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La mercadotecnia nos vende diciembre como la época para dar y perdonar. Nos invita a llenarnos de propósitos y a mitigar el rencor que pudiera existir en nuestros corazones; en los espectaculares de diversas marcas se devela que Navidad es sinónimo de familia… y la realidad es que familia es sinónimo de disfunción.
Hablemos de la familia León, integrada por ocho hermanos, una familia que, como muchas, se coordina en estas fechas para celebrar la Navidad a casi ya dos años de pandemia y sin haber celebrado juntos el año pasado. En el grupo de WhatsApp llamado “Los Leones”, conversan:
Marga: Entonces confirmamos Navidad en casa de mi mamá.
Ramón: Habíamos quedado de ir a Puebla…
Marga: Sí, pero es la primera Navidad sin mis papás, la mayoría estuvo de acuerdo con pasarla ahí.
Ramón: ¿Es enserio Marga? ¿A pesar de lo que hizo Samael hace dos años? Yo no voy a poner un pie en esa casa.
Marga: Es lo que la mayoría decidió, también va a ir Adolfo y no por eso voy a dejar de ir, además ya quedamos que, si alguien se pone pendejo, pues lo sacamos de la celebración y listo.
Lidia: Así es Ramón, ya todos quedamos de acuerdo que se hará en casa de mis papás, no eres el único que tiene problemas con Samael, yo también tengo broncas fuertes con él y con Adolfo, pero ni modo, es Navidad y nos tenemos que aguantar, ya si no vas, pues allá tú.
'Ramón salió del grupo'
Ramón se refería a la Navidad pasada en la que Viviana, su esposa, fue golpeada por Samael. El contexto: la supuesta infidelidad de la cuñada con los trabajadores de Ramón. Frases tales como: “No es posible que mi hermano siga viviendo con ella, todavía que la mantiene”, “¿Cómo se atreve a faltarle al respeto?”, “Siempre ha sido una vieja corriente, es su culpa, ¿para qué se enreda con ese tipo de mujer?”, iban y venían en llamadas y mensajes del celular de Marga a sus hermanos, quienes respondían con el mismo ímpetu. No era ajeno para Vivi que el rumor lo habría comenzado Samael, así que al tenerlo de frente lo saludó con un “Buenas noches”, y se dirigió al cuarto de la abuela para saludarla. Él la siguió y en un acto como de telenovela barata gritó:
Mientras Viviana intentaba zafarse, rasguñó los brazos de Samael quien la aventó contra un librero y le abrió la frente. Uno de los hermanos logró contenerlo antes de que comenzara a patearla en el suelo, otro retuvo a Ramón que apenas iba a entrar a la casa y ya gritaba desesperado:
—¡Te voy a matar cabrón! ¡Te juro que te voy a matar!
—Ramón cálmate, recuerda tu corazón hermano —se refería a un preinfarto que había sufrido hacía un par de meses.
—¿Por qué siempre tienen que arruinar la Navidad? —lloraban Marga y Lidia, mientras trataban de calmar a su pobre madre.
El final: La abuela terminó en el hospital, a Viviana le pusieron cuatro puntadas y la Navidad transcurrió dividida, colocaron una mesa afuera donde estaban los que creían que Ramón tenía razón, y una mesa dentro de la casa quienes consideraban que Vivi se merecía aquella golpiza.
Un par de años antes de aquella Navidad, la tensión entre Adolfo y sus hermanos crecía. A todos los llamaba para ofenderlos o para decirles que solamente él veía por los gastos de sus padres, lo cual no era del todo cierto, pues algunos daban dinero para mantener aquella casa y las consultas con los médicos, eso sí, la mayoría cubría con ese dinero su ausencia. Primero falleció el abuelo, tres años después la abuela. En el funeral de esta última, los hermanos se abrazaron, se pidieron perdón y a las cuatro de la mañana Marga, Samael y Adolfo seguían sentados frente al féretro.
—Si tienen tanto sueño ya váyanse —murmuró Samael.
—Yo pagué todo, tengo más derecho de estar aquí que tú. A ver si te dejan entrar al panteón, porque no te quiero ahí…
—Deja de decir estupideces Adolfo, no puedes evitar que la gente entre al panteón, mejor vete a dormir —dijo Marga.
—Pues cómo ves que no me voy, de hecho, me voy a quedar a dormir aquí, al lado de mi madre —colocó su abrigo en uno de los sillones y se acostó.
—Pues yo también tengo derecho de dormir aquí, yo viví con ella, es más mi madre que suya —Samael acomodó también su abrigo en otro sillón.
—Par de pendejos —dijo Marga—. Mi madre no quería a ninguno, a ti por mongol y a ti por pinche raro —acomodó su bolsa y abrigo debajo del féretro.
—Nunca te voy a perdonar lo que hiciste, pinche Marga —finalizó Adolfo.
Marga había humillado a Adolfo en una Navidad. Antes de entrarle al pavo y al bacalao Marga, tintineando con la cuchara su copa propuso un brindis: “Quiero brindar por este año tan lleno de bendiciones, porque aún tenemos a nuestra madre con nosotros y a pesar de que mi papá ya se fue, estamos juntos tal y como él habría querido, pues como él decía, pase lo que pase, la familia siempre debe estar unida, un león siempre debe estar con su camada. Es por eso que quiero decirle a Adolfo, que a pesar de ser homosexual todos lo queremos y contará con nosotros para lo que necesite en esta nueva etapa de su vida”. El silencio cubrió por breves instantes el comedor:
—¡Pinche Marga! —gritó Adolfo.
—¿Por qué te enojas? Somos tu familia y tenemos derecho a saberlo.
—¿Por qué siempre arruinan la Navidad? —lloriqueaban la abuela y Lidia.
Este año, “los Leones” quieren estar juntos ese día, a pesar de lo obvio: el caos, la violencia, la humillación. ¿Por qué? ¿Por qué hay familias que pase lo que pase buscan las reuniones para poder pelear entre ellos? Porque somos seres de rituales y usamos a la Navidad como el pretexto ideal para “limar asperezas”. El rito revive la cohesión del grupo y contribuye a la construcción de su identidad. Si bien hay familias en las que se festeja con respeto y alegría, es porque la memoria de la celebración siempre ha sido pacífica, en cambio, hay otras que necesitan del conflicto porque no conocen ni saben desarrollarse en otro entorno que no sea problemático. La razón nos llevaría a concluir que no deberíamos estar en donde se ha comprobado con frecuencia que no la vamos a pasar bien, pero el ritual está tan adherido al inconsciente que demanda ser cumplido, a pesar de todo y todos.
Ramón supo a principios de noviembre que celebrarían Navidad en casa de sus padres, su primer pensamiento fue: “claro que no voy a ir” y por eso se salió del grupo. A finales de ese mes se cuestionó: “tiene mucho que no veo a mis hermanos, no con todos estoy mal… pero no, Samael está loco, no puedo meter a mi familia otra vez en esa casa”. Llega diciembre y está nostálgico: “¿a dónde iremos entonces? Mis hijos van a querer estar con sus primos, tal vez si estoy en otra habitación sin convivir con Marga,
Samael y Adolfo, la pasemos mejor, no tengo que verles la cara”. El día 23 resuelve: “Yo creo que después de un año ya tuvieron tiempo de meditar los errores pasados, tal vez esta Navidad si podamos pasarla bien, ¿por qué tendría que ser igual que los años pasados?”
Marga agregó a Ramón al grupo Los Leones
Y el ritual sigue siendo el pretexto de cada año.