Todo comienza aquí, dice Mario de la Vega y señala un pequeño trozo de tierra expuesta en medio del piso de la sala, donde antiguamente estaban los hornos del convento de Capuchinas, ahora Museo de la Ciudad.
Mario mandó construir una campana de 650 kilos de bronce, y al terminarla fue despojada de su badajo (que es lo que la hace sonar), se expuso en el Laboratorio Arte Alameda de la Ciudad de México en 2013, después fue destruida, sus segmentos se enterraron en distintos sitios de la capital del país y los últimos cuatro ahora están en suelo del Museo de la Ciudad de Querétaro, en ese lugar donde Mario señala y dice: “todo comienza aquí”, y aquí se quedarán, dialogando con la historia que resguarda el mismo exconvento.
Como una especie de novela, describe el artista esta obra que comenzó pensando en una campana muda, en una campana adolorida y sin la capacidad de expresar un quejido; la exposición presenta fotografías del proceso de construcción y destrucción y todo el recorrido está lleno de signos y pistas, para que quizá en el futuro, alguien asuma el papel de detective y busque las piezas de esta campana que fue fundida para no resonar nunca.
“Sí, la campana fue hecha para nunca resonar, y los cuatro últimos segmentos restantes de la campana están enterrados aquí, ahora, y en eso se resume todo, al final de la historia termino enterrando un segmento de la campana en un convento y abrimos el piso de un edificio histórico, entrando al inframundo de ese edificio y ahora ahí está todo junto, dialogando”.
La exposición lleva el nombre Quæris quo jaceas post obitum loco? Quo non nata jacent (“¿Quieres saber en dónde vas a yacer después que hayas muerto? En donde yace lo que no ha nacido”, Séneca, Las troyanas), y el nombre también resume la acción que realizó en el Museo de la Ciudad.
La muestra parte del sonido, como la mayoría de la obra de Mario. Un sonido que si bien no se escucha, sí se puede ver (actividad auditiva visual). “Yo trabajo desde el sonido, pero lo interpreto a través de lo visual, en este caso la intención era segmentar un objeto que está hecho para emitir sonido, y nunca cumplió su función, ese objeto fue destruido, castigado, torturado y al final es una metáfora del mundo en que vivimos, donde hay desigualdad, hay un abuso, donde hay imposición de fuerza, violencia contra el débil, y creo que la obra reflexiona sobre eso a partir del sonido, pero es un sonido que nunca escuchas, es un sonido silente”, explica en entrevista a EL UNIVERSAL Querétaro.
Mario de la Vega (Ciudad de México, 1979) tiene un trabajo que explora la tensión entre documentación y performatividad, utiliza la fotografía, video, objetos, restos de acciones, eventos y situaciones que producen relaciones ambiguas entre objetos y espacios. Su obra se ha expuesto en México, Norteamérica, Chile, Sudáfrica, India, Corea del Sur, China, Rusia, Japón y Europa. Vive y trabaja en Berlín y en la Ciudad de México, y Quæris quo jaceas post obitum loco? Quo non nata jacent, es su primera exposición en Querétaro.