El aforismo es, a mi parecer, uno de los más fascinantes artefactos literarios. Corto y preciso, encierra en su delicada forma no sólo belleza sino sabiduría. Tal y como lo hace la buena poesía… a no ser que su estructura obedece a las reglas de la prosa. Contenido en caracteres y abundante en enseñanza, el aforismo es a la vez microensayo y diminuto poema; escueto y profundo, como una buena golosina o un buen caballito de licor nos sacia, pero nos deja queriendo más.
Es relativamente sencillo leer un aforismo. No estoy tan seguro que la misma simplicidad se presuponga para comprenderlo. Mucho menos fácil todavía debe ser el escribirlo. No es casual que sea un género tan poco frecuentado por la tradición de la literatura nacional. Menos todavía en lo que respecta propiamente a la rama queretana a la que de algún modo nos abrazamos. Y es que la dificultad técnica para cultivar el aforismo no es menor: no a todos nos es dado el prodigio de lo breve y lo claro, esas formas indispensables de la cortesía que el autor tiene para su lector, a decir de Ortega y Gasset. Ojalá todos pudiéramos exponer de manera nítida y suficiente nuestra filosofía por medio del aforismo como Nietzsche o Cioran.
Precisamente debido a esta suma dificultad que advierto para escribir aforismos de un modo sustancial y pertinente es que es digno de todo encomio la publicación del libro Las pasiones de la luz de Diana Galindo Barajas (1994), editada por Infame Turba Editorial en este 2022, tercer año de la todavía infame pandemia que nos azota. Así pues, la celebración vale doble: por el libro de Diana en sí mismo y por el debut con el pie derecho de la editorial. Hago entonces expansivo mi reconocimiento a la autora y a su editor: Ramsés Oviedo.
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Antiquísimo, el aforismo, sin embargo es un género remasterizado y muy ad hoc para nuestra época fragmentada y siempre perdida en la aceleración de la productividad en menoscabo de un genuino crecimiento interno. Al igual que el haiku o el microrrelato, el aforismo expresa con elegancia y estilo pretendidamente literario lo que un Tweet nos parece una neta chida: una Revelación, a la que, por cierto, ya sea por prisa o por urgencia, a veces impostadas o a veces verídicas, casi nunca prestamos atención. No nos detenemos a deletrear ni descifrar. “A veces la vida es un fluir constante pero no saber detenerse es una forma de olvido”. Aunque, la propia Diana precisa páginas más adelante: “Si no tiene tiempo de detenerse no lo haga, sin una buena pregunta no hay razón para el detenimiento”. Sospecho que las 54 páginas le han significado a Diana respuestas, parciales o definitivas, a una buena cantidad de dudas que se agazapan tras en el enredo cotidiano de no claudicar pese a que el desánimo, la turbiedad y la podredumbre nos exigen tirar el arpa.
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Joven filósofa con múltiples preocupaciones vitales y epistemológicas, Diana lleva ya algún tiempo trabajando en el ramo de la traducción. “Cada personalidad tiene muchas caras, a veces vienen por momentos y no se les vuelve a ver”. Es también una escritora sui generis en el campo de la literatura queretana, autora ya de varios poemarios y una noveleta de ciencia ficción. Pero, como a varios, su obra es escasamente conocida y mucho menos comentada por algo así como la crítica literaria. La falta de un número poco más razonable de lectores es un mal general de nuestra modesta tradición literaria local, creo.
Diana es una amante del idioma y la cultura del país del sol naciente. La personal lucha por la supervivencia la ha llevado por los derroteros de la traducción. Diana traduce, sí, y del japonés que tanto ama, pero no a poetas o novelistas, sino a ejecutivos e ingenieros. Y, al parecer, entre las aburridas circulares, órdenes de compras y pagos, y juntas de negocios, se ha dado el tiempo de escribir esta colección maravillosa de aforismos. Yo me la imagino un poco como a Pessoa, frustrado y aburrido en la compañía comercial inglesa, inventándose, al menos, otra vida (la de las letras) para sobrellevar con un poco de serenidad lo terrible y estresante que puede llegar a ser la despersonalización laboral en el mundo contemporáneo. “Un genio no tiene tiempo para cansarse, pues alarga el tiempo con su fuerza mental”.
“En la lucha contra el tiempo, la luz gana”. Siempre ha sido de esa forma. No parece que esto vaya a cambiar; al menos no creo atestiguar ese prodigio de la técnica. Lo que sí me es dado atestiguar es la refrescante presencia de una voz nueva y poderosa en nuestras letras. Leamos una y otra vez este pequeño gran libro en que luz y tiempo se conjugan en la pasión de Diana: la palabra, el conocimiento del Ser como una lucha consigo misma, cercada siempre por la finitud, ese perímetro trazado con luz y tiempo.
**Cronista y tamalero.
Contexto: Este es un fragmento del texto que escribió Rodolfo C. Paulín para la presentación del libro Las pasiones de la luz el 22 de julio de 2022 en el CEART.