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—Ayer en la escuela hablamos sobre las profesiones y el maestro nos preguntó a qué se dedicaban nuestros papás, yo dije que eras periodista y que los periodistas escriben mucho —cuenta mi hija en el camino a la escuela, soy padre soltero y vive conmigo.
—Eso es muy cierto.
—¿Qué hacen a parte de escribir?
—Pues buscamos información importante, investigamos lo que sucede todos los días y se lo hacemos saber a la gente que lee el periódico o que ve las noticias.
—¿Y qué es importante? —Fernanda tiene 10 años, las cosas que son importantes para ella son abismalmente distintas a las de un adulto
—La seguridad de las personas, las decisiones del gobierno, la salud, el clima… ¿te acuerdas cuando pasó lo del terremoto hace unos años?
—¡Sí! Ese día tuviste que ir a trabajar.
—Así es, porque nuestro trabajo es informar de las cosas que están pasando en el momento presente. Las personas que vivían en otros lugares no sabían lo que estaba pasando, por eso debemos salir a informar, así tienen una idea más clara de lo que está pasando en el mundo.
—¿No te da miedo que te pueda pasar algo? —pregunta colocando su mano sobre la mía.
—A veces.
—¿Y entonces por qué lo haces? —me suelta y se cruza
de brazos.
—Porque es lo que me gusta hacer hija, cuando seas más grande también tendrás un sueño y así a lo mejor podrás entender porque papá tiene la necesidad de escribir.
Pasamos el resto del camino en silencio, ella probablemente pensando en sus sueños y yo llenándome de su presencia como lo hago cada mañana, porque ella no sabe que todos los días tengo miedo de no volverla a ver. En lo que llevamos de gobierno con la actual administración van 30 periodistas asesinados, todos los homicidios tienen que ver con nuestro oficio, en la cobertura de corrupción y política. Una de esas periodistas, Lidia, era mi amiga y hasta el día de hoy, a más de una semana de su asesinato, no hay líneas de investigación abiertas, no videos en las cámaras del C5, no hay alguna figura de autoridad que aclare el panorama, que nos haga saber que esto es de interés nacional y que se castigará a los culpables,
nada.
Lidia me inspiró a estudiar periodismo, en la carrera de Comunicación fue mi maestra. En nuestra primera clase compartió un fragmento de un artículo escrito por George Monbiot en The Guardian, en el que expresa que los periodistas profesionales deben comprometerse con una especie de “Juramento Hipocrático” como el de los médicos:
“Nuestra tarea principal es que el poder rinda cuentas, Priorizaremos aquellas historias y eventos que exponen los intereses de poder. Seremos cuidadosos con las relaciones que establecemos con ricos y poderosos, y nos aseguraremos de que no seremos cooptados por esa sociedad. Nos desafiaremos a nosotros mismos y a nuestras percepciones del mundo tanto como desafiamos a otras personas. Cuando estemos equivocados, lo
diremos”.
Al terminar la carrera me ofrecieron trabajo en el canal local de noticias, Lidia escribía para periódicos a nivel nacional y seguía dando clases. En una reunión con ex compañeros nos reencontramos y entre la plática surgió la idea de crear un noticiero digital, lo llamamos Testigo X. Comenzamos una investigación sobre un tema que en nuestro estado no se habla, a pesar de que la existencia de sus crímenes tiene evidencias que trascienden las fronteras de nuestro país. Por esta razón recibimos amenazas desde mediados del año pasado, me llamaron por teléfono para darme santo y seña de los horarios de mi hija y mataron al perrito de Lidia, dejaron sobre su cuerpo una nota, cada letra era un recorte de periódico: “Dejen de investigar y publicar mierdas o ya verán”, se leía. Dimos aviso a las autoridades, para poder recibir apoyo y vigilancia en nuestros hogares. Las atenciones por parte de la fiscalía duraron un par de días, al solicitarla nuevamente, recibimos de la
fiscal una respuesta que nos desamparaba: “Ya dejen de andarle moviendo, no podemos cuidarlos a todos, ¿por qué les gusta meterse en problemas?”
Es una pregunta que nos hacen muy seguido, la respuesta la ilustro con los resultados de una encuesta del Inegi en el 2020: el 48% de los periodistas mantendrían en secreto las amenazas, para mantener su libertad de acción; 34% ante la reacción de su pareja, prometerían un cambio de tema o de medio, con tal de salvar su hogar; el 18% abandonaría la investigación. ¿Por qué? Porque si los corruptos, o los narcos, o los violentos, perciben que la amenaza tiene el poder de silenciar, la sociedad quedará indefensa y sin conocimiento de la realidad.
“Si algo me pasa Ramiro, tú tienes que seguir con esto”, me dijo la tarde que enterramos a su mascota. Trabajamos en una investigación sobre la trata de mujeres en Tenancingo, Tlaxcala, pues el 80% de los tratantes en México son originarios de esa comunidad; las familias educan a los hijos varones para que sigan “el oficio” como ellos le llaman, y los municipios aledaños incentivan esta célula delictiva pues dependen económicamente de ellos y así han construido un ciclo de naturalización de la violencia, todo mundo sabe lo que pasa en Tenancingo, pero nadie considera que sea un delito, lo ven como un negocio. La autoridad no tiene injerencia alguna, la policía estatal no entra hasta allá y la municipal está al servicio de los padrotes, la primera vez que quisimos entrar con cámaras, los habitantes se organizaron tocando la campana de la iglesia, nos rodearon, rompieron el equipo de grabación y nos advirtieron que, si regresábamos, nos lincharían.
Sabemos por investigaciones de campo y por testimonios de padrotes que dicen arrepentirse después de haber pasado un tiempo en prisión, como es el mecanismo que tienen para cazar jovencitas y meterlas en su red de prostitución. Las chicas tienen que tener una edad entre los 12 y 19 años, entre más jóvenes son, es más fácil enredarlas. Todas deben venir de un estrato social muy bajo, porque se les hace la promesa de construirles un hogar, les compran regalos, ropa, accesorios; los padrotes las invitan a conocer sus mansiones, ellas quedan deslumbradas y después de un par de meses de “trabajarlas” las convencen que lo mejor para la relación es que ellas trabajen como prostitutas, pues es la manera más rápida y fácil de ganar dinero, algunas acceden después de una severa manipulación, pero la mayoría se queda por amenazas de muerte hacia sus familias, las golpean con palos, las queman, las someten a violaciones en las que participan todos los hombres de la familia y es así como poco a poco cada una de ellas pierden la voluntad y la esperanza de poder escapar algún día. Tenemos los apellidos de las familias más poderosas y yo sé que esa es la razón por la cual mataron a Lidia, las cuales tienen células operando en Nueva York y Japón, cada chica tiene de 30 a 40 clientes en un solo día, eso en números representa un ingreso de casi cincuenta mil pesos a la semana por mujer, y los padrotes pueden tener a más de 10 como esclavas sexuales.
Llego a la oficina y en menos de tres minutos me veo rodeado por hombres encapuchados: “Te advertimos que te callaras cabrón”, uno de ellos me coloca un arma en la cabeza, miro hacia la ventana y la vida sigue transcurriendo, cierro los ojos y pienso en mi hija, ¿quién irá por ella a la escuela hoy?, ¿quién le explicará que no pasará nada con mi muerte porque vive en un país lleno de impunidad?, ¿quién se hará cargo de ella? ¿el gobierno? ¡No, no por favor!
Clic, clac.