El 13 de abril de 2018, Armando Vega Gil, fundador y bajista de la célebre banda de GuacaRock Botellita de Jerez, visitó Querétaro para presentar su libro Ritual de lagarto, en ese momento el músico y escritor confesó que se encontraba en una etapa de depuración, pero con muchas ideas por escribir.
Armando dividía su tiempo en su faceta como músico, periodista de viajes, fotógrafo y entre la escritura para niños y adolescentes. En ese abril de 2018 trabajaba en un libro de vampiros y una historia en donde desaparecen las vacas y la leche en todo el mundo; también preparaba Una cucharada de sopa verde, disco del Ukulele loco, proyecto de música para niños.
Desde la infancia se sintió atraído por el mundo de la creación, su padre era fotógrafo y tenía una tía escritora. El primer libro que escribió Armando fue de poesía y se tituló Entre sueños te veas, publicado en 1989.
Con el ilustrador queretano Rafael Ontiveros Aper, publicó el libro El perro de Oventic, una hermosa historia del pueblo tzolzil y su creencia de que todo aquello que existe en el Universo, tiene un chulel o alma, y todo hombre nace con un doble animal que habita en el territorio de las deidades que veneran.
“Anoche, ya muy tarde todo oscuro y tan callado, me encerré con mis amigos en un salón de clases —allí, sí, donde enseñan lenguas de otros mundos— a ver una película muy triste en el Japón. ¡Ay, qué triste, triste historia y lloré, lloré y lloré! ¡Cómo lloré al recordar a mi querido padre muerto, a mis cuatro abuelos idos, a mis amigos enterrados!”… se lee en el libro que el propio Armando presentó en el Museo de la Ciudad Querétaro, en el año 2014, junto a Aper y la editora Aránzazu Núñez, quien logró juntar el talento de estos dos artistas.
En el pasado mes de febrero, en la Feria del Libro de San Juan del Río, fue invitado a comentar la antología de cuento corto del rock “Parménides García Saldaña”, en donde anunció que en abril regresaría a Querétaro para presentar su nuevo libro.
Querétaro siempre recibió bien a Botellita de Jerez, tenía sus seguidores en la ciudad, tocaban en cualquier espacio disponible, incluso visitaron la Universidad Autónoma de Querétaro, el maestro Juan Carlos Romo fue testigo de ese momento y compartió para esta publicación una fotografía de ese momento.
Ayer Armando decidió marcharse, queda la entrevista que concedió a EL UNIVERSAL Querétaro en 2018 para recordarlo.
¿Sobre qué estás escribiendo ahora?
—Estoy haciendo un recuento de donde vengo, porque se ha dado el chance de colaboración como periodista de viajes, y tiene mucho que ver con mi infancia, mi adolescencia, cuando yo estaba en la Vocacional y ocurrió Avándaro, la masacre del 10 de junio y la muerte de Morrison, tiene que ver con cosas mías, totalmente personales y por un lado me estoy deshaciendo de los objetos, estoy haciendo una depuración, quizá porque soy papá reciente y estoy tratando como de limpiar todo para que el terreno de mi hijo esté lo menos contaminado posible, y en ese ir limpiando estoy abrazando mis recuerdos, no es que yo esté atrapado en la nostalgia, sino que la nostalgia me está permitiendo proyectar hacia adelante, es como si estuviera haciendo un banquete para mi hijo, ahorita estoy cocinando estas cosas para que un momento las vaya a ver, mi hijo tiene siete años está súper chiquito, entonces hay un bello camino hacia adelante.
Muchos te conocen de primera vista como músico, hoy que estás haciendo un recuento, ¿cómo recuerdas tu inicio en la música?
