Son 20 años los que Miguel Ángel Herrera cuenta en una labor dedicada a la gestión y políticas culturales. Por su iniciativa se crearon los talleres de fotografía para ciegos y débiles visuales, además del Festival Oxímoron, que une el trabajo de arte y (dis) capacidad, ambos, proyectos de reconocimiento internacional. En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, Herrera Oceguera nos habla de la importancia del gestor en la actualidad y de por qué el arte y la cultura deben dejar de “tratarse como un tema secundario, para ponerlo en el centro de toda política para el desarrollo”.
Llevas dos décadas de trabajo dedicado a la gestión cultural, en ese tiempo ¿cómo ha cambiado Querétaro y cuáles son las necesidades que ves ahora en materia de arte y cultura?
—Hace 20 años nos conocíamos casi todos los agentes culturales. En la actualidad hay una explosión en la diversidad y cantidad de estos agentes, en buena medida acelerada por la inmigración que se dio en los años setenta y ochenta, momentos en los que arribaron a la entidad personas que enriquecieron e impulsaron significativamente la vida cultural del estado.
Hoy, la diversidad es tal y la cantidad de agentes culturales es tan abrumadora que difícilmente se puede hablar —como se hacía en el pasado— de “la comunidad cultural”. Tenemos múltiples comunidades culturales, integradas por agentes que no necesariamente se conocen unos con otros, que cuentan con necesidades e intereses bien diferenciados. También están ya reconocidos y bien identificados los promotores y gestores culturales, quienes coadyuvan al desarrollo cultural sin que necesariamente sean artistas, ejerciendo un oficio y una profesión que se ha impulsado gracias a los programas de formación que se ofrecen en distintas universidades del mundo.
Por otro lado, durante décadas se insistió en que la cultura no era solo la cara bonita de una política pública, sino que ésta podía aportar en gran medida a otros campos y temas como el de la seguridad, el desarrollo económico y social, el fortalecimiento del tejido social, la salud, el desarrollo urbano, etcétera, de tal manera que las expectativas de lo que es la cultura y para lo que “sirve” se ampliaron tanto que se nos plantea un panorama casi imposible de abarcar. En la actualidad, hablar de las necesidades en el arte y la cultura es tan amplio como complejo.
Conoces la ciudad y la entidad, ante el cambio de gobierno que se aproxima, desde tu visión como gestor, ¿qué nivel de importancia debe tener el arte y la cultura en la agenda política?
—La cultura es sustancial para el desarrollo no sólo porque los agentes culturales lo digamos y señalemos, sino por todo lo que puede aportar para los habitantes de Querétaro. Las entidades públicas de cultura deberían dejar de verse como instancias de egresos a las que se les asigna presupuesto sin comprender muy bien lo que hacen, para pensarlas como agencias de inversión en el enriquecimiento del capital humano. Es la cultura la que dota de sentido al desarrollo y la que puede salvarnos de la barbarie en la cual pareciera enfilarse la humanidad. Se debe invertir en cultura por convicción, y estoy seguro de que eventualmente encontraremos gobernantes sensibles e inteligentes que lo comprendan.
La cultura da resultados tangibles y tiene muchísima importancia, sobre todo para un estado como Querétaro, llamado a ser el corazón cultural de México si se diseña una buena política cultural y se logra montar el andamiaje adecuado que le dé cause.
El concepto de gestor cultural es más reconocido hoy en día, incluso ya hay universidades con licenciatura y maestría en esta área, ¿el futuro necesita más gestores culturales? ¿Y cuál es la importancia de que el artista o creativo tenga conocimiento en el tema?
—Los gestores culturales son muy importantes en la actualidad y quizás más que nunca, cosa parecida sucedió con otras carreras como la Filosofía o la Antropología, que se podían pensar como obsoletas en un mundo completamente economicista que necesita, aparentemente, más técnicos que humanistas o científicos sociales. Su campo de acción tradicionalmente se ha limitado al mecenazgo del gobierno, pues la iniciativa privada, aunque requiere de sus servicios, no es consciente de sus beneficios ni de lo redituable de la inversión en este campo.
