La tradición de contar historias de manera oral es ancestral y no debe perderse, afirma Gina Rubio, quien tiene 29 años de ser narradora oral escénica, trabajo que le apasiona y que realiza desde hace 14 años en su silla de ruedas, pues un virus la afectó, dejando secuelas en su salud.

Narra cuentos, historias, leyendas y tradición oral. De profesión socióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gina dice que siempre le llamó la atención el área de las artes, como la música y en cierta ocasión decidió experimentar con el teatro.

“Me metí a cursos de teatro, talleres, grupos y en una ocasión me encontré anunciado un evento que decía ‘taller de narración oral’. No sabía qué era. Eso fue hace 29 años. Nunca se había oído eso de taller de narración oral escénica. Decía ‘escénica’, pensé que tenía que ver con el teatro y qué sorpresa tan agradable, porque descubrí una nueva herramienta para comunicar, para transmitir todo tipo de emociones, historias, sensaciones”.

Cuenta que narrar es precisamente acercarse al otro. El taller lo comenzó Francisco Garzón Céspedes, uno de los más importantes narradores orales. De ahí se enganchó y le gustó.

Gina llegó con su familia a Querétaro en el año 2000, pues la Ciudad de México, donde residía (originaria de Tepoztlán, Morelos), ya le resultaba conflictiva por los traslados, así como por la contaminación.

Desde que arribó a Querétaro se le abrieron las puertas, como el Instituto de Cultura, hoy Secretaría. También a nivel particular en escuelas, plazas, “en donde haya alguien que quiera escuchar, ahí está uno para narrar”.

Trabaja por su cuenta, promoviéndose, siendo llamada por parte del municipio de Querétaro, otras dependencias de gobierno, universidades, escuelas particulares e incluso en fiestas.

“En mi caso, me empeño en historias que tengan un contenido, que transmitan un valor, una enseñanza, un mensaje positivo, eso es lo que me gusta. Encontrar una historia cuesta mucho trabajo, porque lees mucho, y es importante que te convenza (la historia) como narrador, para que lo puedas transmitir de esa manera, que estés de acuerdo con lo que piensas y crees que es importante”.

Ante todo, afirma, debe de ser una actividad lúdica, atractiva, pues no se trata de “sermonear” a nadie. Es la manera en la que se narra lo que le da sentido a la historia.

Mientras habla, Gina se expresa con la manos y la voz, su herramienta de trabajo.

“Las palabras tienen poder, es con lo que nos comunicamos con el otro. También motivamos a la imaginación, que cada quien al escuchar pueda crear sus propios mundos, sus personajes. Muy diferente a lo que estamos acostumbrados con la televisión, el cine, en que ya nos dan las imágenes hechas, ya no tenemos que resolver nada.

La narración viene desde tiempos inmemoriales. Todos hemos estando narrándonos mutuamente nuestras historias, nuestra cultura, se ha ido transmitiendo de generación en generación. Pero este movimiento de narración como un rescate a esta hermosa tradición para que no se pierda, nos da esa posibilidad de comunicarnos con el otro y nos permite crear otra vez comunidad, reunirnos, algo que se está perdiendo, porque ya estamos con los teléfonos, estamos comunicándonos de otra manera, pero vernos, oírnos así en vivo, se ha perdido. La narración nos permite recuperarlo, hacer comunidad otra vez”.

Agrega que la comunidad de narradores ha estado creciendo en Querétaro, pues cuando inició eran pocos, aunque siempre sabían entre ellos qué estaban haciendo y en dónde, principalmente en la ciudad. Poco a poco se ha extendido por otros municipios.

Indica que para narrar historias se deben de preparar. Ella, en estos momentos, junto con una maestra, impartirán un taller (dirigido a todo el público) llamado “Cómo narrar un cuento y no morir en el intento”, donde enseñarán cómo estar frente a un público en cualquier escenario, así como técnicas para manejar la voz, el cuerpo, los gestos y saber qué cuentos escoger.

Precisa que las nuevas tecnologías han cambiado la manera en la que se entretienen los niños, aunque también la educación influye, pues no se establecen límites y los menores se vuelven indisciplinados y faltan el respeto.

Desde hace 14 años, Gina anda en una silla de ruedas; padeció el síndrome Guillain-Barré, pero de una manera muy agresiva, dejando secuelas en su cuerpo. “Así mi vida cambió radicalmente de una semana para otra, de tener toda mi motricidad y mi salud y todo, este virus llegó en un momento de bajas defensas, y hace muchos estragos. Por lo regular la gente se recupera en unos meses. En mi caso fue muy agresivo, es una variante poco conocida”, explica.

Sin embargo, este episodio no minó el ánimo de Gina y no dejó de narrar historias. Tenía su voz, que no fue afectada por la enfermedad, que suele atacar también las vías respiratorias.

“Ante todo es la actitud de uno, porque si lo ves problemático, no sales. Afortunadamente he contado con el apoyo de mi familia, de mi esposo y mis dos hijas, que me han ayudado en todo”, precisa. Aún batalla para andar en silla de ruedas, y aunque expresa que la movilidad ha mejorado en la ciudad, falta mucho por hacer. Por ello, la vida es actitud.

“Tengo experiencia, sé lo que puedo hacer, lo puedo hacer y la verdad, al principio, es uno el que está atento. Cuando empecé a narrar en silla de ruedas otra vez. Uno ve las reacciones. La primera vez fue en una biblioteca, y había un montón de niños. Al principio los niños me preguntaban qué me había pasado, pero si uno lo agarra como drama es una tontería. Los primeros cinco minutos llamé la atención por la silla de ruedas, luego nadie se acordó de la silla, mucho menos yo”.

Recuerda la primera vez que narró en Querétaro, fue en una escuela con 700 alumnos, quienes al final se acercaron a ella para abrazarla. Así la recibió Querétaro.

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