—Fue con los amigos que se ponían en la esquina con la guitarra, que eran vaguitos de esquina; de alguna manera yo podía socializar a partir de la música, yo siempre he sido un chavo, bueno, era un chavito muy solitario, muy ensimismado, como mi papá, y como que la música me hacía poder tener cuates, cuates queridos, hacer grupito y tener un tejido social y amistoso, eso se lo debo a la música, que me permitió salir de mi encierro, mi hermano me enseñó mis primeros acordes y yo me seguí y la vida me llevó por sendas bien padres, y la gran decisión de mi vida en todos los niveles fue fundar Botellita de Jerez con Arau y el Mastuerzo, ese es el gran punto de torsión de mi vida, me iba a ir para un lado y decidí hacer Botellita, yo iba a ser antropólogo.
¿En serio, antropólogo?
—Sí, estudié en la ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia) y todo, pero iba a hacer un mal antropólogo porque lo que me estaba llamando siempre era ese tema de crear, sacar de la nada cosas. Yo estudié matemáticas y muchas de las cosas que hago tienen que ver con el arte, con cierta disciplina y cierta manera de engarzar las cosas (…), es bien bonito que de la nada sacas cosas.
De los conciertos que tienen ahora, ¿cómo es el encuentro de sus seguidores y quiénes son?
—Te encuentras con gente casi temporánea a nosotros, es muy difícil porque los que son contemporáneos a nosotros están en asilos para ancianos o en su casa en una silla de ruedas con una cobijita en las piernas, pero hay muchos jovénes viéndonos, eso es sorprendente, está padre porque quiere decir que seguimos siendo significativos para los chavos, no todos, claro, pero sí hay mucha gente joven que nos sigue y que nos pela, se sabe las rolas, y sí hay gente ya mayor que nos recuerda porque fuimos el soundtrack de su vida, eso también es una parte muy importante y eso es un regalo de vida bien padre, porque no te das cuenta de los alcances de tu obra, tú la haces y ahí la dejas y de repente de das cuenta que para alguien fue decisivo. Iba a ser matemático o iba a ser antropólogo, pero siempre estuvo el gusano dentro de mí corroyéndome, hasta que decidí, pero tuvimos la suerte de hacer una banda que fue seminal y que rompió la inercia que llevaba el rock, fuimos el burro que tocó la flauta porque lo estábamos haciendo como de desmadre: ¡Vamos a hacer una banda!, y resultó que teníamos un proyecto importante.
¿Qué está pasando hoy en día en México con la música y el rock?
—A nivel de reflexión política y social, hay como un adormilamiento, tiene que ver como son las circunstancias para mí, de cómo está funcionando el capitalismo y cómo todas las propuestas que tienen que ver con el entretenimiento que se entrecruzan con el arte responden a ciertos modelos económicos, parece que estoy diciendo una cosa muy absurda, pero si las bandas que hoy en día cantan en inglés y no hacen reflexiones del tema político están respondiendo a una necesidad del sistema, yo no es que los culpe, y que diga es que ustedes… y nosotros cuando éramos jóvenes… no, no quiero ser como el abuelito regañón que reprende a los chavos porque que no hacen las cosas como deberían ser, yo trato de entender lo que está pasando a nivel político, social y económico, y por qué las reacciones del rock van en cierto sentido, yo siempre he estado esperando que haya una música de fondo o un sountrack de lo que está pasando en el México de hoy, y pues resulta que el México de hoy son canciones de amor y narcocorridos, y sí tiene como sentido, este país donde se está cayendo a pedazos, donde no hay un faro y lo chavos como que no tienen opciones. Yo sigo esperando el sountrack de parte de lo que está pasando, sí hay muchas cosas, no todo está perdido, sí hay atisbos pero la realidad está muy tremenda y quieras o no la reflexión tendrá que venir en ese sentido, cómo te ves tú dentro de lo que está pasando.
¿Cuál el futuro de Botellita de Jerez?
—Estamos trabajando muy a gusto, para nosotros Botellita es una opción laboral muy padre, estamos muy a gusto porque tenemos toda una obra ya creada y lo que hacemos es apapacharla, presentarla y disfrutarla, nos falta como dar el paso creativo, el siguiente, tenemos desde hace un año hacer un disco nuevo y ya estamos como logrando salir de la inercia en que nos habíamos metido, y ahorita estamos en eso.