“El derecho siempre ha sido una coartada extraña en mí”, confiesa abiertamente Ernesto Galán, quien dejó su especialidad en derecho laboral por el escenario teatral. Antes de iniciar la pandemia, Ernesto gestó una investigación que une el ejercicio de la teatralidad con el proceso de justicia oral, como una forma de reconciliarse con su profesión de abogado , “es una forma de reconciliar y hacer las paces”, explica a EL UNIVERSAL Querétaro.

Esa investigación se volvió un proyecto y ahora forma parte del taller de Lengua corporal en la justicia oral, que inicia mañana, y está dirigido a alumnos de la Licenciatura de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro. En el taller explorarán, a través de la expresión corporal, la voz, los espacios del lenguaje y los códigos del cuerpo como herramienta de la justicia oral y aplicarán ejercicios de la teatralidad en los procesos judiciales.

En entrevista, Ernesto platica de la relación que hay entre el teatro, el ejercicio del derecho y la justicia oral, que a primera vista parecen tan alejados.

¿Qué hace el teatro en un proceso de justicia oral?

—Cuando era abogado siempre trabajé en la materia oral, era mi necesidad estar en la acción presente, no en lo escrito, en lo teatral, siempre me preparé para contestar desde la oralidad en la presencia de la autoridad, en la materia laboral que me desarrollaba, y esa sensación me agradaba, el estar enfrente de las partes que estaban como personificados y yo también estaba personificado de alguna forma, en medio de una historia, porque a lo que se va y se cuenta frente a un juez siempre son grandes historias, cuando llegas ante un proceso judicial es porque hay un conflicto, como en el teatro, en esencia el proceso judicial tiene que ver con el hecho presente y con que hay un conflicto por resolver, son grandes historias, muchas veces épicas.

De principio se ve muy alejado, teniendo en cuenta que el teatro es ficción.

—Ahora mi búsqueda tiene que ver con ello, y siempre lo tuvo, pero ahora lo puedo nombrar, se le conoce como biodrama, con aquello que en esencia tiene un grado de verdad, la memoria (el relato) cuando se cuenta por sí mismo es una ficción, el ejercicio de la memoria tiene una ficción, cada vez que se cuenta cambia, porque cada vez cambia el ser con el mismo tiempo. Al final, cuando van las partes a contar una historia ante un juez para que les dé la razón, ya está ficcionando su misma memoria, están haciendo un gran relato de ficción de cómo sucedieron para ellos las cosas esta vez, porque lo tienen que contar un sin número de veces.

¿Es la primera vez que das el taller?

—Sí. Lo que doy en el taller no tiene que ver con el derecho, sino con la teatralidad y con el dispositivo que es para utilizarlo en sus estrategias, al final es una vía para la impartición de justicia, para dar la razón, como la máxima de la justicia: dar a cada quien lo que le corresponde. A los chicos quiero mostrarles qué es la teatralidad y que ésta se encuentra en todos lados; en un juzgado, si hay alguien que se pone en una historia, hay una representación tal cual del hecho, un espacio, un tiempo determinado, como en el teatro, y aparecen elementos funcionales que tienen que ver con el conocimiento propio y sirven como una herramienta. Trabajaremos con el cuerpo y la voz. A veces hasta para pedir un expediente tienes que ir seguro en tu lenguaje corporal y tu voz.

¿Como tal en la carrera de Derecho, no hay un apartado como el que tú ofreces?

—No lo hay, sé que hay talleres que tienen que ver con la argumentación jurídica escrita, pero no en la oralidad, y hay un taller de teatro que lo toman los alumnos como un hobby.

Cuando ofreciste este taller, alguien no levantó la ceja y dijo: “Qué pretendes?”

—No. (Risas) Hubo disposición y un interés en que el alumnado tenga una herramienta más para el ejercicio sano, poderoso y feliz de su profesión. Algo primordial es el juego, el ser humano tiene que jugar todo el tiempo, la propuesta es esa, que con los elementos del teatro ellos puedan jugar. Me encantaría, y sería todavía más poderoso para mí, hacer teatro en la Facultad de Derecho, tener la posibilidad de que los alumnos lleven los elementos del teatro a la oralidad, que es la línea principal en el ejercicio de su profesión y en el ejercicio humano, lo más bello será que el teatro les deje algo, y si alguno de ellos decide ‘quemar las naves’, como cierta persona, y diga “¡Quiero irme de actor, o actriz!” Adelante, en el teatro hay espacio para todas, todos y todes.

¿Vas a incitarlos a que dejen la carrera de Derecho?

—(Risas) No. Cada quien es libre de decidir. Hay muchos colegas, de cuando era abogado y que ahora me van a ver a las funciones, que me dicen: ¡Siempre quise ser actor!, “¿Cómo le haces para no sentirte nervioso? Deberías dar un curso, porque ayudaría bastante”. Y siempre lo dejé pasar, ahora... Ahí está.

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