La maestra Aurora Zúñiga lleva más de tres décadas dedicadas a la investigación de la indumentaria queretana. Telas, bordados, delantales, sombreros, morrales, costales, camisas, naguas, enaguas, quechquemitls, jergas, manguillos, son algunas de tantas prendas que ha colectado a través de tantos años. La mayoría de las piezas de su colección están en desuso, así que ir a cada una de las comunidades, buscar e indagar acerca de cómo fueron las costumbres, es una labor de muchos años y de mucho empeño.
Mientras me muestra fotografías tomadas en 1991 en la zona arqueológica de Trincheras y en el “Árbol de la historia”, plasmadas en el libro Municipio de San Joaquín, escrito por el cronista Fausto Vega Reséndiz en 1997 en la colección “Querétaro, visión de sus cronistas”, recuerda con gusto que fue precisamente él guía y gran apoyo para llegar a comunidades como San Rafael, Maravillas, La Soledad, San José del Carrizal, Quitasueño, Puerto hondo, Lechuguillas y El Apartadero.
En muchos de sus recorridos, los caminos significaban todo un reto. Accesos de terracería o veredas hechas por los pasos de los habitantes de esas comunidades acompasaban regularmente la travesía. En el mejor de los casos podían utilizar una camioneta que rentaban en alguno de los pueblos y una vez acabados los caminos de la modernidad, a caminar.
Una de las primeras prendas que encontró fue una jerga de hombre, hecha de lana, de las que se usaban antiguamente. “Don Fausto me recomendó con algunas personas para que me dieran más información acerca de los trajes, y cuando él falleció encontré apoyo en su hijo Lalo para seguir esta labor de investigación” recuerda emocionada.
“Chabe y Paty Camacho (integrantes del grupo musical Las Flores de la Huasteca) me recomendaron que visitara a doña Pancha, originaria de El Apartadero, quien me platicó cómo eran el saco de tela brillante, naguas con gancho y bordados, enaguas con olanes que utilizaban ella, su mamá y su abuela. Ella me mandó hacer el traje”, narra. Al parecer, esta vestimenta era más usual en las mujeres que vivían en comunidades más cercanas a la cabecera municipal.
Después visitó a doña Anastasia Leonor González, originaria de San Rafael, quien aún sigue haciendo prendas de lana. Ella confeccionó otro de los trajes elaborado casi en su totalidad de lana, en telar de cintura, pues es una región muy fría. Al parecer, este atuendo comparte la misma influencia indígena que la vestimenta típica de Cadereyta. Se compone de rebozo, quechquemitl, enagua y ceñidor de lana, tejidos en telar de cintura, además de nagua y camisa de manta bordada. Otra informante valiosa sobre las características de este traje fue la señora Victoria Reséndiz de Martínez.
Aurorita me platica que no sabe cómo surgió su gusto por investigar los trajes de nuestro estado, y entiendo que si tuviera un vicio en la vida sería ese. “Nunca he tenido un vicio, pero en este caso entre más conoces, quieres seguir aprendiendo más, porque no sé realmente qué me llevó a investigar la indumentaria, porque empecé y ya no pude parar hasta la fecha”.