alertas, la desgracia de otros, nos prevé de cometer el mismo error, el crítico comenta que en los tiempos de las cavernas, nos compartíamos primero las malas noticias como método de supervivencia. Hace una mención al capítulo “ARKangel” de la serie Black Mirror, en el que la protagonista es incapaz de ver la violencia que la rodea, ya que le han implantado un software que lo evita. Al final termina cayendo en violencia, asesinando a su madre. Conclusión: el dolor y las malas noticias son parte de nuestra supervivencia.
Ese nombre me ha causado estragos más de una vez. La primera, dañó mi vanidad en lo más profundo. Es molesto de admitir, pero realmente yo era un ser horrendo, bromeaban al decirme que tenía lodo en el corazón. No era broma. Les contaré la breve historia de la primer “M” de mi vida. Usaré las palabras de mi ego antiguo, porque necesito leer que ya no me expreso de esa manera y porque la verdad, escucharme hablar en ese entonces, era muy divertido:
>>Es como perder uno de tus peluches favoritos en un McDonald’s y que una niña fea lo encuentre y no te lo quiera regresar. Pero de esos juguetes que están sucios, rotos, viejos, pero tienen algo especial que te hacen regresar a casa para poder jugar con ellos en público. Así me siento. Ella me quitó ese peluche y es como si el mismo no quisiera regresar a mí y bueno, puedo entenderlo, para empezar la niña fea lo lavó, lo pintó y lo zurció, no quedó como nuevo, ni más bonito, pero por lo menos ya no olía tan mal. El peluche se siente renovado y ya no tiene intenciones de volver, me siento ofendida: Soy la niña más bonita no solo de McDonald’s sino de toda la bendita ciudad, la mejor dueña POR MUCHO que podría haber imaginado en toda su pobre y triste vida y ahora prefiere estar con esa niña de brazos flácidos y sonrisa enlatada, mostrando su tratamiento de ortodoncia como si fuese un premio. Todos los que pasamos por tratamiento de brackets sabemos que es una regla de oro no poder sonreír en el proceso, no lo hagas, no es agradable. Conclusión: todos son sustituibles, hasta yo. Quedó marcada la humillación y sentí entonces que dejaba de ser perfecta para ser común. Nadie se burló de mí, no hizo falta, solo éramos la niña “M” y yo en un ring en el cual bastaba con solo apretar un botón, todo el poder que poseía caería sobre ella y su fea cara. Aun así, el dinero no pudo recuperar ni el juguete ni mi autoestima. Pasó el tiempo, ya no me causaba ira, aprendí a reírme del hecho, pero en el fondo seguía esa grieta, el saber que mi viejo peluche prefirió esa cosa que tiene el mismo valor que una corcholata de refresco que a mi majestuoso ser, la herida supuraba de vez en cuando. Sin embargo, había una vocecita que me susurraba “Vas a ganar, siempre ganas”. La vocecita después de un tiempo tuvo razón, mi viejo peluche le pidió matrimonio a la niña fea y en un arranque de peluche malvado, la dejó en el altar. Se fue con otra niña igual de fea, con la misma sonrisa enlatada: “Gracias por repararme M, ahora podré rehacer mi vida mediocre y fracasada con otra niña igual de mediocre y fracasada, es siempre lo que había querido” FIN. Lo tomo como una victoria porque M lloró casi tanto como tanto había sangraba mi ego. Alguna vez que nos reencontramos en McDonalds, me acerqué para decirle de frente “Gané”. Y es verdad, siempre gano.>>
Y esas bellas palabras salieron de mi boca. No puedo evitar reírme, no fue lo correcto pero vaya, es supervivencia. Aquella M resultó menos letal que la que ahora ahoga mis noches. Y ahora quisiera decirle a mi viejo ego, que no todas las veces podemos ganar, porque no todo en la vida es competir. Mi pequeño ego, no todo en la vida se puede comparar.
Existe otra M, pero esta si tiene un nombre con M completo: María. No es tan letal como la segunda M y definitivamente no es estúpida como la primer M.
María que se disfrazó de un corderito huérfano adoptado por una mujer malvada con ojo de vidrio, que la maltrató injustamente, hasta que por suerte coincidimos y la salvé. Mi ego era tan grande que creía que podía salvar a la gente de sí misma. No, no era grande, éramos ciegos y estúpidas.
