Galería Libertad presenta las obras finalistas de la Bienal Nacional de Pintura Julio Castillo, y las dos piezas ganadoras del primer lugar. Gustavo Villegas, reconocido por sus autos chocados y edificios en llamas, fue uno de los ganadores de este premio, con una obra que es totalmente distinta a lo que ya ha expuesto, pero en la cual mantiene su gran tema: la destrucción. Aleph Escobedo es el otro triunfador, el artista de 30 años fue reconocido por un cuadro de doble vista, hecho con acrílico, grafito y barro de un volcán de Nayarit, de donde es originario.
En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, Villegas platicó que su obra, compuesta por tres piezas de acuarela y tinta vinil sobre papel, que inscribió al concurso con el nombre de Impermanencia 21, DA, Rue du Grand Chene 7, fue el resultado de un trabajo de investigación que realizó en Montreux, Suiza, durante una residencia artística en 2018.
Galería Libertad albergará las piezas galardonadas, así como las finalistas hasta el 3 de marzo.
“Mi trabajo es la destrucción, pero ahora estoy tratando la destrucción de los edificios, y cuando llegué a Suiza, dije: pues aquí todo está perfecto, y me costó un poco de trabajo ver cómo funciona la destrucción en un país donde todo está ordenado, pero en el piso del departamento donde vivía, noté que tenía una mancha generada por el paso del tiempo, entonces empiezo a indagar el concepto de impermanencia de otra forma, la permanencia habla de todos y todo está en cambio, si me veo yo en el espejo hoy, y me veo en el espejo mañana, creo que no estoy cambiando, pero sí; entonces ese concepto llevado a la destrucción de un edificio es lo que estoy tratando de presentar ahora”, detalló el artista radicado actualmente en Querétaro.
La pieza más grande de esta triada muestra ese pequeño accidente que captó en el piso (y en la exposición el cuadro yace también en el piso), es la evidencia del tiempo, los estragos de la humedad, el aire, y lo que las mismas personas que habitan el espacio hacen para incrementar el desgaste, esa destrucción que parece ser mínima (como una descarapelada de pintura) e inconsciente, ahí está, existe.
Entre grafito y proteínas. Tumba proteínica es un cuadro de doble vista, en el que se empleó ceniza del volcán Ceboruco.
“Empecé a tomar registro de partes o de lugares en donde se presentaban esas pequeñas destrucciones que se crean como parte del tiempo, no una destrucción colosal, como es una destrucción de un edificio por un terremoto, que también estaba abordando, sino algo más lento que va generando poco a poco ese deterioro. La imagen es de un lugar exterior que por las condiciones generó una descarapelada, la imagen es muy pequeña, yo la amplío y la presento con la técnica de la acuarela, la imagen es figurativa pero el resultado parecía abstracto y eso me parecía muy interesante porque también me está gustando explorar el asunto de la abstracción en mi obra, o acercarme a ese resultado”.
Otra de las piezas es una imagen del barrio donde se ubica la casa donde vivió, que Gustavo adquirió de los archivos de propiedad de Montreux; en la tercera pieza habita un texto, casi invisible, que es un breve relato de cómo el artista se vinculó con el edificio. Y el título de la obra tiene las iniciales del dueño de la casa y la dirección postal, como un testigo de que el espacio es real.
La convocatoria
La quinta edición de este concurso, que rinde homenaje al pintor queretano Julio Castillo, lanzó su convocatoria en julio de 2018, se recibieron 536 obras participantes de creadores de 27 estados del país. La selección de finalistas fue de 21 piezas, y el jurado conformado por Teresa Olabuenaga, Mónica Zamudio y Mariana Paniagua, decidió dividir el premio, dotado por 150 mil pesos, y reconoce el trabajo de Gustavo Villegas y Aleph Escobedo.
El jurado también determinó otorgar menciones honoríficas a las obras Diálogo libre 3, de Esmeralda Torres; y Paisaje en Construcción 1, de Reynaldo Díaz.
Paulina Aguado Romero, titular de la Secretaría de Cultura de Querétaro; Arturo Mora, director de Patrimonio y Difusión, así como Paulina Macías, directora de la Galería Libertad, entregaron los premios de la Bienal Nacional de Pintura Julio Castillo 2018.
El volcán Ceboruco en el arte
Tumba proteínica de Aleph Escobedo es un lienzo que el artista comenzó en 2016, y que luego de haber quedado olvidado en su estudio, en 2018 volvió a tener su segunda oportunidad.
“Empecé a hacer un proyecto sobre percepción del espacio y como no tenía material, utilicé la pieza que ya tenía, se supone que la parte de adelante es una proteína, como el ADN del cuerpo que está atrás, por eso se llama así Tumba proteínica. Al trabajar en el reverso del cuadro, me gustó que todavía se veía como los huesos de la pintura que había hecho antes, y la arena que la rodea es barro que agarré del volcán Ceboruco en Nayarit; utilizó mucho mi historia personal en mi obra, un poco la imagen de atrás soy yo, digamos que es un poco un autorretrato”, detalló.
El arte está hasta en el piso. En una de sus piezas, Villegas representa el desgaste, que con el tiempo llega a la destrucción.
Escobedo es originario de Nayarit, actualmente vive en Ciudad de México, estudió diseño gráfico y está estudiando arte contemporáneo, sus proyectos son de largo aliento y desde hace varios meses trabaja con los materiales de los volcanes de Nayarit, como el Ceboruco, que tiene tres cráteres concéntricos y mucha historia alrededor, que quiere llevar a su obra.
La exposición de las obras finalistas y ganadoras de la Bienal Nacional de Pintura Julio Castillo estará exhibida hasta el 3 de marzo del 2019, en Galería Libertad.
bft