A los 17 años, Carlos Velázquez entró a trabajar en un establecimiento de pollo frito, en ese momento no imaginaba que iba ser escritor y ahora, con varios libros en su historial como La Biblia Vaquera y La marrana negra de la literatura rosa, platica que ese experiencia lo llevó a escribir el último cuento de Despachador de pollo frito (Sexto Piso, 2019), publicación que hace algunas semanas atrás presentó en Querétaro, en el marco del Hay Festival.

En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, el escritor originario de Torreón, dice que sus obsesiones en la escritura son el cuerpo, la obesidad y desconocidamente, las amputaciones.

Su interés principal es darle voz a estos personajes a los que nadie más le da voz en la literatura mexicana. Y sin titubeos, Carlos afirma: “yo sí creo que hace falta que haya menos escritores fifís. (…) Porque no están hablando de cosas inmediatas, a la gente le gusta que le hablen de sí misma y de las cosas que conoce”.

¿Cuál es el origen de Despachador de pollo frito?

Hay un cuento de un gordito que trabaja en un KFC, y yo, cuando tuve 17 años, entré a trabajar a una restaurante que vendía pollo frito en Torreón y tenía muchas sucursales, esa experiencia me marcó, para mí entrar a trabajar ahí fue otra cosa, todo el barrio pasó por ahí porque el que era gerente era un cuate del barrio, entonces todos los del barrio pasamos por ahí y eso me marcó y siempre lo tuve en la cabeza, incluso empecé a bocetear este cuento desde hace mucho, pero como me ponía a hacer otras cosas, publicaba mis libros de crónicas, escribía libros de ficción y un día dije: ¡es día de sacarlo a bailar! Y el cuento está muy cagado, no es que yo lo haya escrito, me lo dijeron mis editores. A mí me llama la atención estas personalidades particulares, tú ves pasar por la calle a un emo pero no sabes lo que hay detrás y este cuento trata de eso, y el un gordito en un pollo frito habla de esta obsesión mía con la obesidad, el cuerpo, y no voy a contar más porque tienen que leerlo.

Cuando trabajabas en restaurante, ¿imaginaste que ibas a ser escritor?

Nunca, en ese momento no sabía que iba a hacer con mi vida, yo me metí a trabajar ahí fue porque no fui a la universidad, estaba en el sexto semestre de prepa y dije: esto no es lo mío. Siempre he tenido problemas con la autoridad y cuando iba a clases y estaba al frente un maestro que no era más inteligente que yo, inmediatamente le perdía el respeto, entonces para mí la escuela sí fue muy traumatizante, me aburría mucho, me parecían puras tonterías, pero me di cuenta que leyendo podría aprender más y más rápido. Entonces me metí al pollo, pero nunca me imaginé que iba a ser escritor y tampoco me imaginé que iba a terminar escribiendo sobre eso.

¿Cuánto tiempo duraste ahí?

Estuve trabajando intermitentemente como dos años y luego tuvimos un negocio familiar que fue una frutería y entré a trabajar con mi tío a la frutería.

¿A la distancia, cómo recuerdas tu inicio en la literatura?

Yo leeía mucho y un día un amigo me dijo: por qué no intentas escribir. Y me dijo: mira, te regalo esta máquina de escribir que era de mi tía. Y un día dije: me voy a sentar a hacer algo, simplemente escribir.

¿Como un juego?

Sí, como un juego, y de repente en 2004 ya tenía un libro de cuentos y lo mandé a dictamen a la editorial del estado y me lo publicaron, se llama Cuco Sánchez Blues, ese fue el primero, y a partir de ahí me empecé a tomar las cosas más en serio.

¿Cómo es para ti tomarse las cosas en serio?

Al principio no me la creí. Fue hasta La marrana…, cuando dije, convencido, esto va en serio y es a lo que me voy a dedicar, porque todavía cuando publiqué La Biblia…, seguía diciendo no pasa nada si publico otro libro, pero con La marrana… sí dije: creo que sí tengo algo que decir.

¿Al momento de escribir piensas en tus lectores?

No pienso en los lectores, no es como que me valgan madre, yo sí me siento una persona afortunada, porque cuento con el favor de tener unos muy fieles lectores y además pasa un fenómeno muy interesante, muchos de mis lectores no son lectores habituales de literatura, mucha gente ha llegado a mí por la música, compran mis libros pero no es gente que comúnmente compre libros, aunque también me lee gente que le gusta la literatura, gente de la academia, entonces me siento muy afortunado por eso, pero no estoy preocupado por satisfacer cierto gusto, lo que me interesa es darle voz a estos personajes que nadie más le da voz en la literatura mexicana y eso hace que mucha gente se interese por mis libros, y eso es porque hay un grado de identificación que no tienen con otros autores, por ejemplo, un libro del Crack, una novela de un güey mexicano exiliado en Berlín, pues sí, pero les hablas de una realidad inmediata, de un despachador de pollo frito y todo mundo ha entrado a un Kentucky, todo mundo conoce un tío travesti, con eso entras de inmediato en su mundo y claro, les llama la atención.

¿Te ha tocado que alguien que llegue y te diga: estoy empezando a escribir por ti?

Sí, hay mucha gente que me cuenta y hay mucha más gente que me pide consejos y demás, a veces yo les digo: ¡Brother, qué chingón, síguele por ahí, dale duro! Y voy a decir la verdad, yo sí creo que hace falta que haya menos escritores fifís.

¿Por qué?

Por lo que decía antes, no están hablando de cosas inmediatas, a la gente le gusta que le hablen de sí misma y de las cosas que conoce.

¿No sientes algo de responsabilidad por esas personas que se te acercan a pedir consejos?

No, no, para nada, precisamente para eso me metí al mundo de la literatura para no tener responsabilidades.

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