>>María tenía un novio que quería de más, su novio jugó con ella y le rompió el corazón. Entonces María tuvo la idea que muchas mujeres en su desesperación toman, por no quedarse solas, por no perder: Embarazarse. El detalle es que María tenía también otro novio, que a diferencia del primero, sabía que María era compartida y que aun así la amaba y procuraba. ¿De quién es la cría María? ¡Es que no sé! Era su aguda respuesta. Al final el primer novio desapareció y el segundo novio fue herido por María y tuvo que desaparecer también, para no morir de tristeza. Y así nació la pequeña hija de María. Uno de mis viejos amigos de universidad, Omar, se enamoró de ella, como se había enamorado el segundo novio de María en el pasado (Dato curioso, ambos hombres enamorados, eran buenos amigos. Claro dejaron de serlo cuando María le correspondió a Omar). Vivieron juntos por un largo tiempo. Era evidente que María recurrió a esta opción porque era fácil, ella no se hacía cargo de su pequeña hija y jugaba a ser la misma de antes: resbalosa e incumplida. Omar llegó a su límite y todos sabíamos que eso estaba destinado al fracaso, sobretodo el mejor amigo de Omar, Jesús. Jesús fue tan buen amigo que liberó a Omar de María. Se enamoró de ella y se la llevó lejos.
Jesús y yo fuimos grandes amigos. Yo no pude comprender muchas cosas, no tanto la traición, eso no me correspondía si quiera sentirlo. Sino la condición para seguir siendo los grandes amigos. Jesús sabía que María y yo teníamos un pasado triste y sin reparación. Al sentenciar que nuestra amistad no podía seguir a menos que me disculpara con María por aquel pasado, despertó ese ego nauseabundo del que pensé me había librado después de la segunda M. Y tuve que rechazar su oferta.
Le escribí una carta que dice lo siguiente:
>>Deseo fervientemente que tu nueva vida sea una tortura, que no puedas encontrar paz. Y sabes que lo será, sabes perfectamente quién duerme contigo. Si de alguna forma eres tú el vengador de todos aquellos a quienes he lastimado levemente y sin querer, hasta a quienes deliberadamente me he atrevido a herir de muerte. Haz hecho muy bien tu trabajo. Felicidades, los haz vengado a todos.
Te extraño, como quien extraña el sol después de un invierno crudo e inesperado.
No me atrevo a juzgarte, porque ambos conocemos los crímenes que hemos cometido. Cualquier traición lejos de nuestro núcleo no era importante.
Sabes que eres el único hombre al que le he sido leal: porque eras mi amigo, mi hermano. Eras la amistad, aquella que no espera nada a cambio, que existe porque puede, que es plena, que no contamina, porque en ella solo existe cariño genuino. Siempre te hice un lugar en donde quiera que me encontrase, porque la vida siempre fue menos pesada a tu lado.
Le escribí un cuento a tu María, María la ladrona, María la herpetaria, María la usurpadora, María la mendiga, María la huérfana, María la soledad, María la madre, María celulitis, María sin dinero, María con frío, María la vendida, María la astuta, María la criminal, María la que debe, María la que obsequia, María la confiada, María la culpable, María libertina, María la esclava de sí misma, María la que comía en mi casa, María la que abandona, María la que regalaba a su hija, María la que ahora vende a su hija, María la que tenía un lugar en mi familia, María la mujer de todos tus amigos, María la enferma, María la loca, María la justa, María color marfil, María ojos de almendra, María bonita, María desaliñada, María roja, María sin fondo, María a la mala, María la que juega contigo, María la que llora, María la seca, María el tema de moda, María ambiciosa, María traicionera, María seductora, María gorda, María pies de gavilán, María básica, María complicada, María retorcida, María ebria, María la eterna estudiante, María la que no termina, María a medias, María la hija incómoda, María presa, María libre, María fardera, María centavos, María la barata, María de todos menos de los ángeles, María la que no te pertenece, María la que no sabe amar.
Las mujeres como María y como yo, no pertenecemos. Pero a diferencia de María, el amor es real en mi vida, en mis pasos, en mi piel. No somos iguales, como alguna vez te atreviste a referir.
María la que va a destruirte la vida. María la que me dará la satisfacción de decir: Te lo dije>>
Resumiendo: No he tenido oportunidad de decirle a mi querido amigo Jesús “Te lo dije”.
La primer “M” no merecía sufrir tanto, nadie merece pasar por aquel dolor.
La segunda M, la trato en terapia, escribiendo y ahogándola en mis vigorosos 29.