A mi entender, la gestión cultural es un campo que busca la construcción colectiva de un futuro cultural, y por decir cultural abarcamos lo social, lo económico y lo político. Si el futuro es tan incierto ¿qué importancia puede tener una carrera que aspira a construir futuros?
La Organización Mundial de la Salud ya ha reconocido su valor, en ese campo podrían estar diseñando y estableciendo programas. También en las instancias de urbanismo y obra pública, coadyuvando para la configuración de una ciudad con dimensión humana y cultural. Estos profesionistas estarían cómodamente echando una mano en el diseño y gestión de políticas culturales en los municipios, demarcaciones tan necesitadas de programas y proyectos bien definidos, que sean eficientes los presupuestos y recursos invertidos. Pueden ser emprendedores culturales que brinden los servicios que la sociedad actual —digital y esquizofrénica— requiere, desarrollando empresas vinculadas a la recreación y al juego, la educación y la capacitación, al ocio y al uso del tiempo libre, incluso en la industria de la moda y el diseño. Pueden trabajar perfectamente en el sector turístico, más si consideramos que nuestro país es una de las potencias en el turismo cultural, diseñando políticas, programas o servicios para esos millones de viajeros nacionales y extranjeros sedientos de experiencias. Hasta pueden ser políticos como Pedro Kumamoto, licenciado en gestión cultural. Eso y más pueden hacer los gestores culturales.
¿Algún mensaje para los jóvenes gestores que están por emprender sus iniciativas?
Deben seguir en el cambio de paradigma de una gestión cultural muy vinculada a la entidad para encontrar socios factibles en la creación de empresas culturales. También continuar buscando la manera de participar en los programas culturales del estado, pero ya no sólo en el campo estrictamente cultural, sino en otros como la salud, el comercio, el urbanismo, la seguridad y la educación, entre otros posibles.
Con casi 10 años en el taller de fotógrafos ciegos y en el Festival Oxímoron, proyectos que lideras, ¿qué enseñanzas te han dejado personal y profesionalmente?
Todo el trabajo cultural junto a la discapacidad, desde nuestra fundación Artesano Buró Cultural A.C., ha sido un espacio privilegiado para el crecimiento personal y profesional. Trabajar cerca de las personas con discapacidad me ayudó a reconocer y rehabilitar mi propia discapacidad. A lo largo de una década hemos emprendido varias iniciativas que hoy son un referente a nivel nacional e internacional, impactando, ya sea como alumnos o talleristas, públicos o espectadores, artistas o invitados, a decenas de miles de personas con y sin discapacidad. Constancia, empeño y terquedad han sido ingredientes indispensables para impulsar un emprendimiento cultural con impacto social.
Arte y discapacidad, ¿por qué cuesta tanto trabajo entender este binomio?
Lo que cuesta trabajo echar a andar son los dispositivos que favorezcan este binomio. Es decir, construir andamiajes institucionales, públicos o privados que promuevan la participación de las personas con discapacidad, no sólo como ejercicio de inclusión sino como campo de innovación social/cultural.
¿Qué esperas a futuro para este tipo de proyectos?
Hace diez años Buró Cultural comenzó como un colectivo, ofreciendo talleres de fotografía para personas con discapacidad visual. Hace cinco años adquirió una forma jurídica para constituirse en Institución. Durante estos años se ha logrado conformar una organización, si bien pequeña pero sólida y con un rico capital creativo, simbólico, cognitivo y político.
La organización continuará por muchos años más, independientemente de quiénes la integren o dirijan, con sus tres programas establecidos hasta ahora y que trabajan bajo las líneas de investigación, formación, producción y difusión cultural: a) El hilo negro —sobre fotografía y ceguera—, b) Festival Oxímoron —Festival internacional de arte y cultura desde la (dis)capacidad—, y c) Dadance —danza contemporánea entre las personas con discapacidad—.
¿Próximas iniciativas?
La resiliencia del arte desde la discapacidad es algo que con esta pandemia todos necesitamos, hemos perdido tanto que debemos aprender a sobreponernos a una nueva realidad. En este contexto de la pandemia y sus estragos en la salud mental, también podríamos empezar a explorar algunas manifestaciones de discapacidades emocionales.